Un Valencia sufridor logra entrar en la ‘Champions’

El Valencia continuó en el Luis II una segunda parte del guion que estableció en Mestalla. Buscó contener una posible salida explosiva del rival con buen toque y control total de la pelota. De hecho, marcó pronto, en el mismo minuto que lo hiciera Rodrigo en el encuentro de ida. Solo que esta vez el protagonista fue distinto. Negredo anotó un precioso tanto de vaselina, simple pero hermoso al mismo tiempo, de esos goles que tanto les gusta hacer al vallecano aunque pocas veces logran terminar en final feliz. En esta ocasión al delantero, cuestionado la temporada pasada y que en esta campaña Nuno quería deshacerse de él, le salió bien la conclusión de su jugada fetiche.

Con el 0-1 en el marcador, más el 3-1 que traía el Valencia de su casa todo parecía claro para los intereses de sus jugadores. Empero, Ryan, que en el anterior duelo fue crucial para conseguir la ventaja, en esta ocasión decidió darle vida a la eliminatoria con una mala salida, aprovechada por Raggi para empatar un choque al que todavía le quedaba mucha historia que contar. Las tablas en el marcador recordaron a los valencianistas que este Mónaco está más vivo cuando todo el mundo parece darlo por muerto. Por ello decidió dar un par de pasos hacia atrás, tranquilizar el juego con faltas tácticas en el centro del campo y buscar la desesperación contraria conforme iban pasando los minutos.

Esa fue la actitud con la que se acabó el primer tiempo y fue la tónica planteada por Nuno para los segundos 45 minutos, aquellos que iban a decidir quién estaría en el sorteo de la Champions de este jueves. Frente a la actitud positiva que ya poseían los aficionados valencianistas estaba la negativa de los monegascos. Miradas contemplativas, sin visión de futuro y con un aura pesimista que no presagiaba nada bueno a corto plazo. Buena prueba de ello fue que sus hombres más importantes se enredaron en una telaraña de quejas, penaltis fingidos e inexistentes y protestas que caían en saco roto ante un árbitro de gran talla como el italiano Rizolli.

Ante tal tesitura y las malas artes infructuosas de sus chicos, Jardim decidió sacar la poca artillería que disponía en el banquillo, bajas mediante. Lamar hizo acto de presencia, una de esas joyas que empiezan desde la élite y no se sabe muy bien dónde acabarán en pocos años, si estrellados como juguetes rotos o con éxito en la Premier. De sus botas salió la falta que supondría el segundo tanto del Mónaco. Tras varios rebotes y que Carrillo tocara con el hombro la pelota, Elderson marcó en claro fuera de juego. Si la mala vista del linier benefició a los intereses valencianos en la ida al no sufrir un penalti en contra, esta vez la moneda salió cruz.

La mala fortuna del 2-1 transformó la calma inicial en nervios en los jugadores valencianistas. En los últimos quince minutos no ganaron ningún balón por alto, perdieron el centro del campo y aflojaron en la presión defensiva. Los nervios se acrecentaron cuando el cartelón que marcaba el descuento despuntó un número seis para locura del banquillo español. Pese a este sufrimiento, la madurez en la zaga de Nuno consiguió que el Valencia lograra una derrota mínima que sabe a gloria. Una gran guinda para el repóquer español de la Champions.