![«Los arquetipos transforman a las personas con pinturas»](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2024/02/16/biz-durango-jenni-alvarado-artista-k3iH-U21015497696218I-1200x840@El%20Correo.jpg)
![«Los arquetipos transforman a las personas con pinturas»](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2024/02/16/biz-durango-jenni-alvarado-artista-k3iH-U21015497696218I-1200x840@El%20Correo.jpg)
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Pasión por la pintura desde niña. La artista duranguesa Jenni Alvarado (1981) siempre tuvo claro que quería dedicarse al mundo artístico y expone una serie de retratos, vestidos con diferentes máscaras y otros elementos a modo de atrezo en el que las personas se transforman en personajes o arquetipos en el Museo de Arte e Historia de la localidad. Todos los amantes del arte podrán visitar la muestra hasta el 17 de marzo.
«La muestra, que se llama 'Arquetipos', refleja la relación entre la pintura y algunas esculturas que aparecen en ella. Esa aparición entre los dos lenguajes genera un recorrido por la sala y tengo que reconocer que desde que era pequeña, me ha encantado el dibujo. Es más, estudié Bellas Artes en Leioa y he continuado hasta hoy. Me ha acompañado a lo largo de toda mi vida, han ido apareciendo otros formatos y he ido integrándolos» confiesa Alvarado a EL CORREO.
Las obras que muestra en esta exposición son una serie de retratos, vestidos con diferentes máscaras y otros elementos a modo de atrezo. De esta forma las personas se transforman en personajes o arquetipos. Simbolizan aquellas cualidades humanas primarias o complejas que se repiten en las diferentes culturas. En este caso, en sus cuadros, las máscaras rojas hablan de la vergüenza o de la ira, aunque también hay representaciones simbólicas de aspectos inconscientes que no se pueden definir con tanta claridad.
«Mis proyectos son una continuidad, como especie de elementos que van más en una línea más general. Hace años, recibí una beca del Gobierno vasco y llevé esa relación con los dibujos que se generan en el paisaje y cómo llevar eso a la pintura. Además, también lo he llevado en torno al ritual y al objeto escultórico como elemento mágico y cómo sucede eso en el vídeo y la pintura», explica.
La artista de 42 años ha mostrado sus trabajos en la Sala Rekalde de Bilbao, Eibar o en la galería Javier Silva de Valladolid. «El escenario es parecido, igual aquí lo que cambia es el contexto con personas que conoces y es algo más familiar. Pero eso también surge fuera», confiesa, antes de reconocer que lo más complicado del arte «es cuando ves que esa idea se acaba o de alguna forma tienes que cambiar de camino, es un momento de crisis».
Su trabajo se caracteriza por el uso de materiales folklóricos como los lazos de colores, las telas estampadas, la repetición de objetos cerámicos, las cuerdas, los cordones o el uso de diferentes tejidos. Todo ello conforma una serie de artefactos escultóricos, máscaras o sombreros, cada vez más elaborados y de mayor complejidad.
«La exposición de la villa es una recopilación en parte de los tres últimos años. Comencé a trabajar con los retratos, pero en origen las máscaras no eran al uso, eran como tejidos que formaban parte de los cuerpos de los retratados para abstraer y hacer un ejercicio no tan figurativo, sino como una mezcla entre la abstracción y la figuración. Con el tiempo, los elementos escultóricos fueron cogiendo como una forma más concreta en forma de máscara o gorro, algo más evidente. En verdad, los retratos al taparles la cara, pierden esa esencia de la persona, haces que la persona pase a ser un personaje. Me di cuenta que estaba construyendo personajes que de alguna forma representaban parte del inconsciente colectivo de nuestra cultura», detalla.
El pasado año recorrió los carnavales rurales de Navarra. «Me di cuenta en el pueblo de Lanz que los personajes se parecían mucho a los míos. Es algo que me sorprendió muchísimo. Para los visitantes que vayan a ver la exposición lo sugerente es esa muestra de elementos que forman parte del inconsciente colectivo como las máscaras rojas, el desarrollo de los personajes y el camino que pueden recorrer entre las máscaras y los gorros y los elementos escultóricos y los cuadros», añade.
No obstante, la profesional quiere descubrir otros aspectos de su profesión y ahora mismo está a la espera de otros proyectos como una propuesta escultórica presentada en los yacimientos de Altamira (Cantabria) en unas residencias artísticas. Mientras tanto, tras vivir muchos años en Bilbao, se ha desplazado a vivir al pueblito alavés de Luzuriaga. «Me he encontrado con una acogida muy buena. Me gustaría hacerles como unos personajes a los vecinos, algo que forme parte de la tradición del municipio y se haya inventado. Es algo que no lo tienen y celebrar con ellos el solsticio o el equinoccio con una serie de personajes más performativo que incluya a la gente del pueblo es otro de los retos que tengo», confiesa.
Su trayectoria artística se acompaña con su labor como docente en un instituto público de Vitoria-Gasteiz y también ofrece talleres y da clases en la enseñanza en torno a los procesos artísticos, la plástica o el dibujo técnico. «Quiero focalizarme en el arte, pero no es tan fácil. Lo ideal sería dar clase en el bachiller artístico», concluye.
«Cuando algo ya no te convence o ves que se está terminando antes de que empiece, si durante ese tiempo no sucede nada, hay confusión o crisis entre proyectos ideas cuando algo se acaba o tú decides terminarlo. Estiras hasta un punto en el que ya no te está aportando más, entonces tienes que parar y cambiar», exclama.
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