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ROBERT BASIC
Lunes, 13 de junio 2016, 03:04
El último mes y medio en la vida de Gaizka Toquero ha sido una montaña rusa de felicidad plena. Primero nació su hija y unas ... semanas después consiguió el ascenso con el Alavés, algo con lo que «no podía ni soñar» cuando cambió la camiseta rojiblanca por la blanquiazul. Dice que lo hizo con naturalidad, que no fue nada traumático, solo el deseo de volver a disfrutar del fútbol. La cita tiene lugar en Vitoria, en el parque de La Florida, pero una tremenda granizada obliga a cambiar el escenario de la conversación. El delantero avisa de que está en un pub cercano y acepta encantado charlar de su pasado y de su presente, con un par de interrupciones para hacerse fotos con unos parroquianos. Está cómodo y se le nota, y aún le cuesta asumir lo que ha logrado con el equipo de su ciudad.
¿A qué le supo el ascenso?
Es el mejor recuerdo que tengo, o de los mejores en cuanto a mi vida futbolística. Soy vitoriano y alavés. Cuando volví todo el mundo me decía que era un paso atrás, y encima no entrábamos en quinielas de ascenso. Había equipos como Almería, Córdoba, Oviedo, que construían un equipazo, y el final ha sido increíble. Aquí tengo a mi gente, a mi familia, a mis amigos, y les he visto disfrutar. Ha sido algo irrepetible.
¿De quién se acordó cuando acabó el partido contra el Numancia y el Alavés estaba de nuevo en Primera?
De mi mujer. Ella se pasó mucho tiempo diciéndome: Tienes que venir aquí a subir al Alavés. Sí, sí, le contestaba yo, a subirlo. Firmé dos años más uno y pensaba que con suerte tal vez podría ser en el último... ¡Y lo logramos a la primera! Ahora no me creo lo que estaba hablando con mi mujer el día que fiché. Cuando acabó el partido pensé: No puede ser que lo hayamos conseguido. Y me acordé de ella.
¿Regresó a Vitoria para triunfar o para ser feliz?
He tenido que dar mil vueltas por ahí y no había podido debutar con el equipo de mi ciudad. Toda mi vida he sido socio del Alavés, también del Athletic y todavía lo soy, y era una espina clavada. Me decía: A ver si puedo debutar en el equipo de mi ciudad antes de retirarme. Se dio la oportunidad de venir y no pudo ser mejor. Cuando firmé mis amigos no se lo creían porque pensaban que iba a ir a otro sitio, pero para mí era muy importante estar aquí y vine para reencontrarme con todo esto. No lo hice por el tema económico ya que tenía ofertas mejores, sino porque lo sentimental podía con el dinero.
A punto de cumplir 32 años, ¿qué queda de aquel chaval que daba patadas al balón en las calles de Ariznabarra?
Todo. Sigo siendo el mismo. Tengo la misma cuadrilla de amigos y hago lo mismo dentro de lo que este oficio te permite. Este fin de semana invitaré a mis amigos de toda la vida a una barbacoa por el ascenso, que la ocasión lo merece. Ellos me dicen que no he cambiado nada y que no me he vuelto loco. Me voy de vacaciones con mi mujer a los mismos sitios y soy bastante tranquilo, como siempre.
Lo pasó muy mal con la enfermedad de su madre, Amelia, que por fortuna superó y dejó atrás. ¿Aquello le hizo afrontar la vida de otra manera, no rendirse jamás, relativizar la importancia del fútbol?
Sí. Según vas cumpliendo años te pasan cosas buenas y cosas malas. Te haces fuerte y das importancia a lo que realmente tiene importancia. Si un chaval de 18 años suspende un examen, igual se le viene el mundo encima, a mí ahora me daría igual. Todo va con la edad.
¿Cuál es la lección más valiosa que le ha dado el fútbol?
Me decía mi abuelo: Al trabajador le llegan las oportunidades. Si eres trabajador, en el oficio que sea, tendrás tu oportunidad. A base de esfuerzo... (aquí para y cambia). Siempre se ha dicho que no tengo calidad, que debería jugar en Segunda o en Segunda B, he oído esa historia una y otra vez. Nadie me puede reprochar nada en los sitios en los que he estado, nadie me ha regalado nada y sé que todo se consigue gracias al trabajo.
Desde el minuto uno se le colgó la etiqueta de trabajador, y nada más.
En el fútbol, más que en cualquier otro oficio, se es muy dado a poner etiquetas. Este es muy rápido, este tiene mucha calidad, este es muy trabajador. Y ya no te la quitas. Lo más fácil es poner una etiqueta y seguir con ella. Yo disfruto mucho con el fútbol, mi juego es como es y nunca lo voy a cambiar. Me ha ido bien jugando como juego.
Pegado a un balón
¿De pequeño dormía abrazado a un balón?
Mi madre me dice que siempre estaba con un balón. Quedaba con unos amigos y cuando se cansaban buscaba a otros, y luego me marchaba con los de la ikastola. Era un pesado con el balón. Mi madre me decía que me compraba cosas más caras, juguetes de todo tipo, pero que al final yo pillaba un balón viejo y empezaba a darle patadas en la carnicería.
Ahora de mayor, ¿qué relación mantiene con la pelota? ¿Se quieren, se odian...?
Odio no puedo tener. No cambiaría nada de mi vida. Desde pequeño he sido feliz y cuando acabe mi carrera deportiva me gustaría seguir vinculado al fútbol.
¿Lo que tuvo y perdió en el Athletic lo ha encontrado en el Alavés?
Todavía tenía un año de contrato en el Athletic, pero lo que quería era jugar. Llevaba dos temporadas sin hacerlo y no quería estar así uno tercero. Buscaba volver a disfrutar, y donde disfrutamos los jugadores es en el campo. No me importaba bajar a Segunda División con tal de sentirme otra vez jugador.
¿Escucha todavía los gritos de lehendakari de San Mamés?
Sí, siempre he dicho que voy a tener un gran respeto a la afición de San Mamés. Les agradezco todo el apoyo que me han dado, tanto en los buenos como en los malos momentos, y lo recordaré siempre. Este año, ya en el Alavés, he ido unas seis o siete veces a San Mamés, sobre todo en Europa, y la gente me ha tratado genial.
En su últimos años como rojiblanco lo pasó mal. ¿Se sentía olvidado? ¿Le costó asimilar la pérdida de protagonismo?
Era duro, pero más que nada porque no jugaba. Nunca me sentí olvidado porque cada vez que jugaba la gente me quería y mis compañeros me trataban igual, tanto si salía como si no.
Estuvo con Caparrós, Bielsa y Valverde. ¿Con quién se queda y qué destacaría de cada uno de ellos?
Son tres entrenadores muy diferentes. Me quedaría con los tres. Gracias ellos soy el jugador que soy y he podido hacer el año que he hecho. De los tres he aprendido cosas, pero obviamente Joaquín (Caparrós) es el más importante para mí porque fue el que apostó de verdad por mí cuando todavía estaba en Segunda B. Si no lo hubiera hecho, igual no hubiese llegado a Primera. Joaquín siempre va a ser especial, pero cómo veía el fútbol Bielsa es algo que se te queda ahí... Y fíjese qué temporadas está haciendo Ernesto (Valverde). A día de hoy, es el mejor entrenador que puede tener el Athletic.
Cuestión de confianza
Hablando de entrenadores, Bordalás le ha dado todo el tiempo del mundo: 39 partidos, todos como titular, y casi 3.300 minutos. ¿Sentirse importante le ha devuelto la confianza?
Sí. Un entrenador te transmite confianza en forma de minutos, y el míster ha confiado en mí totalmente. También le he dado un buen resultado. Un técnico te da minutos siempre y cuando respondas, porque si no lo haces se acaba la paciencia. Cuando alguien confía en ti el rendimiento es bastante mayor. Le debo mucho a Bordalás.
¿Le gustaría que siguiera?
Sí. Tiene contrato y se merece estar ahí. Un entrenador que ha conseguido después de tantos años que el Alavés esté en Primera debería seguir. Ha hecho un trabajo buenísimo, porque no éramos ni de cerca los favoritos para subir. Luego veremos si hace una buena temporada en Primera, si sigue, como ocurre con los jugadores. Hay futbolistas que en Segunda dan un buen rendimiento y en la élite no. Se ha ganado empezar en el banquillo, y luego tendrá que demostrar que es un entrenador de Primera, como los jugadores.
Si tuviera que quedarse con un solo momento de toda su trayectoria deportiva, ¿cuál sería?
No lo sé, este ascenso ha sido espectacular. Creo que es el mejor. Pero también aquella semifinal de Copa contra el Sevilla es muy especial para mí porque venía de Segunda B y en tres meses jugaba una final. No sabría elegir entre estos dos momentos, aunque igual me quedaría con este (el de ascenso) porque se consiguió un objetivo.
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