Robert Basic
Viernes, 21 de agosto 2015, 00:49
Recuerdo perfectamente la primera vez que vi a Cristian Malmagro. Fue a finales de los noventa en el Polideportivo Ipurua, cuando todavía el Arrate vivía, en un campeonato juvenil que había solicitado y organizado el desaparecido club eibarrés. Enseguida reparé en un chaval ... espigado, delgadito pero todo músculo, vestido con las ropas del Granollers y una zurda que me pareció exquisita. Siempre he sentido una especial debilidad por los zurdos, que son geniales e imprevisibles al mismo tiempo, capaces de lo mejor y de lo peor, imposibles de descodificar. Aquel chaval era aún menor de edad y estaba rapado casi a cero, tenía los típicos andares cansinos del que se sabe bueno y un arrojo que le permitía jugársela cuando a la mayoría de los mortales se les encoge el brazo. Hizo un torneo maravilloso y luego se convirtió en uno de los grandes nombres del balonmano nacional e internacional, primero en el Granollers y luego en el Portland San Antonio, un lateral derecho elegante y de buen lanzamiento hubo una época en la que jugaba de extremo que tras cinco años en el exilio regresa a la ASOBAL de la mano del Naturhouse.
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Nadie dudaba de que Malmagro triunfaría en una competición que hasta hace nada rivalizaba con Alemania por el título de la mejor liga del mundo. Luego todo se fue al carajo y en España no quedaba ni el Tato, con la salvedad de las perlas que colgaban del collar del Barcelona. También el propio Naturhouse ha sabido hacer bien las cosas y armar un buen equipo, lo que le ha permitido jugar la Champions y ahora recuperar a un jugador que le dará mucho en el ataque posicional. El zurdo nació en Granollers y se formó en el club de su ciudad, un ejemplo de trabajo con los jóvenes y la cantera. Despuntó muy pronto y el bosnio Sead Hasanefendic, entonces entrenador del conjunto catalán, le hizo debutar en la ASOBAL con apenas 17 años. Nieto y sobrino de jugadores de balonmano, Malmagro respondió a las expectativas y vivía por y para los goles. En un partido metió 11 al Barça, el gran rival, y poco a poco se convirtió en un especialista desde los siete metros. Tenía al lado a un genio como el croata Patrik Cavar, que le hizo de maestro y depuró su técnica como ejecutor de penaltis.
El lateral, que a veces alternaba su posición con la del extremo derecho, jugó siete temporadas en el Granollers y luego fichó por el Portland San Antonio (2007), donde permaneció tres campañas y no pudo levantar ningún título en 2008 fue bronce con la selección en los Juegos de Pekín. La crisis ya sacudía a los clubes españoles y el catalán decidió emigrar en 2010 al AG København danés, conjunto en el que estuvo un par de cursos y con el que conquistó dos Ligas y una Copa. Luego marchó al Montpellier francés, donde logró otra Copa, y a partir de ahí comenzó un extraño periplo por el emirato de Abu Dhabi para terminar en el Minaur Baia Mare de Rumanía, equipo con el que conquistó la Liga de aquel país y también la Copa. Apenas se sabía ya nada de él, hasta que el otro día el Naturhouse anunció su fichaje hasta este mes de diciembre.
Con 32 años cumplidos en marzo, el de Granollers debería aportar experiencia, goles y variantes ofensivas al conjunto riojano, que le contrató para suplir la baja de Stefan Terzic. Luego se verá. Los franjivinos ya se frotan las manos con su flamante adquisición, que coincidirá en Logroño con su excompañero de la selección Albert Rocas. Malmagro jamás se ha podido quitar el sambenito de individualista y de un tío obsesionado con hacer la guerra por su cuenta. Pero es maravilloso con el balón en las manos, incontrolable e imprevisible, siempre con la vista fijada en la portería, un zurdo genial.
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