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J. Dominguez | J. Sudupe
Domingo, 8 de marzo 2020, 00:55
El portal de la calle Los Baños de Sestao donde reside la familia de Miriam, la joven de 23 años que falleció el pasado viernes junto a su marido, de 25, al quedar atrapados ambos en el incendio de una churrería ambulante que regentaban en ... la localidad guipuzcoana de Azkoitia, era ayer un hervidero. Con los rostros desencajados, no paraban de entrar allegados al inmueble para dar el pésame a los familiares. De puertas para afuera, el mutismo era absoluto. «Por respeto a ella y a sus padres, nos han pedido que no hablemos», se escudaban todos los presentes, entre los que se encontraban primos y numerosos conocidos. No en vano, la mayoría formaban parte del gremio de feriantes. «Coincidíamos todos los años en varios sitios», confirmaba un compañero de profesión y vecino de Barakaldo.
Los vecinos de Azkoitia también se mostraban impactados ayer a la mañana por el trágico siniestro. «Venían desde hace mucho tiempo y aunque llevaban casados poco más de un año debían tener un hijo de antes porque a veces veíamos junto al puesto a un niño pequeño jugar con su abuela», sugerían desde la cercana tienda de ropa Kukua. Llevaban instalados desde el pasado 3 de febrero en la esquina de la calle Ibai Ondo y el puente que va a la parroquia de Santa María La Real y contaban con todos los permisos municipales. Así lo reconocieron fuentes autorizadas del Ayuntamiento, donde todos los partidos mostraron su solidaridad con la familia «en estos momentos tan duros».
Por su parte, la Ertzaintza confirmó que prosigue la investigación para esclarecer el origen del incendio que, según confirmaron varios testigos, estuvo acompañado de una explosión. La churrería quedó totalmente calcinada y en su interior encontraron cinco bombonas de butano, tres de ellas en buen estado. Desde la asociación de feriantes de Gipuzkoa, apuntaron que, al parecer, empezaron a trabajar con la puerta cerrada, algo que, supuestamente, «no se puede hacer».
Conchi Aparicio, una veterana churrera de Sestao, interpretaba que, por la hora -las seis de la tarde-, «estarían preparando la masa para hacer los churros y, o han tenido un problema con el gas o se les ha caído aceite delante de la puerta con el ventanal aún cerrado y por eso no pudieron salir».
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