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Pacquiao golpea a Bradley durante el combate de este sábado.

Pacquiao suma para la leyenda

Gana por decisión unánime a Bradley, al que provocó dos cuentas, y alimenta la sensación de que aún no colgará los guantes

JOSÉ MANUEL CORTIZAS

Domingo, 10 de abril 2016, 08:18

¿Irse? Ni él lo ve claro. Menos tras ampliar su leyenda con otro título Mundial, el welter de la OMB, conquistado esta madrugada en Las Vegas ante Bradley. Porque después de lo visto, Manny Pacquiao puede perfectamente convertir su adiós definitivo en la madre ... de todas las batallas volviéndose a ver las caras con Mayweather en un futuro encerrado en el 2016. Quedaba por ver si el físico, la motivación y el fervor popular le siguen sin dar esquinazo y ha superado la reválida, esta última oposición, con matrícula y una incontestable decisión unánime de los jueces. Aupado por sus asistentes, colgando de su hombro izquierdo, el que detona su dinamita, el cinturón dorado y con un solitario rastro de castigo en el mentón también del lado del corazón, Pacman era en el ring del MGM la viva imagen de un dios del noble arte.

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Para conquistar su undécimo título volvió a ser él, a predicar su boxeo de insistencia, con una mano derecha que hizo su trabajo de desbroce a la perfección. Y se lo tomó no con calma,pero sí con paciencia. Los tres primeros asaltos se movieron entre el tanteo, la cautela y el margen de seguridad que ambos púgiles delineaban con una coreografía perfecta, la del paso, y en ocasiones salto, atrás. Nada de quedarse en el radio de acción de una contra, de una mano doblada. Normal. Sonaban los golpes fallados como amenazas de muerte deportiva. El que cometiera la torpeza de quedarse donde no debía se iba a derrumbar.

Fue en el cuarto asalto cuando el filipino tomó la iniciativa sin que la definición pasara de un intercambio de uno-dos más nítidos que poderosos. En el siguiente round Pacquiao mostró su esencia llevándole a Bradley de cuerda en cuerda, aunque el norteamericano antes había logrado abrirle la guardia. Pero no era fino en la distancia y siempre se quedaba desprotegido con manos erráticas que nacían sin opción alguna de alcanzar a su rival.

Un par de series devueltas en el sexto y primer punto de inflexión en el séptimo acto con una cuenta de protección a Bradley que no debió ser tal. Le llegó Pacquiao al rostro con una miniserie pero el golpe rodado que la culminó coincidió con un resbalón de su rival que acabó apoyando sus guantes sobre la lona,lo que el árbitro Tony Weeks interpretó como una entrega de la plaza. Con esa decisión todo cambió. El californiano sólo podía esquivar el veredicto en contra devolviendo la moneda, cazando al filipino. Se lanzó a tan arriesgada pero necesaria empresa y Pacman llegó a sentirse en apuros.

Pero era cuestión de tiempo e inteligencia que el hasta entonces decacampeón en ocho divisiones aprovechara la coyuntura a poco que fuera inteligente, porque condición física le sobraba. Así aguardó el momento y en el noveno asalto, con Bradley encelado ofreciéndole cloroformo,le cazó con un gancho ascendente. Seco, preciso, como una puntilla. El americano rodó, literalmente, por la lona mientras los 16.800 espectadores que abarrotaron el MGM Grand de Las Vegas se rendían, si había alguien que aún no lo hubiera hecho, al icono filipino.

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Los tres rounds restantes mostraron el pundonor de Bradley ante un Pacquiao que no iba a tirar tal ventaja por la borda. No pudo esquivar una serie contundente pero imprecisa en el último minuto pero se las apañó para zafarse de la lluvia de golpes y ser él quien acabara conectando manos para saborear la gloria con su victoria número 58, por decisión unánime, quedándose quizá con el resquemor de haber podido aprovechar aquel noveno asalto para despachar a su oponente y volver a firmar una victoria por la vía rápida que no consigue desde que anestesió a Miguel Coto en 2009.

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