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Luciano López se convirtió la semana pasada en un héroe local por sorpresa. Vecino de Rekalde «de los de toda la vida», regenta la cafetería Biarritz, en la esquina con Gordoniz. El hostelero ha entregado a la Ertzaintza 40.000 euros que una clienta de ... 90 años se dejó en su local cuando fue trasladada en ambulancia al hospital.
Todo empezó el martes, sobre las 19.15 horas. Aunque habitualmente la mujer siempre va por la mañana a tomarse un café, ese día lo hizo por la tarde. «Es una clienta habitual». Como siempre, caminaba apoyada en su carrito de la compra rojo. «Desde que la conozco siempre lo lleva, tendrá 15 años. Está viejito, lo lleva pegado con cinta aislante, yo creo que le sirve para andar porque cuando va al supermercado lleva ese y otro», recuerda. La anciana tiene un apego especial al carro, entra con él hasta al baño.
Pese a su edad, «se defiende bien, no aparenta los años que tiene». A alguna vecina le ha confesado que «no se lleva bien con los bancos». Ese día, sin embargo, no parecía tan lozana. Luciano cree que, tal vez, se empezó a encontrar mal y entró en el bar a ver si se le pasaba. Sentada en una silla, la mujer «se escoraba hacia un lado y volvía a recomponerse mientras me miraba». Otro cliente de a diario, del que no recuerda el nombre, aunque sí que está jubilado y es originario de Micieces de Ojeda, al norte de Palencia, le preguntó a la anciana qué quería. «Un café con leche», como siempre, y se lo acercó, pero ella seguía inclinándose y ya empezaba a tener mala cara.
«A esta mujer le está dando algo», espetó, y llamó a una ambulancia. Ese gesto le salvo la vida. Según les explicó después uno de sus siete hijos, la mujer estaba sufriendo un infarto. Aún se recupera en el hospital y probablemente en los próximos días reciba el alta médica. Los sanitarios la colocaron en la camilla y la trasladaron al hospital. «¿Qué hago con este carro?, preguntó él. «Déjalo por ahí», le indicaron. «Lo puse junto a las mesas y me olvidé de él dos días. Pero me molestaba y también quería interesarme por ella».
Luciano decidió abrirlo «a ver si había algún papel con un teléfono» y dentro encontró un tesoro. «Había bolsas de plástico, periódicos... Y de una bolsa de tela empecé a sacar un montón de sobres llenos de dinero». En cada uno de ellos, «2.000 o 3.000 euros». Era la una de la mañana y «llevaba 18 horas trabajando. No sabía qué hacer, si llamaba a la Policía me iban a enredar, así que subí a casa y lo metí debajo de la cama. Sólo se lo dije a mi hijo, que se levantó a las cuatro de la mañana para ir a trabajar. No dormí en toda la noche».
Al día siguiente, el jueves, empezó «a procesar cómo devolverlo, a ver si le daban el alta a la mujer. Nunca pensé en quedármelo y eso que tengo deudas que pagar, pero les conozco del barrio de toda la vida. Sí que le daba vueltas a los problemas que me podía traer porque podían decir que había otra cosa», asegura. Le preguntó a un ertzaina jubilado, que llamó a su vez a su hermano, que está en activo, y le aconsejó que lo llevara a la comisaría de Zabalburu.
Se presentó entonces en el bar un hijo de la mujer en busca del carro «porque pensaba que me estaba estorbando». El hombre desconocía lo que había dentro. «Igual más de 20.000 euros», le aclaró el hostelero. Quedaron a las once de la noche, cuando cerraba el bar para ir a la Ertzaintza. «Una ertzaina tuvo que pedir ayuda para contar todo el dinero». Había 40.850 euros, según quedó reflejado en un escrito oficial. Los billetes se quedarán allí hasta que la mujer salga del hospital y, «si coordina bien, se lo darán a ella».
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