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Jon Agiriano
Sábado, 7 de marzo 2015, 01:23
Harto de los insultos racistas de los hinchas del Cienciano, Luis Tejada, delantero del Juan Aurich de Chiclayo, cogió el balón con las manos, lo lanzó contra el sector de los aficionados que le estaban ofendiendo y se retiró del campo. Sucedió el pasado domingo ... en el estadio Garcilaso de la Vega de la ciudad peruana de Cuzco. La noticia dio la vuelta al mundo. Volvió a hablarse de Tejada, internacional panameño, trotamundos del fútbol y hombre de principios. La pasada temporada, jugando un partido en Lima contra el Sporting de Cristal, el club por el que fichó Claudio Vivas, el segundo de Marcelo Bielsa en el Athletic, también estuvo a punto de irse del campo cuando sufrió repetidos insultos racistas. Sus compañeros y sus rivales, sin embargo, le convencieron para que siguiera.
La respuesta a la acción de Tejada me ha dado que pensar. Que el árbitro Ivan Chang no hiciera nada para frenar las injurias -se limitó a sacarle una tarjeta amarilla por lanzar el balón contra la grada-, se puede entender. Le parecería una cuestión menor, una vista fea del paisaje del fútbol. Otra cosa distinta es que Tejada hubiera sido achinado, como él, pero siendo negro tampoco debía escandalizarse demasiado porque en el Perú es bastante normal que los aficionados la tomen con ellos. Tan normal, de hecho, que varios futbolistas afroperuanos han querido quitarle importancia al caso de Tejada asegurando que son cosas de los hinchas, pequeñas debilidades sin importancia de los forofos en el calor de las gradas. Esta también es la impresión de los dirigentes del fútbol peruano, que nunca han castigado en serio los gritos racistas.
La directiva del Cienciano ha ido todavía más allá de la comprensión hacia sus hinchas. En un comunicado, incluso negó sin ningún pudor la evidencia de que Luis Tejada recibiera insultos racistas, y pidió a la Comisión de Justicia de la ADFP que castigara al panameño por "victimizarse". Su retirada del campo les debió parecer una sobreactuación lamentable, un acto de pura demagogia. "El pueblo cusqueño no es racista, al contrario ha sido víctima durante mucho tiempo. No es la primera vez que Luis Tejada se va del campo. Está confundido", afirmó Jorge Balbi, administrador del Cienciano. Cuando un dirigente deportivo o político incluye en una misma frase las palabras 'pueblo' y 'víctima', a uno le empiezan a sonar todas las alarmas. Hasta la del microondas. Y se pone en guardia ante la posibilidad, tantas veces cumplida, de enfrentarse a la aparición de un sinvergüenza o de un imbécil, cualquiera de ambos enemigos de cuidado.
Nos preguntamos muchas veces cómo es posible que pervivan en el fútbol los insultos racistas, o esos otros proferidos el pasado 22 de febrero en el campo de la UD Tesorillo, un club gaditano de la Segunda Andaluza, donde una chica que ejercía de asistente tuvo que escuchar como la llamaban "guarra, zorra y puta", y comentarios como el siguiente : "Ojalá Franco levantara la cabeza y os mandara a vuestro sitio, que es la cocina" (se habrán dado cuenta de que no he adjetivado el sustantivo comentario, pero se me acaba de ocurrir un palabro bastante apropiado: 'machistofascista'). Pues bien, perviven, porque no todas las víctimas tienen el coraje de Tejada y porque mucha gente mira para otro lado cuando empiezan a campear los imbéciles o los sinvergüenzas. O los tontos, tampoco nos olvidemos de ellos porque son devastadores. Por ejemplo, el responsable de la Real Federación Andaluza de Fútbol que zanjó el caso del Tesorillo con una multa de 50 euros.
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