Dima celebra el Día del Cazador: «Nos jugamos el futuro de la caza»

«La caza también vota» y tiene «capacidad para mover los cimientos políticos de este país», advirte. Reconoce que la manifestación de Madrid, en la que miles de personas protestaron por la nueva Ley de Protección Animal que prepara el Gobierno, impulsada por la rama de Podemos, que pone límites a la caza, le «había emocionado». «Nunca en ningún lugar del mundo se ha celebrado una manifestación de cazadores con tanta gente». Sarasketa ha anunciado que se volverán a manifestar en la capital madrileña «o donde sea quince días antes de las elecciones generales y eso ya son palabras mayores». Y ha terminado, como siempre, con vivas a la caza. «Ehiza bai! Arrantza bai!», le han coreado los asistentes.

Después de dos años suspendida por la pandemia, la tradicional cita en el tercer domingo de junio en las campas de Zumeltza, en la localidad vizcaína de Dima, ha vuelto a atraer a miles de personas de los tres territorios, Bizkaia, Álava y Gipuzkoa. «Unas 30.000 o 40.000», según los cálculos de Sarasketa.

Además de exhibiciones de presa de perros y caballos, los asistentes han podido degustar cecina de burro o toro, observar los jabalíes y becadas disecados por taxidermistas, y ver a los 'pointer' y otras razas de perros de caza en el recorrido por los distintos puestos. La ola de calor que estos días azota a Bizkaia se ha dejado notar, sobre todo a mediodía, aunque no con tanta fuerza como el bochornoso sábado.

Juan y Joseba, del coto de Llodio, han tardado 45 minutos en llegar por Orozko. Se dedican a la caza mayor «todo lo que nos dejan, de septiembre a marzo» y alertan ante la superpoblación de jabalíes. Acababan de hablar con un profesor que cada día se encuentra de camino al trabajo con algún cerdo salvaje o corzo en la carretera y les ha transmitido su miedo por los accidentes. Reivindican su labor «de control de especies» para no terminar como «en Cataluña, donde hay jabalíes hasta en las calles».

Rufino Martínez, leonés afincado en Vitoria, jubilado de la Michelín, lucía a su espalda las flechas con las que práctica la caza, dos colas de zorro y dientes de jabalí. «Aficioné a mi hijo a la caza con escopeta y él a mi, con arco». También disfruta como «'perrero'» en batidas de caza mayor. Todo lo que sea con tal de no quedarse sentado en el sofá. «Al final terminarán pagandonos a nosotros», sonreían.

Pero las estrellas de la jornada han sido los cetreros. Desiré toca el pico de 'Blue', su águila Harris peruana, mientras alaba su nobleza. La joven, de 30 años, tiene otras cuatro aves rapaces en su caserío de Gordexola, entre ellas un espectacular búho navil blanco. «No es una mascota ni un capricho», advierte. Exigen mucha dedicación. «Tienes que volarlas cada día, limpiar las jaulas para que no cojan infecciones. Y estar pendiente de si tienen una herida o comen algo que les sienta mal porque son muy delicadas». El vínculo que el cetrero adquiere con cada ave es muy especial. «Un perro se va con cualquiera. Un ave rapaz, no».