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Iñigo Crespo
Miércoles, 27 de abril 2016, 00:31
Hace tiempo que Rafael Nadal no mira al primer puesto del tenis mundial. El balear, uno de los deportistas españoles más grandes de todos los tiempos, ha luchado contra sí mismo durante los dos últimos años para intentar volver a ser quien fue, convencido ... de que todavía está a tiempo de recuperar su mejor juego a sus 29 años. En este tiempo, la adversidad a la que se ha enfrentado iba más allá de un intratable Djokovic, del eterno Federer y de los numerosos aspirantes que le retaban. Nadal bregaba con su cuerpo, con sus rodillas, sus tobillos, su espalda y su cabeza. «Es como si tuviera una lesión mental», pensaba para sí mismo. Sus dos triunfos consecutivos este mismo mes, en Mónaco y Barcelona, devuelven la felicidad y el alivio al rostro del balear, dispuesto a levantar un nuevo gran título de nuevo este verano.
Parece haber pasado una eternidad desde la última fotografía que muestra cómo Nadal muerde un prestigioso trofeo, su seña de identidad de campeón. Los casi dos años que separaban su último éxito en un Masters 1.000 del recién conquistado torneo de Montecarlo se asemejaban a una condena interminable, sobre todo al tratarse de un deportista que había hecho de la leyenda su rutina.
Nadal ha recibido numerosos avisos por parte de su cuerpo y ha acotado su temporada a la tierra batida, Wimbledon y este año los Juegos Olímpicos (pista dura), donde será el abanderado de España y busca recuperar el oro de Pekín 2008. Los triunfos ante rivales como Wawrinka y Murray, raquetas de primer orden, y el desliz de Djokovic ante Vesely en Mónaco otorgan esperanza al balear para buscar su décimo Roland Garros y conquistar por tercera vez el lustroso torneo británico, que tiene un encanto especial para Nadal por representar lo más esencial y tradicional del tenis.
Jugar en pista rápida es casi un tormento para el guerrero balear por todo lo que sufren sus rodillas. Ese terreno, además, es el predilecto de Djokovic, donde se ha mostrado intratable. Nadal, que lleva la competición en la sangre y es un ganador voraz, ha asumido que será casi imposible volver a coronar Australia o EE UU. «Nadie ha jugado así jamás», llegó a reconocer Nadal, rendido al talento del serbio y su adaptación a la superficie dura. Pero la tierra y la hierba, dos terrenos más mullidos, dan un respiro a sus articulaciones y le permiten ser más agresivo, acortar la pista, acorralar al adversario y ser más resistente. Y es que el español se encuentra pletórico de pulmones, tal y como demostró al agotar a Monfils en la final de Montecarlo.
«No conoce sus límites»
Nadal ha tenido que lidiar en las últimas semanas con la acusación de dopaje por parte de la exministra de Sanidad y Deporte de Francia, Rosalyne Bachelot. El balear, que ha mostrado una inteolerancia absoluta ante esta lacra del deporte, ha pedido que se hagan públicos todos sus controles para desmontar la teoría de la antigua ministra de Sarkozy, quien aseguró en un programa televisivo que había ocultado un positivo entre finales de 2012 e inicios de 2013, cuando permaneció inactivo. El tenista ha emprendido acciones legales y se ha querellado contra Bachelot.
Pero Nadal quiere olvidarse de batallas judiciales y centrarse en volver a ganar un gran torneo, encontrar de nuevo su techo. «Un jugador no suele conocer sus límites. Se los imponen los rivales. En el caso de Rafael también se los impone el físico. Ha tenido la desgracia de luchar toda su carrera contra las lesiones», afirmaba Toni Nadal hace poco más de un año en una conversación con EL CORREO. A sus tradicionales contratiempos se ha unido un bache psicológico con el que nadie contaba. Nadal, sin embargo, ha regresado a la tierra con la firme intención de reconquistarla.
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