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Iñigo Crespo
Jueves, 24 de septiembre 2015, 18:55
Yogi Berra contestó con su particular hilaridad a una de las preguntas más comprometedoras que le hizo su mujer, Carmen. "Si mueres antes que yo, Lawrence, ¿dónde te gustaría que te enterraran?", le preguntó. "No lo sé, sorpréndeme cuando llegue el momento", respondió la leyenda ... de los New York Yankees. Por desgracia, Carmen Berra no continuaba con vida ayer, cuando él falleció a los 90 años. Pero aquella escena condensa a la perfección la naturaleza del histórico receptor del laureado conjunto de Nueva York, convertido en ídolo por su calidad y sus célebres frases. También porque, con su modo de vida accidental, casi sin querer, puso el germen del titánico negocio de los derechos de imagen de los deportistas de élite.
Ni siquiera los Yankees confiaban en que Yogi Berra llegara a ser un hombre clave en su historia -está considerado uno de los tres más grandes de la historia, junto con Babe Ruth y Joe Di Maggio- cuando lo ficharon de las Ligas Menores por 500 dólares. Los directivos del equipo de Nueva York apenas le habían visto jugar cuando se alistó en la Marina en 1943 y sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial, pero algo les decía que podría tener cierto valor, ya que rechazaron una oferta de los Giants.
Pero aquel jugador de físico peculiar se convertiría en uno de los mejores jugadores de todos los tiempos y consiguió calar hondo en la sociedad americana al convertirse en uno de sus referentes más populares. Berra alcanzó la gloria con su condición de hijo de inmigrantes italianos, inspiró al oso Yogi y dejó para la historia algunas de las frases más célebres del deporte. Aquellas intervenciones pasaron a llamarse 'yoguismos' por su singularidad, y consiguió dejar su impronta incluso al intentar desmentir algunas de ellas. "No he dicho todo lo que he dicho", aseguró.
Entre sus grandes citas se encuentra la del "'déjà vu' que se repetía muchas veces'", o "hasta Napoleón tuvo su 'Watergate'". También admitió de manera sutil que su rendimiento en el terreno de juego era del 180% en comparación a las demas. "En el béisbol el 90% es mental. La otra mitad es física", dijo en una ocasión.
En su época como jugador, Berra puso el germen del negocio de los derechos de imagen de los jugadores de manera casual. Frank Scott fue a visitarlo a su casa y se le paró el reloj. Cuando Yogi se dio cuenta, abrió a un cajón repleto de elegantes relojes que daban la hora para nadie y le regaló uno. Scott, atónito, le preguntó para qué necesitaba todas esas joyas si jamás podría usar tantas. "Son de los programas de televisión, me regalan uno cada vez que voy", respondió.
Frank Scott se decidió entonces a rentabilizar la popularidad de su amigo y se convirtió en el hombre que lograba dinero por las colaboraciones publicitarias y apariciones públicas de Yogi Berra y de numerosas estrellas del deporte. "Yo consigo el 10% de lo que ganáis vosotros. Si no brilláis en el terreno de juego, tengo el 10% de nada", les repetía a los deportistas para espolearles.
Berra siempre se mantuvo ligado al béisbol como leyenda de los Yankees de Nueva York y no llevaba bien el paso del tiempo, a pesar de que gozaba de muy buena salud y tenía mucho tirón entre los aficionados. "Lo bueno de tener un físico tan particular es que la gente me sigue reconociendo y me para por la calle", admitió en una ocasión. En cualquier caso, Berra no dejaba de añorar otros tiempos, tal y como reflejó en una de sus míticas frases. "El futuro ya no es lo que era".
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