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J. Gómez Peña
Viernes, 26 de agosto 2016, 21:02
En la meta de la Puebla de Sanabria le esperaban su mujer y su padre. Ni con ellos halló consuelo Igor Antón. Venía en el último grupo. Pálido. Sin fuerzas. Un virus estomacal le había vaciado. «No puedo comer nada. No asimilo nada de ... lo que tomo», repetía. «Y he tenido fiebre. He pasado muchas dificultades para llegar a la meta». Su padre trataba de animarle: «Ya has superado lo peor». Antón negaba con la cabeza. «No soy muy optimista. Mañana habrá que salir, pero...». No sabe si alcanzará el próximo jueves la meta de Bilbao, donde ganó en 2011. «Ufff. En este deporte no suelen producirse los milagros», decía. Sin comer, sin casi dormir y sin reservas de energía, le esperan tres días de montaña. O vence al virus ya o la Vuelta se le irá. Lo comprobó ayer camino de Sanabria. «¡Qué impotencia! No podía avanzar. Y mira que estaba fuerte esta Vuelta».
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