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Una pareja bailando bachata a la entrada del parque de Akarlanda, en Erandio. Decenas de jóvenes de una misma cuadrilla revoloteando en torno a dos mesas llenas de costillas, morcillas y chorizos recién hechos en el área de esparcimiento de Mendikosolo, en Arrigorriaga. Amigos que ... prácticamente no estaban juntos desde hace tres meses entusiasmados en Artxanda... Las principales áreas de esparcimiento de Bizkaia se vieron este sábado saturadas por la llegada de miles de personas ansiosas por volver a disfrutar del buen tiempo y de una jornada de asueto en compañía de sus seres queridos y amigos. Un pequeño placer que el confinamiento les había arrebatado el 14 de marzo y que muchos ayer recobraron a las bravas. Con una indisimulada ansiedad tras dos meses y medio de abstinencia que podría explicar que buena parte de los asistentes se saltaran las principales medidas de prevención para evitar la propagación de la pandemia como la mascarilla o los dos metros de separación.
Esta avalancha de usuarios a las áreas recreativas se repitió también en la bilbaína de Kobetas, o en Gorliz. Sin embargo, fue en Akarlanda donde más se dejó notar y obligó a la intervención del servicio municipal de Protección Civil de Erandio, que cortó con barreras los accesos al parking a mediodía, «porque estaba colapsado; había coches mal aparcados por todas partes, incluso sobre los pasos de cebra», según aseguraba uno de sus efectivos. Buena parte de la masiva afluencia a los merenderos se debió a la presión ejercida por las autoridades para frenar los excesos en las playas. De hecho, proliferaban los vecinos que confesaban ser más de mar, «pero como no dejan tomar el sol en la arena, probamos aquí a ver si no nos dicen nada». Silvia y Mila se habían buscado un lugar apartado junto al campo de fútbol de Artxanda para poner la toalla y tumbarse tranquilas. «Hacía años que no subíamos aquí, pero nos dijeron que estos días por las tardes se llena», subrayaban.
También Julene Aurre, Ane Quevedo y Jorge Izkara reconocían ser más de arena, pero eligieron esta área recreativa porque los diez miembros de la cuadrilla no podían esperar más sin juntarse y no querían encontrarse con ningún inconveniente. «Vamos a estirarlo a tope, cena por ahí incluida», subrayaban.
También Joseba Rementería eligió este enclave bilbaíno como punto para el reencuentro con su cuñada Ana, sus sobrinas Izaskun y Ainara, y las hijas de ésta, Malen y Garazi. Pero en este caso si tomaron todas las precauciones porque «hay muchas ganas, pero también miedo». «Nosotras venimos todas de Leioa y podemos estar juntas, pero a él le hemos puesto en la otra esquina de la mesa», aseguraba Ana Céspedes, que reconocía tener guardados también mascarillas y guantes para todas, «pero yo creo que con la prevención de la distancia es suficiente».
Con el paso de las horas, la cuadrilla de Jon Zabalia, Xabi Pérez y Álex Sánchez se fue olvidando de las precauciones, y disfrutaba de un día de barbacoa «por todo lo alto, que nos lo merecemos». Tenían una mesa privilegiada, a la entrada del recinto, «pero nos lo hemos currado, porque hemos venido a las ocho y media». La afluencia de gente fue tal que, «el encargado nos ha dicho que a las diez ya se había completado el aforo del recinto».
Cerca de ellos disfrutaban de la jornada Iliana Moreno, su familia y sus amigas. Y lo hacían por partida doble, ya que además del reencuentro, celebraban el día de la mujer en Nicaragua, de donde ellas proceden. Aunque quien mejor se lo pasaba era la pequeña Cristina de 18 meses, que no dejaba de entrar y salir de su castillo de tela, que las mayores habían decorado para la ocasión con globos.
Luis Fernando García se sentía en la gloria sentado a la mesa con su familia y amigos. Él también se había ganado la plaza. «He venido a las siete de la mañana y casi no cojo sitio porque ya había mesas cubiertas por manteles que la gente había dejado de madrugada», aseguraba. César Lorenzo «Toquero, que no se te olvide el segundo apellido», intentaba quitaba hierro al asunto al subrayar que «ansiábamos que llegara este momento, nos hacía mucha falta volver a socializar». Cerca de ellos la pequeña Jone y sus amigos Oinatz e Ibai no se lo podían creer: volvían a pasar un día entero juntos desde «no sé ni el tiempo».
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