En el restaurante Miramar, abandonado desde 2019 y ahora hecho añicos, residen tres personas sin recursos que han llegado a la ciudad «a buscarse la vida». Samuel, de 33 años, alias 'Txuki', un punki de origen valenciano, es uno de los testigos a los que ... la Ertzaintza tomó declaración el mismo sábado, el día en que apareció la maleta con los restos de un cadáver. Con grandes ojos azules y tatuajes, duerme en la planta de arriba desde hace un mes y medio tras haber residido en varias localiades del interior de Bizkaia.
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Abajo, a la izquierda de la entrada, en una habitación cerrada en mucho mejor estado que el resto, duermen dos jóvenes marroquíes. En la puerta de su habitación permanecen restos del incendio y agua, aunque la madera está intacta. Samuel, que asegura que desde hace tiempo tiene problemas para dormir de forma profunda, descansaba arriba y se despertó en un par de ocasiones por el humo. «Olía a quemado y había un poco de humo, pero pensé que los chicos de abajo habían hecho una hoguera» dijo. No le dio importancia y como padece de un fuerte dolor en la rodilla decidió no bajar. Hasta que llegó la Ertzaintza a las 5.30 de la mañana. Aunque en alguna ocasión se ha peleado con sus vecinos de abajo, piensa que fueron ellos los que alertaron del fuego a las autoridades.
Los tres fueron conducidos a declarar a dependencias policiales. «Por lo menos allí estuve con el aire acondicionado puesto», bromeaba ayer en conversación con este periódico. Les dejaron en libertad y les avisaron de que «si necesitaban alguna otra cosa nos vendrían a buscar», explicó Samuel, que pese a lo ocurrido dice sentirse bien en el antiguo restaurante, por «las vistas y por el clima».
Samuel llegó a Euskadi hace más de diez años. Estuvo en tratamiento psiquiátrico, hasta que lo abandonó. «Me engañaron y me metieron en un hospital», relata. También dejó la medicación que le obligaban a tomar. Aunque fuma algunas sustancias, reconoce «que no estoy todo el día drogándome». Le gusta, por ejemplo, acercarse a la biblioteca a estudiar y espera «recuperarse anímicamente».
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A mediodía de ayer, por el exterior del edificio paseaba el que fuera el encargado del Miramar durante 25 años. «El que aguantaba los palos», relata. «Subo andando desde Deusto tres veces a la semana», explica. «Es una pena cómo está el restaurante», recuerda el hombre que eligió gran parte del mobiliario de la decoración, valorada en «muchos millones de pesetas».
Según explica, «llegábamos a atender doce bodas en un día» pero la clientela empezó a decaer «en todo Artxanda» en 2014. Su jefe era el propietario del terreno y también miembro de la sociedad gestora R. Archanda 5 SL. Esta sociedad presentó, por última vez, cuentas en 2017 y entró en concurso de acreedores dos años más tarde. El Miramar cerró por sorpresa en 2019, al igual que lo hiciera poco antes el Landatxueta, gestionado por el mismo grupo.
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