Rodrigo Errasti Mendiguren
Viernes, 1 de mayo 2015, 01:00
Antes de llegar al Calderón como entrenador, Diego Pablo Simeone ya era historia viva del Atlético de Madrid por su aportación en el doblete del 96 con gol ante el Albacete incluído. Su trayectoria como técnico, con cinco títulos (Europa League, Supercopa de Europa, Copa ... del Rey, Liga, Supercopa de España) y una final de la Champions, le ha convertido en uno de los personajes claves de la historia rojiblanca. En 200 partidos como entrenador, logró que su equipo se quedase en la mitad sin encajar y gracias a ello cosechó 127 victorias y solo 33 derrotas. Unos números mágicos, ya que tiene el mejor porcentaje de triunfos de un técnico de la historia del club con 0,63%, y para muchos aficionados, su trabajo ha sido simplemente perfecto, pero no para todos.
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Sólo superado en partidos dirigidos por Ricardo Zamora, el primer campeón de Liga del club, y por Luis Aragonés, su técnico más legendario, su entorno nota que, por primera vez, hay algunos críticos al argentino. Incluso en alguna encuesta online, como una elaborada por Prisa, un porcentaje pequeño de los votantes, un 2,05%, le suspende. Nadie le niega que ha conseguido mantener el espíritu competitivo del equipo, pese a perder ante el poder adquisitivo del Chelsea a quizá el delantero más en forma de Europa (sin contar a Cristiano y Messi) y al lateral internacional de Brasil, Filipe Luis. Mario Mandzukic llegó por el ariete y con Antoine Griezmann ha cumplido, pero no ha sucedido lo mismo con Siquiera y Ansaldi. Tal es la preocupación, que se ha contactado con Filipe para que deshaga el camino andado hace un verano. Tras vengar con la consecución de la Supercopa la final de Lisboa, en la que el propio Cholo reconoce falló a la hora de alinear a Costa y cambiar a Raúl García por José Sosa; el punto de inflexión de la fe en Cholo fue la eliminatoria contra el Real Madrid, en la que Fernando Torres, ídolo de la afición, tuvo una participación escasa.
En la ida, Simeone resultó perdedor en el duelo táctico. El Real Madrid ofreció su mejor versión en el Calderón pero le faltó definición para haber roto con la mala racha tras Lisboa. Sujetado por los guantes de Jan Oblak el Atlético se presentó en el Bernabéu con un 0-0 que le dejaba en la situación deseada por su técnico: un gol en campo ajeno, manteniendo el habitual buen hacer defensivo, podría ser suficiente para colarse en semifinales. El Madrid tenía la baja por sanción a Marcelo y unos días después cayeron lesionados Modric, Benzema y Bale. A diferencia de la Copa del Rey, en la que Torres fue titular y la salida valiente del equipo en cada parte le premió con un gol, y pese a esas bajas, Cholo apostó por otro duelo conservador y se equivocó. Incluso en pleno partido, cuando un gol era media clasificación, retiró a Griezmann para sorpresa de todos por Raúl García. Quitar al francés le ha costado algún silbido en su estadio, pero allí no se escucharon al ser territorio ajeno.
El mensaje del Niño
La roja a Arda le hizo arrinconarse aún más atrás en torno a Oblak. Incluso metió a Giménez apostando por tres centrales, dos carrileros largos, tres en medio y Mandzukic, medio cojo, arriba. En un suspiro marcó Chicharito. Y Torres, el ídolo de una afición que sabe que El Niño sufre como un hincha más, se quedó sin jugar. Tras el plácido triunfo ante el Elche (3-0), Fernando Torres volvió a jugar de suplente pero logró en Villarreal un gol que puede valer la clasificación del Atlético para la próxima Liga de Campeones. Fue una jugada en la que le ganó la partida a Campbell y combinó pillería, rapidez, sangre fría, clase y algo de fortuna. Con suspense, anotó su quinto tanto desde que llegó al club rojiblanco, dos en Liga y tres en Copa del Rey. «Hemos conseguido tres puntos que nos acercan al objetivo», explicó antes de responder si puede mejorar sus prestaciones. «Todos nos tenemos que exigir más, desde el primero al último. Siempre se puede mejorar», respondió en una respuesta que podría llevar implícito un mensaje a Simeone.
Lo cierto es que la clasificación directa para Champions League está cerca, sólo el Valencia parece en disposición parece poder quitarle el tercer puesto, por lo que no hay duda de que a nivel grupal el equipo ha rendido, aunque en algunos momentos ha parecido que Simeone gestionaba mal las pausas. El ataque de ira de Arda Turan, con el que se abrazó en Vila-Real, hacia el árbitro asistente ante el Barcelona en Copa del Rey fue, quizá, el reflejo de que el Atlético a veces se contagia de la fustración de su técnico por verse por detrás en el marcador. La plantilla reconoce, en privado, que aquel día hubo demasiada tensión tras la celebración del 2-3 de Neymar pero reconoce que el calificativo de «violentos ya cansa» en el vestuario. «Quien habla mal de nosotros y dice que somos agresivos es porque nos tienen envidia. Somos competitivos. Es una de nuestras señas de identidad», recuerdan. Con ella Simeone ha conseguido que los atléticos vuelvan a creer. Aunque ya han comenzado a nacer algunos agnósticos de su doctrina. Aunque parezca increíble.
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