Carolina Rodríguez se despide con un diploma olímpico

En el segundo ejercicio de la noche, el de pelota, la sensibilidad de Carolina a la hora de ejecutar su montaje encandiló al público. Los jueces le dieron una puntuación de 17.683, nota que no gustó a los asistentes al Arena Olímpica do Río, quienes mostraron su descontento con ella. A pesar de ello, esta nota permitió que Rodríguez se situase en la octava plaza al finalizar la segunda rotación.

En las mazas se lució con un ejercicio muy español. El aparato complicó las medallas a algunas de las favoritas al metal (Kudryavtseva o Melitina sufrieron las caídas de las mazas) pero en el que la española se mostró segura y muy regular con su competición. La nota de 17.700, ligeramente más baja que en la clasificación (17.833) volvió a enfadar al público pero asentó a Rodríguez en la octava plaza.

Al igual que en la clasificación, el final de la competición lo marcó el ejercicio de las temidas cintas, que con la humedad de Río de Janeiro son más propensas a nudos y enredones. La leonesa cometió en este aparato el único fallo de la competición, una caída que le dejó la nota en 16.950, pero que no impidió que Carolina pusiera el punto final a su carrera deportiva con un diploma olímpico.

De esta manera, con un total de 69.949, la gimnasta española cumplió el objetivo con el que partió hacia Río: clasificarse para la final y terminarla entre las ocho primeras. La medalla de oro fue para la rusa Margarita Mamun (76.483), la de plata para su compañera Yana Kudryavtseva (75.608) y el bronce para la ucraniana Ganna Rizatdinova (73.583).

«Me he quedado enamorada del público, precioso, todo el mundo volcado conmigo», confesaba Carolina Rodríguez, tras protagonizar su última actuación en un tapiz. «Estoy más contenta que las del podio. No me salen ni las lágrimas porque quiero disfrutarlo», continuó, con un diploma que le sabe a medalla. Con 30 años y 23 de profesión, su octavo puesto ya está en la historia: la gimnasta más veterana en lograrlo.

«Yo dije que tenía que acabar como el cuento de una princesa y así ha sido. Estamos superemocionadas, no ha podido ser más bonito porque su historia es para hacer una película y acaba con un final feliz, como tienen que acabar los cuentos», completó su entrenadora, Ruth Fernández. «No puedo desearla más, es como una hija. Ha sido el broche de oro y ella se marcha satisfecha, que es lo único que quería. Una final olímpica y un diploma olímpico con 30 años, quién lo diría», remarcó la preparadora.