Concierto del dúo finlandés NYOS en 2016. O. Cubillo

Se despide el Xurrut, la pizzería de Gorliz que es historia del rock en Bizkaia

La sala, que se traspasa por jubilación, dirá adiós este domingo tras cuatro décadas de conciertos: «Es un lugar muy especial donde se ha vivido el rock sin artificios»

Viernes, 29 de septiembre 2023, 16:32

A priori, una pizzería en Gorliz no parece el local más apropiado para abrirse un hueco en la escena del rock and roll. El pepperoni y los decibelios no suelen ir de la mano y, en fin, Gorliz no deja de ser una periferia no ... muy bien comunicada por transporte público, lo que siempre ha complicado el peregrinaje nocturno. Pero, en esto del rock, la pasión puede más que los 'aprioris', y el Xurrut se acabó convirtiendo en uno de los centros neurálgicos de la geografía musical vizcaína. A muchos les basta escuchar su nombre para que se les agolpen recuerdos (y también borrosas sombras de recuerdos, qué le vamos a hacer si el tiempo pasa) de ese sótano pequeño y oscuro que se transfiguraba por un rato en una sala internacional, donde reinaba esa mezcla confusa de infierno y paraíso que tanto aprecia la afición.

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El Xurrut ha colgado el letrero de 'se traspasa por jubilación' y celebrará este domingo 1 de octubre su concierto de despedida, en realidad una fiesta en la terraza bautizada como 'El Último G(a)rito', que contará con las actuaciones de Sonic Trash, Duobite, Omago, Monday Potions, Planetaleta, Lee Perk y Er Duende & Tonians, más alguna sorpresa. Estos nombres cerrarán la extensísima nómina de artistas que han pasado por el local, que empezó tímidamente con los conciertos en los 80 y elevó la apuesta durante la década siguiente: en los 90 y los primeros 'dosmiles', el Xurrut era una presencia constante en las agendas, como una de las sedes oficiosas del activísimo 'Getxo Sound', pero también como delegación vizcaína del punk guipuzcoano de Buenavista y como acogedora estación de tránsito para bandas extranjeras de gira. El bolo de mención ineludible, porque ha alcanzado dimensiones casi mitológicas, es aquel de los texanos At The Drive-In ante una veintena de espectadores en abril del 2000, justo antes de que se convirtiesen en una referencia masiva, pero, si revisamos las hemerotecas, comprobaremos que aquel mismo mes el Xurrut acogió citas tan interesantes como los también estadounidenses Hot Water Music y For The Living o el primer Festival de Punk y Rock and Roll, dos fechas con bono a 1.500 pesetas en las que participaron Nuevo Catecismo Católico, Señor No, The Hot Dogs, Safety Pins, Teen Dogs y The Painkillers.

Cartel de la fiesta del domingo.

Más allá de haber acogido tempranamente a gente ilustre como Chan Marshall o los japoneses Mono, ¿qué tiene de especial el Xurrut para haberse ganado ese hueco en la historia y en los corazones? «En los 90 la oferta de música en directo estaba limitada a apenas una docena de locales en Bizkaia, al margen del circuito de gaztetxes, y el Xurrut fue una sala de referencia. Además, ofrecía un plan imbatible: la posibilidad de cenar una pizzas que eran de lo mejorcito y rematar después con un buen concierto. En un local, sí, pequeño, caluroso y donde todos estábamos apretados como sardinas en lata, pero eso era precisamente lo que buscábamos», responde el bajista Iñigo Romera, que ha tocado allí más de una docena de veces con Los Clavos, Cancer Moon, Cujo («nuestro primer concierto y el de despedida los hicimos allí»), Los Paralíticos del Ritmo y Basurita. «Y tocar en el Xurrut era algo muy especial, se trataba a los grupos con una hospitalidad maravillosa», añade.

Otra dimensión

«Lo mejor del Xurrut han sido sus gentes: el trato, la cercanía y la honestidad tan poco frecuentes hoy en día. Es un lugar muy especial donde se ha vivido el rock sin artificios, con los grupos dándolo todo y el público en comunión casi como en un local de ensayo», apunta el guitarrista y cantante David Hono, que participará en la fiesta de despedida con Sonic Trash e incluso llegó a grabar un tema de homenaje al Xurrut con Ya Te Digo (al final de este texto va el vídeo, repleto de fotos y 'memorabilia' xurrutera). «Cuando la escena local estaba baja, ahí estaba en primera línea el Xurrut, una sala a la vieja usanza con un encanto especial: un sótano oscuro, 'underground', con buena visibilidad, y donde además podías cenar unas pizzas antes, durante o después del bolo», elogia Iñaki Gallardo, responsable del sello Decadencia Corporal, que ya frecuentaba el local en los hoy tan lejanos 80. Y nuestro crítico Óscar Cubillo, que en su momento se obstinaba en incluir el Xurrut en todas y cada una de las entregas del cuadernillo 'Viernes de Evasión', remata esta tanda de miradas un poquillo nostálgicas: «El Xurrut molaba porque en su día, en los 90, ofrecía una programación internacional que no había en el centro de Bilbao. Además, las bebidas eran baratas (o sea, estaban a precio normal) y sus pizzas tenían mucho éxito. Y lo de bajar al sótano donde se celebraban los conciertos era como pasar a otra dimensión, como dicen los de Sonic Trash. Lo único que no molaba eran los retrasos. A veces había intención de empezar con puntualidad, pero siempre sucedía algo que lo desbarataba todo».

La terraza, en una foto de 2011. Juancar Hernández.

Con esa sensación de que, como escribió el peruano Julio Ramón Ribeyro, también mueren los lugares donde fuimos felices, toca rebuscar en los archivos de la memoria, a veces tan defectuosos, y elegir un concierto especialmente significativo; ese que, por un motivo u otro, nos salta al primer plano de la mente al escuchar el nombre del Xurrut. «Yo tengo grabado con letras de oro un concierto de Lula, estaríamos ocho personas y fue memorable. También destacaría uno que organicé con Low Life Empire y Ubriel, nos trataron de maravilla y con gran profesionalidad», escoge Gallardo. «¡El de Songs: Ohia! Era un martes o un miércoles y estábamos quince personas como mucho. Jason Molina decidió tocar a pelo, solo con su guitarra, y pufff, aún se me ponen los pelos como escarpias», se estremece Hono evocando aquella cita de 1999 como si hubiese sido ayer. Romera se queda con un cabeza de cartel vasco: «Me impactó mucho un concierto de El Desvän del Macho, desplegando toda su furia a un volumen demencial. Entonces yo estaba muy en ese rollo y me quedé turulato perdido». ¿Y At The Drive-In qué? «Sí, yo los vi allí antes de hacerse estrellas mundiales –asiente Cubillo–, y a los Zeros, los Ramones mexicanos, a los que entrevisté en spanglish en el garaje del Xurrut. Pero el concierto que tengo más claro en la mente fue el de los Aterkings, de Markina, unos castas que rocanrolearon con furia y desparpajo. El garaje lo llevaban en la sangre, y uno de ellos se cayó al suelo porque resbaló en un charco de cerveza, el cantante y el guitarrista se pegaron en serio... ¡Fue increíble!».

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Vídeo de homenaje con el tema 'Xurrut Song', de Ya Te Digo.

«Éramos veinte, pero parecíamos doscientos»

«En realidad, primero fue el rock», puntualiza Carlos Fernández, uno de los dos responsables del Xurrut, cuando recuerda los comienzos del bar en 1985. Pero los horarios empezaron a limitarse y, para cuadrar cuentas, se les ocurrió empezar con las pizzas: así surgió la curiosa identidad doble del local. En los 80, según relata, los conciertos eran «mucho más esporádicos y precarios», con bandas como Doctor Deseo, M.C.D. o Altos Hornos de Vizcaya, pero al Xurrut le correspondió ocupar un paréntesis en la historia de la música en directo en el territorio: «En cierto modo, tomamos el testigo en la época que va del cierre del Gaueko hasta la apertura del Antzoki, y después seguimos. En medios como 'El País' o 'Ajoblanco' nos anunciaban como la sala de Bilbao. En los 90 coincidimos con el 'Getxo Sound': El Inquilino Comunista dieron un concierto memorable, gratis, con pistolas de agua. Y lo de los grupos extranjeros era el resultado de aprovechar cierta escena de bandas que venían a Donosti, Vitoria o Iparralde y les quedaba una fecha libre, que solía ser el domingo, un día difícil, pero como nuestra sala era pequeñita...». Ahora que llega la despedida (y «ojalá viniera alguien con ganas»), ¿qué concierto de toda su historia destacaría Carlos? «Me viene a la memoria el primero de Portobello Bones. Me dejaron alucinado, con una potencia espectacular. Pero ha habido tantos... The Black Heart Procession, At The Drive-In...». ¿De verdad había solo veinte o treinta personas viendo a At The Drive-In? «Sí, pero con lo que nos movíamos parecíamos doscientos».

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