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Rodrigo Errasti Mendiguren
Miércoles, 6 de enero 2016, 01:09
El Atlético volvió a Vallecas una semana después y logró un mejor botín del que mereció su fútbol. El Rayo, ahogado en liga y sin confianza cuando las cosas se tuercen, se adelantó con su fútbol alegre y presión alta. Incluso le puso en serios ... problemas al vecino en la primera mitad, pero acabó firmando un empate que deja abierta la eliminatoria de octavos una semana. Las dinámicas de ambos, además del tanto anotado por Saúl Ñíguez, conceden al equipo rojiblanco un favoritismo que no demostró en el estadio vallecano, donde había ganado el 30 de diciembre gracias a su acierto en los minutos finales.
Este partido fue distinto, quizá porque arrancó frío, como el ambiente. Apenas unos cinco mil en las gradas. Es lo que tiene poner un partido a las diez de la noche, en pleno mes de enero, cuando al día siguiente se trabaja tras unas fiestas navideñas. Las rotaciones de ambos ofrecían un guión distinto al visto recientemente en Liga. Simeone apostó por un centro del campo inédito, ininmaginable hace un mes:Thomas, Augusto y Kranevitter. El primero estuvo menos entonado que en los últimos partidos y algo fallón con la pelota, mientras que los dos argentinos trataban de conocerse. El ex de River no parecía ser nuevo, estaba en manga corta y mandaba. Se le vio confiado con la pelota. Parecía estar más centrado en la elaboración que Augusto, que por contra sí estaba fino en la recuperación: ocho pelotas en una mitad.
El problema era que la mayoria del juego no sucedía en el centro del campo. Las bolas iban de lado a lado y ahí Miku brillaba más que nadie. Moyá se asustó en la primera del venezolano, detuvo otra de sus opciones y repelió un intento de Nacho a balón parado. El lateral fue capaz de colocar mejor la bola tras aprovechar un error de Thomas. Moya no estuvo tan ágil para evitar el gol local. Se animó la grada y el Rayo no aprovechó el entusiasmo de la situación. El descanso fue la mejor noticia para el Cholo, ya que tras una primera parte en la que su equipo especuló, sólo lo pagó con un gol. Su nuevo plan no funcionaba, pero no sólo por los nuevos. Uno conocido por su magia, Óliver Torres, no estuvo fino lo que originó que Carrasco y Torres, con el brazalete de capitán, ofreciesen alguna sensación de peligro. El Niño volvió a mostrarse demasiado ansioso, pensando más en marcar el gol que en llegar a elaborarlo.
Vietto y Saúl, decisivos
Al inicio del segundo acto, el Atlético pareció decidido a cambiar. Lo hizo introdujo cambios. Dejó a Kranevitter, serio y sin descentrarse en cumplir misiones que no son las suyas, junto a Thomas en un doble pivote. Ya con los cambios en el campo, el Atlético transmitía algo más, y pidió un penalti por un empujón, pero tampoco mejoró mucho en la elaboración. De hecho, el equipo rojiblanco no dispuso de un tiro a puerta en la segunda mitad. Pero el primero que acertó a colocar entre los tres palos fue gol. Y llegó claro, tras sumar varios pases. Vietto controló una apertura en largo de Kranevitter, hizo un regate en la banda, vio llegar a Saúl que, con la derecha, la colocó junto al palo. Sencillo. El canterano atlético no quiso celebrar su gol porque el Rayo le hizo crecer cuando estuvo cedido, en un ejercicio en el que ya demostró que es un zurdo que con la mala sí es capaz de rematar. Es el mejor llegador que tiene Simeone y, de hecho, suma cinco goles esta campaña. Después de Griezmann no hay nadie que marque más goles.
Simeone concedió un cuarto de hora a Jackson mientras que Paco metió a Montiel en el campo, que en apenas unos segundos demostró el desparpajo de un menor de edad con un remate afortunado al larguero. En la recta final Vietto obligó a Juan Carlos a hacer una parada espectacular, de reflejos y a bocajarro. El meta, quizá el mejor de los locales, sacó con el pie un mano a mano ante Carrasco. El Rayo está en una época en la que le tiemblan las piernas y pasó miedo en cada balón al área del Atlético en los diez minutos finales. Intentó quitarse la intranquilidad con salidas rápidas hacia Moya, que tampoco sufrió porque los franjirojos no fueron capaces de encontrar su portería. Quizá pensaron que era mejor guardalos para el duelo ante el Levante.
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