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Jon Agiriano
Sábado, 12 de septiembre 2015, 00:39
Para contar esta historia hay que remontarse al siglo pasado. El 8 de agosto de 1999, el Alianza de Lima ganó por 7-1 al Unión Minas en partido correspondiente al Torneo de Apertura. El choque tuvo un protagonista indiscutible: Claudio Pizarro, el ... joven delantero centro del equipo local. El chaval dio una exhibición y marcó cinco goles, cada uno de una factura distinta. Durante varios días, todos los focos del fútbol peruano apuntaron hacia él. La mayoría de los periodistas y aficionados comenzaron a darlo por perdido. La marcha del jugador aliancista al fútbol europeo era inevitable.
Nadie pensó, sin embargo, que los acontecimientos fueran a precipitarse como lo hicieron. Todo tiene su explicación. Resulta que aquella actuación estelar de Pizarro fue presenciada en directo por tres alemanes, que son gente que está por todas partes, también en las gradas del estadio Matute. No eran exactamente turistas, aunque hicieran turismo. Eran directivos del Werder Bremen que, aprovechando un viaje por tierras andinas, veían fútbol en busca de jugadores que pudieran ser interesantes para su club. La exhibición de Pizarro les dejó más boquiabiertos que la visita a Machu Picchu. Es probable que hubieran oído hablar algo de él, porque ya llevaba una temporada jugando en el Alianza de Lima y, a sus veinte años, apuntaba muy buenas maneras, pero lo visto superó todas sus expectativas. En noventa minutos asistieron a una demostración de remate con las dos piernas y con la cabeza, velocidad, intuición, capacidad de desmarque, concentración y puntería, es decir, del catálogo completo de virtudes de un gran delantero centro.
Habían descubierto un diamante, de manera que, al acabar el partido, hay que imaginarles buscando a toda prisa al presidente del histórico club limeño para hacerle una oferta, convencidos de que aquella operación no podía retrasarse sin correr el riesgo de que los grandes depredadores del mercado les arrebataran la pieza. Y así lo hicieron. En un par de semanas, Pizarro fichó por el Werder. Su verdadera ilusión era dar el salto a España, donde tenía familia, pero se adaptó muy bien a la Bundesliga y también a Bremen. Y no es que el trasiego de barcos por el río Weser le recordara el ambiente portuario de Callao, Paita o Chimbote, las ciudades donde él había vivido siguiendo a su padre, un oficial de la Marina, sino a que, desde el principio, se sintió muy querido en la ciudad hanseática.
Seis temporadas de éxitos
El delantero peruano encajó como un guante en el fútbol germano. Marcó 29 goles en sus dos primeras temporadas con el Werder, donde no tardaron en adjudicarle un apodo grandilocuente que le hacía justicia: 'El bombardero de los Andes'. Atento a cualquier aparición interesante en los alrededores de su órbita, el Bayern de Munich se apresuró a ficharle en 2001 y le ofreció la camiseta número 14, el dorsal de Rummenigge. Pizarro marcó su primer gol con los bávaros el día de su debut y cuando solo llevaba cuatro minutos en el campo. Fue el presagio de seis temporadas de éxitos.
En 2007, tras desavenencias con el club en las negociaciones para su renovación, fichó por el Chelsea. No encajó en Londres y pasó allí la temporada más amarga de su carrera. En Bremen pidieron su cesión en verano y le acogieron con los brazos abiertos. El afecto fue recíproco. De nuevo feliz, el peruano marcó como cedido 28 goles en 46 partidos. No es extraño que el Werder decidiera ficharlo definitivamente. Pizarro no solo era como de la familia sino que era un seguro de vida. O de gol, que es lo mismo. Hasta el punto de que llegaría a convertirse en el jugador extranjero que más goles ha metido en la Bundesliga. El Athletic, por cierto, puede dar fe de su capacidad realizadora. Recuerden cómo el peruano abrió el marcador en San Mamés en aquel 0-3 en la Europa League de 2009.
El resto de su carrera ya es más fácil de recordar. En 2012, Pizarro volvió al Bayern y, durante tres campañas, terminó de agrandar su palmarés conquistando el gran título que le faltaba: la Champions League. Este verano, tras una temporada sin oportunidades -ha jugado poco (17 partidos entre Liga, Copa y Champions) y solo ha marcado un gol-, su futuro estuvo en el aire. A punto de cumplir 37 años, algunos llegaron a pensar que Pizarro anunciaría su retirada o que acabaría en un destino exótico, que deportivamente viene a ser casi lo mismo. Y no. Me hizo ilusión volver a verle regresando a Bremen una vez más y siendo recibido como una estrella en el aeropuerto por los hinchas del Werder. Ha hecho muy bien el peruano. El mejor sitio para decir adiós es aquel en el que a uno más le quieren.
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