Francisco Apaolaza
Sábado, 2 de mayo 2015, 18:48
Es probable que esta noche le cueste dormir. Se levantará a las seis oyendo el mar antes de verlo, como todos los días. Somnoliento, probablemente cansado, se acercará al salón pisando el suelo con la precaución propia de sus 88 años, casi como si pidiera ... permiso, y comprobará si su amigo el que sabía de televisores, le compró el combate, una duda que le ronda hace dos días. En ese momento, a 9.929 kilómetros a vuelo de pájaro del MGM de Las Vegas, en su casa de Rincón de la Victoria, verá cómo Pacquiao y Mayweather se parten la cara en una lucha desesperada. Junto a espectadores de 170 países, Manuel Alcántara presenciará el último combate del siglo, de su siglo, y tal vez se acuerde, asomado a su vejez, de cuando daba la lata en casa y su madre le mandaba «Anda, vete con los boxeadores». Y de su infancia de hacer guantes y cartillas de racionamiento, de los pinitos en el cuadrilátero que le dejaron cierto perfil pugilístico y una nariz sin remate, de su gloria periodística en el boxeo en España, que fue tanta, de esa afición freudiana con la que puede explicar la vida a través del boxeo y el boxeo a través de la vida, pues son la misma cosa.
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Nació en Michigan en 1977. Le llaman Money. Se calcula que gana 100 millones al año. De familia de boxeadores. Es ostentoso y presumido. Odiado por muchos, se hace fotos con mujeres, tacos de billetes y coches bañados en oro. Está invicto.
En la mesa de su restaurante de cabecera en Málaga se puede oler el mar y hay sopa de puchero, lechazo y Rioja. «Sopitas, buen vino y buena ginebra. Ese es mi lema». Dice que sabe más de boxeo que de Lope de Vega y -calculen-, de Lope de Vega lo sabe todo. No hay un mejor escenario ni mejor interlocutor para dibujar el choque brutal entre Manny Pacquiao y Floyd Mayweather, charlar de Machado y Cassius Klay, y tomarle las medidas a la primavera. Suena un mensaje en un móvil que recuerda a una campana.
-¿Es el combate del siglo?
-Ha habido muchos combates del siglo: Jack Dempsey y Georges Carpentier (1921) O en 1910, Johnson y Jefries, que era blanco y todos iban con él. En ese combate, Jack London escribió una crónica terrible diciendo «Deja que tu alfalfa crezca sola. Vuelve para ganarle al negro». Era un racista importante. Se negó a llamarle por su nombre a Johnson y decía El gigante Etíope. Este es un combate curioso, pues ninguno de los boxeadores está ya en su tiempo. Tenía que haber sido hace cinco años [Tienen 38 y 36 años], pero el genio es el que lo ha organizado.
-¿Con quién va usted?
-El poeta Luis Cernuda hablaba de la realidad y el deseo. Si tuviera que apostar, apostaría por el negro [Mayweather], pero como no voy a apostar, mi ilusión sería que ganara Pacquiao. Lo veo muy difícil. Al americano no hay forma de que le peguen. Es un maestro de la esquiva. Es la mayor estructura defensiva del boxeo. Si entra en el cuerpo a cuerpo tiene un gancho que le llega a la barbilla a su contrario. Le gusta que le ataquen y refugiarse en las cuerdas. Todos los entrenadores dicen No te pegues a las cuerdas, que están electrificadas, no te arrincones. Y este se arrincona a propósito para cazar en una contra. Es la mayor estructura defensiva de todo el boxeo. Ha habido púgiles así. Toni Ortiz peleó con Nicolino Locche y me contaba que le apuntaba al centro del pecho y no le daba, que era como si esquivara las balas.
Nació en Kibawe (Filipinas) en 1978. Siempre se muestra preocupado por la marcha de su país y por las obras sociales. Ha tenido papel en la política filipina. Se confiesa creyente y católico. En su ficha hay 57 victorias y solo 5 derrotas.
Quedaban 30 años para que rodaran Matrix. Todo es metáfora de todo, como si las cosas estuvieran conectadas unas a otras en una red profunda y ordenada por reglas propias que conjugan el presente y el pasado. Si alguien a estas alturas no sabe quién es Alcántara, además de poeta y articulista, el maestro retrató la edad de oro del boxeo con una mano que podría haber sido pincel expresionista o escalpelo de neurocirujano. En aquellos días de los 60, cuando en las gradas estaba «Todo Madrid» y todo Madrid no era al final «tanta gente», lanzaba imágenes como hechizos, metáforas de pulso feroz que podrían haber aupado o derribado gobiernos en países del G-20. Legrá, al que bautizó como El negro de Baracoa, levantaba los brazos al cielo en señal de victoria y gritaba el La,La,La de Massiel en el ring mientras miraba al público. Urtain, Carrasco... No eran sus tiempos porque jura que sus tiempos también son estos. Entonces, un poeta largamente premiado «en primero de jazmines», se asomaba a la descarga brutal de golpes. El contraste resultó atómico. En todos los continentes salvo en Oceanía se asomó a los cuadriláteros que para él siempre tenían «algo de púlpito a la gloria y algo de patíbulo». Ya escribía con esta contundencia: «Los golpes restallaban en los rostros macerados, suenan con un chapoteo bermellón. Van y vienen en todos los puntos posibles de la anatomía del adversario. Ambos boxeadores ven a través de sangre y el contrario es para cada uno de ellos un imbatible fantasma colorado». Esto lo contó en 1969 después del combate de Miguel Velázquez y Pedro Carrasco, que se sobaron la badana quince asaltos en un combate que se les quedó dentro. Dejó algunas de las páginas más potentes del periodismo que hoy se pueden recuperar en La edad de oro del boxeo, un libro delicioso con crónicas comentadas por Teo León Gross y Agustín Rivera que ha editado Libros del K.O. Alcántara dejó de hacer crónicas de boxeo cuando en el 78 vio caer muerto a Rubio Melero en el ring. Cuarenta y cinco años después de aquella crónica, sigue disparando sentencias, preguntas y anécdotas como si su ametralladora pausada estuviera llena de magias, todavía.
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Se comieron a su perro
El combate de mañana es más que los 350 millones de dólares de la bolsa que se repartirán los contendientes (60% para Mayweather y 40% para Pacquiao). «Es una lucha entre el bien y el mal, entre el bueno y el malo» En cada esquina del ring habrá un hombre antagónico al otro: uno presumido y uno más humilde, y los dos con una infancia dura. «El boxeo está lleno de infancias terribles. La familia de Pacquiao se comió a su perro cuando era un crío y por eso se fue de casa. Al padre de Mayweather le apuntaron con un arma y puso a su hijo delante, así que le dispararon en una pierna. Los toros y el boxeo son dos campos en los que alguien que no es nadie socialmente puede ser millonario».
El malo es Mayweather, el tipo que más ha cobrado de la historia. Se cree que gana cien millones de dólares al año. «Está continuamente humillando al filipino. Le llama enano, y solo mide tres centímetros más. Antes al ring había que salir con barba de tres días y cierta mala leche acumulada,pero Mayweather quiere salir guapo. Es un fenómeno. El otro también, pero el otro es un fenómeno simpático y popular y Mayweather es el chuleta que todo el mundo acaba deseando que le pase algo. Bien podría ser el primo de Mourinho».
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Pacquiao es «veloz, ambidiestro y con cualquier mano lo puede sentar por vez primera». No es que Mayweather no haya perdido nunca, es que nunca ha sufrido una cuenta. «Nunca le han roto una ceja. Los que se meten en el cuerpo a cuerpo tienen lesiones en los pómulos que les dificulta la visión. A este nunca le han pegado».
-Si se trasladara a personajes de la política, ¿Quiénes serían?
-Sería difícil encontrar el bueno arquetípico que es Pacquiao, porque son todos malos.
-¿Y quién es Mayweather en política?
-No tendría equivalente porque Mayweather sabe esquivar y los políticos solo saben quejarse.
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-¿Torres más altas han caído?
-Por prolongar su vida cayó Alí, el más grande boxeador de los pesos pesados. Era arrogante, muy guapo, uno noventa y dos, una cintura así. Hice la crónica del combate con Evangelista en Washington. Nada más ver a Evangelista, sentado de paisano conmigo, le tiró tres directos de izquierda -¡shin-shin-shin!- y lo dejó a tres dedos de la barba ¡Uf! Luego le dio un abrazo. Evangelista reaccionó y le dijo Luego, más en el ring. Evangelista tenía 21 y el otro, para 36. La televisión tenía contratada publicidad en los ocho asaltos primeros. Como el combate se prolongue, Mayweather lo puede pasar mal.
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