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El más grande: Es un ejemplar robusto, de gran talla y amplitud por la extensión de sus ramas. Ocupa la zona antigua del parque, por lo que su edad ronda los cien años. El castaño de Indias procede originalmente del Cáucaso y zonas de Turquía. Es caducifolio y da frutos similares a las castañas, pero con una salvedad: no son comestibles.
Sombra de la Pampa: Especie originaria de las llanuras y zonas inundables de la Pampa argentina. Se le conoce también como ‘bella sombra’ por la capacidad de su copa para proteger del sol. En Argentina, las vacas buscan cobijo en su sombra. El ombú de Doña Casilda se ha convertido en una atracción para los niños, que lo usan de tobogán como se puede apreciar en su desgastado tronco.
De hoja caduca: Parece que el árbol está muerto o medio podrido por el color de su follaje. Pero nada más lejos de la realidad. La metasequoia es la única conífera del mundo de hoja caduca. De madera dura, empleada en la construcción, este árbol pierde la hoja al acercarse el invierno. Tiene una peculiaridad más. No procede de América del Norte. Esta especie viene de China.
O del amor: Árbol con mucha leyenda. Originario de Asia menor y de la familia de las leguminosas -da frutos parecidos a la algarroba-, se le conoce como árbol de Judas por la creencia de que en uno de ellos se colgó el discípulo que denunció a Jesucristo. Pero también se le llama el árbol del amor por sus hojas en forma de corazón y su uso en Inglaterra para dar sombra a los bancos donde suelen acudir las parejas.
Monumental: Posiblemente el árbol de más valor del parque de Doña Casilda, pero también el más amenazado. El alcanforero da muestras de un precario estado al llegar al centenario y apenas le quedan cuatro años de vida. Para preservarlo, se han plantado ya retoños. Del sudeste asiático, su madera, de fuerte olor, se usaba para frenar la proliferación de polillas en las casas.
Un fósil viviente: El tono amarillo de sus hojas destaca en la floresta. Pero el valor del ginkgo va más allá de su cromatismo en otoño. Esta especie se considera un auténtico fósil viviente. Se han localizado ejemplares fosilizados de la época terciaria. Según cuentan los expertos, la clave para su conservación hasta nuestros días fue su protección dentro de monasterios chinos.
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