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Julián Méndez
Jueves, 29 de octubre 2015, 17:56
En esa sociedad secreta que forman los aficionados al rugby cohabitan dos familias con intereses irreconciliables. Unos idolatran el juego tosco, subterráneo y sincero de los delanteros, esos tipos enormes, pesados y de carreras paquidérmicas que revientan las costuras de las camisetas. Eduardo Téllez, comentarista de MovistarPlus, ha tomado la costumbre de llamarles 'gordos'. «Du Preez da de comer a sus gordos», repite cuando el medio de melé combina con su paquete... mientras al otro lado del televisor los delanteros veteranos mascullan '¿alguna vez les dará de beber, ¿no?'. El adjetivo ha cobrado fuerza, pese a que los morros de algunos pilieres se tuerzan cada vez que pronuncia la maldita palabra.
En el otro lado se encuentran los tres cuartos, tipos livianos que apuestan por la rapidez. Bien. Hasta ahí nada que objetar. El mundo siempre ha sido así: pastores o agricultores, nómadas o sedentarios, vegetarianos y carnívoros, bebedores de café o té, de vino o cerveza... «A los gordos nos discriminan», protesta Diego Dieste, un 'pilaruco' que pasa de los cien kilos y milita en el Quebrantahuesos Rugby Club, de Monzón (Huesca). A Dieste y a sus colegas, los tres cuartos les han hinchado tanto las narices que han organizado un torneo reservados a gordos... y gordas.
Lo han bautizado Fat Rugby y en él solo podrán jugar delanteros (y delanteras) que hagan temblar la báscula. Encuadrados en equipos de ocho miembros, deberán pesar en conjunto 720 kilos para la formación masculina y 570 para la femenina: No hagan cuentas; cada una deberá pesar algo más de 71 kilos y, ellos, 90.
Por ley, en el torneo queda proscrita la presencia de medios de melé (por lo general los más livianos del equipo), habrá choques de delantera a tutiplén y, en las melés, será el árbitro quien introduzca el balón. «Así que allá él si la introducción es parcial», ríe el gigantón Dieste. «También prometemos 'sacrificar' un medio melé en una ceremonia regada con cerveza», asegura Dieste.
En el torneo, que se celebrará en mayo, se han inscrito ya la mitad de los 50 equipos que podrán participar en el certamen. Proceden de Vitoria (Gaztedi) o Irún, pero los hay también de Madrid, Barcelona, Santander, Torrelavega, Granada, Zaragoza, Toulouse, Lyon... Se jugará a lo ancho en el campo de Alcubierre y los partidos eliminatorios durarán diez minutos, que serán doce en las finales.
Y, tan importante como el juego, será el tercer tiempo, ceremonia iniciática para la tropa del balón ovalado. «Habrá dos: uno nada más llegar, el viernes. Otro, al final del torneo donde se darán la mano, como de costumbre, el rugby, la cerveza y la juerga», promete el pilar oscense. La inscripción cuesta 20 euros por persona y da derecho a una camiseta conmemorativa, comida y birra libre en los terceros tiempos. Habrá un espacio de acampada.
El torneo Fat Rugby es un puro acto de reivindicación deportiva de los pesos pesados. Algo parecido a lo que hizo el pilar namibio Johnny Redelinghuys este Mundial, cuando pateó a palos en su último test match. «Es que lo de los tres cuartos es postureo puro. Hasta se quitan las camisetas para presumir. Cuando se hacen los equipos para el seven de playa, los gordos, que corremos menos, siempre salimos discriminados. Hemos decidido acabar con esa tiranía», anuncia Diego Dieste. La idea ha gustado tanto que clubes de Nueva Zelanda, Argentina, Holanda y Bélgica han llamado al Quebrantahuesos para clonar la idea del primer torneo para gordos.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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