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Un año sin discotecas

Mientras algunos empresarios de ocio nocturno se reinventan, otros aguardan angustiados la fecha de retorno

Domingo, 18 de abril 2021, 14:27

A Diego Maestre, dueño de la sala Sonora de Erandio, el negocio le marchaba de cine hasta el estallido de la pandemia. Su club de música electrónica ha sido elegido en dos ocasiones -en 2014 y 2018- el mejor de España. En 2020 esperaba batir ... récords de asistencia y facturar cifras que nunca había alcanzado: casi 1,2 millones de euros. «Estaba convencido de que me llamarían Don Diego», ironiza. Contaba las sesiones por llenos. Ponía a bailar las noches de los viernes y sábados a más de 1.600 personas. Pero, de golpe, todo se vino abajo. Sonora dio un portazo el 5 de marzo del año pasado y desde entonces no ha levantado cabeza.

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El joven empresario se ha visto obligado a pedir un crédito ICO de 190.000 euros para mantener los más de 40 empleos, «entre directos e indirectos», que creó. Trabajó varias semanas en junio, «porque tenía que comer y pagar nóminas», pero fue un visto y no visto, ya que las restricciones sanitarias le obligaron, como al resto, a bajar de nuevo la persiana de una de las discotecas de mayor éxito de Bizkaia. Desde entonces las pistas de baile se encuentran paradas y suenan a música de réquiem. «Solo pedimos que nos dejen empezar a trabajar poco a poco y facturar algo, aunque solo sea para cubrir gastos».

Si la situación de los bares es crítica, el ocio nocturno se enfrenta a un futuro peor por el cerrojazo decretado por las instituciones para evitar la propagación del virus. Y no solo eso. La mayoría de los hosteleros desconocen cuándo volverán al tajo. Maestre, que ha recibido ayudas por valor de «solo» 5.000 euros, habla de «quizá en septiembre», pero sus previsiones pecan de un «excesivo optimismo», a juicio de sus colegas. Adrián Medrano, propietario de la Fever de Bolueta, da por hecho que «2021 ya está perdido».

Al gremio se le acumulan las pérdidas, mientras lamenta el escaso apoyo institucional. Luis Ángel Rodríguez, propietario de Moma, la discoteca de Rodríguez Arias, asegura haber recibido menos de 5.000 euros, «una nimiedad» que no le ha sacado de ningún apuro. Otros han entregado la cuchara ante la imposibilidad de afrontar «tantos gastos». Frente a este clima derrotista, sus protagonistas han reaccionado de un modo muy distinto. Muchos permanecen a la espera de la evolución de la pandemia, mientras otros se han reinventado con el lanzamiento de nuevos negocios. Rodríguez , por ejemplo, inauguró en enero Shock, un local en Alameda de Urquijo, que opera todas las franjas horarias que permiten los tiempos actuales para atraer «a todo tipo de clientes». Más de 400.000 euros se ha dejado en las obras, a los que hay que sumar el millón y medio de euros que desembolsó, hace cuatro años, por la compra del Moma. «Tengo colegas que psicológicamente se encuentran muy mal», apunta.

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Recorte de las rentas

Medrano tampoco se ha quedado atrás. El pasado 1 de enero anunció a «amigos y 'haters'», a través de su cuenta de WhatsApp, la apertura definitiva de Shelter -«un tugurio cueva de toda la vida»- en Iturribide 40. «Es una forma de tener más trabajo del que hay porque estoy en ERTE en Santa Ana», argumenta. Los empresarios de la noche han encontrado, al menos, el apoyo de los proveedores mediante la firma de contratos de 'rappel' (descuentos que aplican a los clientes cuando llegan a un determinado volumen de compras) y de algunos arrendadores. Sin ser una práctica habitual, a Maestre le han hecho un descuento de casi un 50%. Aun así, solo en el pago del alquiler se le van todos los meses 10.000 euros.

Héctor Sánchez, gerente de la Asociación de Hosteleros de Bizkaia (AHB), tilda de «dramática» la situación, pero advierte de que lo peor está aún por llegar. «Hay que ser realista. Es una utopía pensar que las autoridades sanitarias van a abrir la mano para que se funcione de noche». Maestre confiesa que no le ha quedado más remedio que «tirar de los ahorros. Es así de duro, pero se me acaban los fondos», confiesa angustiado mientras desea que las instituciones les permitan trabajar «con horarios más amplios» cuando vuelvan a la pista, algo para lo que no hay fecha.

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Luis Ángel Rodríguez | Dueño de Moma y Shock

«Las ayudas recibidas no llegan ni para pagar la luz»

Luis Ángel Rodríguez ha tenido que pedir un crédito de 150.000 euros. fotos: maika salguero

El empresario mantiene una empresa de electricidad. «Sobrevivo a costa de trabajar otros gremios»

Luis Ángel Rodríguez es un 'todoterreno'. Es el dueño de Moma, ha estado ligado también a Budha, otra de las grandes discotecas de la ciudad, y el pasado enero puso en marcha Shock, una cafetería y bar de copas «totalmente diferente», presume. Además toca otros gremios, ya que mantiene operativa una empresa de electricidad. «Es la manera de sobrevivir, porque pasan los meses y cada vez te lo ponen peor», reprocha. La pandemia cortó en seco cuatro años jalonados por largas colas de adolescentes a las puertas de la sala de Rodríguez Arias.

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Pese a las dificultades, Rodríguez no se lo pensó dos veces cuando le ofrecieron la posibilidad de coger el antiguo local de la cervecería Cruz Blanca de Alameda de Urquijo. Moma permanece cerrada desde el 15 de marzo del pasado año y «vi que me tenía que reinventar para poder pagar todos los meses. Si no, te fusilan», bromea.

Con la nueva aventura empresarial se encuentra, no obstante, un poco «acojonado». Ha pedido un crédíto de 150.000 euros, cuenta con una plantilla de 20 trabajadores y las ayudas recibidas «no llegan ni para pagar la luz. Los ingresos son inexistentes, pero se mantienen los gastos de agua, basura, el seguro de responsabilidad civil, que supone 15.000 euros... A todo esto hay que añadir las hipotecas. Si se prolonga todo esto, no sé dónde vamos a llegar». Rodríguez se daría con un canto en los dientes si le permitiesen echar a andar con el 50% del aforo.

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Adrián Medrano | Dueño de Fever y Shelter

«Más que abandonados nos sentimos perseguidos»

Poco antes de la pandemia, Medrano llevó a la Fever a C. Tangana, el fenómeno musical actual.

Afirma que el sector sigue asistiendo a una cascada de cierres y lamenta que «no se indemniza a nadie»

Adrián Medrano es uno de los grandes 'popes' de la noche bilbaína. Dirige desde 2005 Fever/Santana 27, por donde pasan algunas de las estrellas nacionales y extranjeras que recalan en la capital vizcaína. Una de las últimas grandes actuaciones antes del coronavirus fue la de C.Tangana. Con aforo para 1.500 personas, asegura que, «a día de hoy», no se ha planteado echar el cierre, «pero todo dependerá de lo que se alargue esta situación». El futuro, admite, no pinta nada bien.

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«Por ahora aguantamos con los pocos conciertos que estamos haciendo con aforos reducidos y con la apertura del restaurante». Estos ingresos le permiten «subsanar» los enormes gastos de la sala, pero resultan «insuficientes y la deuda se está acumulando», reconoce. La mayoría de los ocho empleados que tiene en nómina están en ERTE y algunos trabajan con jornadas reducidas. «A la gente que acabó la temporada pasada lógicamente no se le renovó», explica.

Medrano sigue sin haber cobrado la «única» ayuda que le prometieron y evita concretar la fecha de reapertura. «Hace poco pensábamos que igual podría ser en octubre, pero viendo el ritmo de vacunación y cómo nos están mintiendo, habrá que esperar como mínimo hasta enero de 2022. El actual ya lo doy por perdido», se queja. «Como hostelero, no es que estés abandonado, te sientes basicamente perseguido. Se siguen produciendo cierres y, sin embargo, a nadie se le indemniza», protesta.

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