El Consejo de Gobierno de la Diputación aprobó ayer la actualización de su Plan de Innovación y Sostenibilidad de Carreteras, que contempla una inversión de 55,5 millones durante los próximos cuatro años para modernizar la red viaria del territorio. El objetivo más ambicioso y ... llamativo es el de crear una red inteligente que permita obtener datos instantáneos sobre el tráfico, el estado de las rutas y las necesidades de mantenimiento de, por ejemplo, taludes o arcenes. «Queremos ser un referente en el despliegue de la movilidad sostenible, conectada y automatizada», dijo el responsable foral de Infraestructuras, Carlos Alzaga.
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La primera fase del proyecto arrancó en 2020 y ha supuesto una inversión inicial de 32 millones. Entre las diferentes acciones se ha procedido a instalar una red de sensores en la A-8, desde Ermua hasta Muskiz, que de momento funcionan «en pruebas» y que ahora se procede a ampliar a otras vías. Se espera que en el futuro transmitan la información sobre cada punto kilométrico y que «se conecten con los coches» a través de los navegadores para informar a los conductores de cualquier incidencia que pueda interesarles. Principalmente, cuando existan caravanas o afecciones meteorológicas.
Las carreteras 'inteligentes' empiezan a cobrar forma, pero habrá que esperar para verlas a pleno funcionamiento. De momento, solo los fabricantes de coches de alta gama han empezado a instalar la tecnología necesaria de forma experimental. Su 'democratización' y la digitalización de todo el parque de vehículos llevará un tiempo.
La creación del Bizkaia Conected Corridor (BCC) es solo una parte de las 300 medidas que se van a desarrollar en las carreteras del territorio hasta 2027. Otra será la implantación definitiva del asfalto reciclado, opción con la que hasta ahora se ha estado experimentando en puntos concretos del la red viaria. El objetivo de reducir los vertidos a los vertederos llevará a dar «una nueva vida» a los materiales, tanto los que ya han servido como base de las carreteras como los que provienen de otras cuestiones y antes se desechaban.
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La Diputación renovó el año pasado la norma foral que determina los 'ingredientes' autorizados para abrir la puerta a un nuevo elemento: la ceniza. El visto bueno llegó tras trece años de ensayos en un laboratorio y a escala real, en pequeños tramos viarios de los municipios de Areatza y Bilbao.
El Gobierno foral firmó un convenio de colaboración con el Consorcio de Aguas en 2010. Había un objetivo concreto: intentar dar una segunda vida a los residuos que se generan en la depuradora de aguas de Galindo tras la incineración de los lodos. Hasta entonces parte de las cenizas se reutilizaban en la industria cementera y el resto acaba en el vertedero. Es esa segunda fracción la que se busca reducir a la mínima expresión.
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La primera prueba 'real' comenzó en julio de 2014. Un pequeño tramo de la N-240 fue renovado con un conglomerado a base de ceniza y betún asfáltico. La definitiva llegó en 2016 en el Alto de Santo Domingo.
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