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A bote pronto, los premiados con el Nobel de Física y los estudiantes de Secundaria no parecen los colectivos más compatibles del mundo. O eso afirma el estereotipo de toda la vida, que se complace en presentarlos con rasgos exagerados y contrapuestos: los nobeles, flotando ... en una nube de reflexiones teóricas sobre el universo y la materia; los noveles, pensando más bien en los planes prácticos para después de clase o para el fin de semana. Pero eso, es un cliché injusto y, por supuesto, nada científico: el ciclo Passion For Knowledge, integrado en el Festival Internacional de Ciencia que organiza el Donostia International Physics Center, ha juntado este martes en el Bizkaia Aretoa a dos galardonados por la Academia Sueca (la canadiense Donna Strickland y el estadounidense George Smoot, especialistas en Fotónica y Cosmología, respectivamente) y 188 alumnos de ESO y Bachillerato, y la cosa ha fluido con soltura, alegría e interés recíproco. Ya lo ha dejado claro el propio Smoot: «¿Quién no es estudiante aquí? Tú, tú y yo –ha destacado, señalando a Strickland y al moderador, Pedro Miguel Etxenike–, todos somos estudiantes».
El encuentro ha sido una suma de curiosidades en la que ha tenido cierto papel el azar. Los jóvenes habían presentado previamente centenar y medio de preguntas, suficientes para ocupar toda la jornada, así que se iba sorteando sobre la marcha cuáles se planteaban. Ha dado tiempo para veinticinco, procedentes de centros de Portugalete, Vitoria, Llodio, Bilbao, Barakaldo, Erandio, Abadiño, Bergara, Mungia, Trapagaran...
Los organizadores las habían clasificado en biográficas, científico-técnicas y generales, porque, claro, a un nobel de Física se le puede interrogar sobre un espectro muy amplio de cuestiones: desde su primera vocación (Strickland, por ejemplo, quería estudiar Matemáticas) hasta la posibilidad de vida en otros planetas (y Smoot la ve factible, incluso considera que puede ser «bastante común»), pasando por asuntos más técnicos y más propios de quienes se han empollado a fondo el tema: el premio a la mejor pregunta ha sido para una alumna de Loiu que quería saber cómo ha podido generarse un universo anisotrópico y cómo es posible delimitar un universo en expansión que contemplamos desde dentro. Smoot, que además de estudiante se ha revelado como un tipo jovial y juguetón, ha regalado a la autora una reproducción de la medalla del Nobel en lujoso oro de plástico, como decían en 'Peppa Pig'. Parece que siempre lleva alguna encima cuando acude a estos actos.
En el diálogo no han faltado las frases memorables. «En el entorno de la ciencia, pasión y razón están muy unidas y se alimentan la una a la otra», ha apuntado en la introducción la rectora de la UPV, Eva Ferreira. «Cuando ganas el Nobel, parece que no hay nada más que merezca la pena, pero queremos seguir aprendiendo, ¡yo tengo preguntas que quiero resolver! El Nobel es una oportunidad, un privilegio, pero también puede ser una losa», ha reflexionado Smoot. «Hace falta fracasar mucho hasta tener éxito», ha sentenciado Strickland.
Y, cuando los jóvenes de un instituto les han preguntado por las líneas de investigación que dominarán el panorama de la Física dentro de cuatro o cinco años, para ver si el chivatazo les permitía ir preparándose de cara al final de la carrera, los dos sabios se han encogido –sabiamente– de hombros: «No lo sabemos, porque la ciencia cambia constantemente. Tenemos una tendencia demasiado marcada a ir todos en la misma dirección, eso no hay que hacerlo», les ha orientado ella. «Hay que tener la mente abierta. La ignorancia es todo lo que no sabemos, que está justo al lado de lo que sabemos. Y cada vez sabemos que sabemos menos», ha añadido él, con esa idea del conocimiento como un círculo que va creciendo y que tiene un perímetro cada vez más amplio, es decir, limita con más y más ignorancia.
Se ha cumplido lo que parecía inevitable: a Strickland le han preguntado más por lo biográfico y a Smoot, por lo científico. Ahí influyen sus correspondientes ámbitos de estudio (ella es una pionera de los láseres de pulsos ultracortos, que quizá estimulan menos la imaginación que el universo primigenio, tan relacionado con las investigaciones de él), pero también el hecho insoslayable de que la doctora es una de las cinco mujeres, solo cinco, que han recibido el Nobel de Física a lo largo de la historia, contando el concedido hoy mismo.
Los estudiantes le han preguntado insistentemente por la manera en que se ha visto afectada por su género: «Yo soy optimista, siempre veo lo bueno», ha respondido la científica, que ha recordado a sus colegas masculinos ayudándole a buscar un diodo perdido cuando era estudiante. «Nunca he pensado que por ser mujer no fuese a tener las mismas oportunidades. Mi madre sí había querido estudiar Matemáticas y no le dejaron, así que me insistió en que yo tenía que estudiar lo que quisiera. He tenido mucha suerte. Una vez acepté un trabajo no científico para seguir a mi marido, pero después él dejó otro para seguirme a mí».
«Han sido preguntas que hacen pensar a cualquiera», ha elogiado Etxenike antes de dar paso a la pausa del hamaiketako. Un concepto este del almuerzo que, por cierto, despierta un profundo interés tanto en el colectivo de premios Nobel como en el de estudiantes de Secundaria.
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