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Manuela díaz
Jueves, 12 de mayo 2022, 00:01
La incidencia en la población de enfermedades como la fibromialgia (FM), la fatiga crónica (SFC) y la sensibilidad química múltiple (SQM) ha aumentado tras la llegada del coronavirus. En el último año más de 60 personas se han puesto en contacto con la asociación SFC-SQM Euskadi-AESEC, con sede en Durango, para informarse sobre estas enfermedades 'invisibles' y de difícil diagnóstico porque o bien sospechaban que podían padecerlas o las tenían. «Se ha hecho uso de manera excesiva de productos de limpieza a todas horas y esto ha despertado en muchas personas una sensibilidad química», matizó Roberto Martínez, presidente del colectivo que ha dado a conocer estos datos con motivo de la celebración hoy del Día del Síndrome de Fatiga Crónica/ Encefalomielitis Miálgica y el de la Sensibilidad Química Múltiple.
Para la cita han organizado una programación virtual, de la mano de la red de asociaciones SFC-SQM, que representa a pacientes de Castilla La Mancha, Euskadi, Madrid, Murcia y la Comunidad Valenciana, para visibilizar a nivel nacional la enfermedad. Por Eva Masegundo año, organizarán una carrera virtual para recaudar fondos para la investigación, habrá charlas de expertos y se colgará un video con el apoyo a profesionales de la televisión, radio, cine, teatro, música, deporte, periodismo, humor o magia. «No hemos podido hacer nada de manera presencial porque el coronavirus todavía está latente y tenemos que tener mucho cuidado porque el sistema inmune de los pacientes con estas enfermedades está tocado», apuntó Roberto Martínez.
Hace cuatro años fundó el colectivo para dar voz y espacio a los pacientes de estas enfermedades que se personalizaron en la figura de su esposa, Eva María Hazas, a la que en 2015 le diagnosticaron las cuatro patologías. En su caso, la enfermedad se ha agravado y apenas sale de su casa, dónde han tenido que poner telas con hilos de cobre bañados en plata en la habitación y en la sala para proteger a Eva María de los campos electromagnéticos de alta frecuencia.
Las salidas que antes eran ocasionales son ahora mínimas y en ellas tienen que huir de la ciudad, plagada de antenas de telefonía, wifi, perfumes, desodorantes o el suavizante con el que rematamos la colada. Productos que para los afectados son una barrera que les aísla de todo y de todos, ante la mirada en ocasiones lapidaria de familiares y amigos. En Euskadi apenas hay media docena de espacios «blancos», libres de estos elementos. «Si no hay antenas, hay gente y con ellas llegan los desodorantes y perfumes, por eso es muy complicado encontrar un espacio en el que poder estar», admite. Por ello, estudian la posibilidad de crear un listado con estos lugares para facilitar las salidas de los pacientes con estas enfermedades.
La asociación que nació con apenas dos socios, cuenta en la actualidad con 32, de los que seis son del Duranguesado. Aunque se trata de enfermedades reconocidas por la OMS y el Ministerio de Sanidad, son cuestionadas, incluso, por una parte del colectivo médico. Un hecho que sumerge a estas personas que padecen alguno o varios de estos síndromes se pasan media vida vagando, primero en busca de un diagnóstico y, luego, cuando lo tienen, a la caza de un equipo médico que sepa tratarlos correctamente.
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