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TERRY BASTERRA
Miércoles, 3 de abril 2019, 00:34
Dos patrullas de la Ertzaintza acudieron en la noche del sábado al hospital Alfredo Espinosa de Urduliz. El personal sanitario del centro había solicitado su presencia para mediar con la familia de una enferma terminal. Los médicos habían valorado que la situación de la ... paciente era irreversible. Su salud estaba muy deteriorada y nada se podía hacer por salvar su vida. Los especialistas optaron por suministrarle una sedación controlada. Querían aliviar los dolores de la mujer durante sus últimas horas. Pero se encontraron con el rechazo frontal de su marido y su hija. Al parecer, ambos exigieron reiteradamente a los médicos que siguiesen suministrándole cuidados y les acusaron de «querer practicarle la eutanasia» a la paciente. «Queréis matar a mi madre», les espetó supuestamente la hija.
Ante este escenario, el personal del centro sanitario -hospital de referencia en Uribe Kosta y Mungialdea- trasladó lo que estaba ocurriendo al juzgado de guardia. El juez emitió un permiso en el que indicaba que prevalecía el criterio médico. Cuando los enfermeros y facultativos acudieron de nuevo a la habitación con la autorización judicial para sedar a la madre, su hija y su esposo se atrincheraron en la habitación para impedirlo.
Fue en ese momento cuando desde el hospital se decidió solicitar la presencia de la Ertzaintza. Acudieron dos patrullas que, tras mediar con los familiares, consiguieron que cediesen y abriesen la puerta para que la paciente fuese atendida por el personal médico. Se le suministró una sedación leve para calmarla durante sus últimas horas. La mujer falleció durante la madrugada de ayer en el hospital. Desde la Policía autónoma indicaron que no fue necesario realizar ninguna detención. Antes de abandonar el hospital, padre e hija habrían vuelto a discutir con un guarda de seguridad en el hall de acceso.
Fuentes sanitarias indicaban ayer que la familia era ya conocida por el personal del centro. La mujer estuvo allí ingresada hace un tiempo como consecuencia de una rotura de cadera. Tras recibir el alta, llevaba, al parecer, una vida sedentaria en la que apenas salía de casa. Recientemente sufrió una caída en su vivienda y se fracturó las costillas. Debido a su deteriorado estado de salud la última etapa la había pasado ingresada en el hospital de Gorliz.
En la unidad de cuidados paliativos de este centro, y ante el cuadro de grave deterioro irreversible que presentaba, trasladaron a la familia la conveniencia de sedarla para que nos sufriese ya que se encontraba «agonizando en estado terminal», recalcaron fuentes médicas.
La familia se negó y decidió sacar a la madre de Gorliz para llevarla a Urduliz. Ingresó el sábado y lo hizo por el servicio de Urgencias. Cuando los médicos del hospital propusieron el mismo tratamiento con paliativos para la mujer, su marido y su hija entraron en cólera. «Insistían en que querían sacarla de aquí para llevársela a Cruces. Decían que allí la iban a curar y que aquí la queríamos matar», recordaba ayer una trabajadora.
El personal sanitario califica el episodio del sábado como algo «muy desagradable». Un miembro del equipo de seguridad explicó a este periódico que, aunque no llegaron a producirse agresiones físicas, sí hubo amenazas y agregó que no recordaba ningún incidente tan grave con los familiares de un paciente en los pocos años de vida de este centro.
Apuntó también que el de Urduliz es, por lo general, un hospital muy tranquilo. «Hasta el momento los mayores problemas que hemos tenido son con gente que viene pasada con una intoxicación de alcohol o drogas, que dan problemas cuando llegan y luego cuando se les baja el 'colocón'. Pero amenazas de muerte y momentos tan desagradables como los del sábado no recuerdo haberlos sufrido. Y menos que se nos encerrasen dos familiares en una habitación con el paciente», señaló el vigilante.
Los trabajadores coincidían en describir al padre y la hija como «dos personas problemáticas». Según señalaron, ya habían causado algún incidente menor cuando la mujer ingresó a causa de su fractura de cadera, aunque entonces nadie pensó que pudiera producirse un altercado como el del sábado.
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