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Gago, frente a frente con Simion.
BOXEO

Andoni Gago demuestra su valentía

Pierde a los puntos en Rumanía ante un Viorel Simion que conectó las mejores manos para acabar desfondado ante el aguante y coraje del púgil de Otxarkoaga

josé manuel cortizas

Viernes, 14 de octubre 2016, 23:47

Orgullo. Brillo en los ojos de los aficionados, amigos, vecinos que se reunieron en el café Geltoki de Otxarkoaga ante una pantalla gigante que parecía realmente el Circul Globus trasladado a ese rincón del botxo. Andoni Gago aceptó el reto de colarse en el ... hangar del bombardero y salió indemne. Derrotado a los puntos, pero con el reconocimiento unánime de haber caído como sólo los grandes saben hacer: en pie tras doce asaltos infernales y sin dar un paso atrás. Le penalizó el catálogo de buenas manos con que Viorel Simion fue creciéndose en los cuatro primeros asaltos, pero a la vez fue la causa de conmoción para el rumano. No daba crédito a lo que soportó el bilbaíno cuando sus crochet doblaban a estallar en la mandíbula. Nada de pladur. Hormigón armado en el esqueleto de Machito, cinta roja en torno a la frente como marca de la casa y calzón con la bandera mexicana en loa física al mítico Chávez.

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Fue el comienzo lo que acabó con las opciones del de Otxarkoaga. Farruco, el local quiso madurarle para hacer bueno su vaticinio de enviarle a dormir antes del límite. Pero su cloroformo no fue lo puro que necesitaba. Una izquierda comida por un Gago quizá algo lento en la arrancada. Era esa zurda un estilete que entraba libre, limpia, entre la guardia de Andoni. Segundo round y más de lo mismo, ahora la derecha era la que inspeccionaba el terreno y testaba de qué materia está hecho el mentón de un bilbaíno. Pero esa guardia no acababa de proponer el peaje esperado. Seguía encajando Gago, se trastabillaba con una contra y Simion engarzaba series en apariencia demoledoras que no causan el desmoronamiento deseado por su rincón.

Otro jab y un gancho hicieron al público de Otxarkoaga torcer el gesto. No encontraba Gago su sitio y cuando se encordaba salía sin mácula, pero su valentía carecía de precisión en la respuesta. Para el cuarto asalto, el noventa por ciento de los boxeadores del límite pluma ya habrían flexionado incapaces de respirar o dolidos por el alcance de la carga del bombardero rumano. Pero el vizcaíno iba blindado, con una preparación física modélica que le llevó a cambiar el rumbo de la pelea. Fue a más. Se rehizo al tiempo que su oponente pagaba el precio de tanta mano soltada y la contundencia de su boxeo.

El rumano reaccionaba a espasmos, cuando se dolía de los golpes remitidos en adelante con asiduidad, aunque sin carga explosiva suficiente. La segunda parte del combate fue un homenaje al valor, a la disciplina y la necesidad de demostrar al otro que pasara lo que pasara seguirían ambos en pie. Medio minuto de intercambio tras una amonestación de postureo a Simion y el gong del duodécimo asalto sonando con los dos soltando sendos ganchos al aire y la ceja derecha del vizcaíno abierta, manando sangre y con otro corte en la frente como recuerdo de la batalla. No quedó nada tras el fajín de protección. El título intercontinental de la FIB se le había empinado demasiado a Andoni Gago por la clara superioridad del rival en los primeros asaltos. Sólo un k.o. le habría servido. Lo rozó con contras y ganchos, pero no llegó. Decisión unánime de los jueces. Justa. Como el reconocimiento a un Gago enorme, pétreo, indestructible, que nunca le perdió la cara al número cinco del mundo.

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