J. Gómez Peña
Miércoles, 2 de septiembre 2015, 22:08
"¡Oh, sí! Conozco a tu familia, Sean. Tu abuelo murió en Australia, ahorcado en un penal. Y tu padre también era un buen hombre". A mediados de mayo de 1965 se podía escuchar en el Teatro Campos de Bilbao ese impagable fragmento de uno ... de los diálogos de 'El hombre tranquilo', dirigida por John Ford. Otro John, Wayne, hacía de 'Sean Thornton', un exboxeador atormentado que regresa a su origen, a Irlanda, y se cruza con una pelirroja silvestre, Maureen OHara. La película era ya vieja, de 1952, pero en 1965 llenó los cines de Bilbao, que vivió el 16 de mayo el final de la Vuelta a España. Justo hace medio siglo. El Athletic había sido eliminado de la Copa de Ferias por el Ferencvaros húngaro. Malos días para Iribar, Arieta, Uriarte, Argoitia, Aranguren... En la prensa se leía también la crónica de la corrida de Aranjuez. Vaya lío: Paco Camino y el Cordobés se liaron a tortas por un quítame ese quite. Y en las páginas de deportes de EL CORREO, organizador de la Vuelta, se resumía la película de una edición que resultó sorprendente: no la ganó Poulidor, que era el favorito, sino uno de sus gregarios, el alemán Rolf Wolfshohl.
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Poulidor fue, es aún, el preferido del público francés. La gente le sentía más cercano. Un chico bruto y rural. Anquetil, el que siempre le ganó, parecía más altivo. Un aristócrata con tupé que miraba por encima del hombro. Así se veía desde fuera. Dentro del pelotón la visión era otra: Poulidor, que nunca ganó el Tour, era oscuro, arisco y torpe en la estrategia; Anquetil, en cambio, tenía luz, era un caballero inteligente. Anquetil venció en la Vuelta de 1963 y Poulidor, en la siguiente. Y en 1965, 'Pou Pou' era el favorito frente a Van Looy, Pérez Francés, Gabika, Manzaneque, Julio Jiménez y Bahamontes, que corría su última Vuelta.
Para que Wolfshohl llegara como líder a Bilbao tuvieron que darse muchas carambolas. Era un buen corredor. Venía del barro: fue tres veces campeón del mundo de ciclocross y en su breve currículo figuran la París-Niza, dos etapas del Tour y el segundo puesto en la Lieja-Bastogne-Lieja y la Milán-San Remo. A la Vuelta vino como escudero de Poulidor en el Mercier-BP que dirigía Antonin Magne, otro mito. Resultó una edición trompicada. Ya en la primera etapa, Antón Barrutia entró primero en la pista del estadio vigués de Balaídos, pero derrapó y le batió Van Looy, una de las bestias del ciclismo mundial. En aquella Vuelta, el belga, enemigo irrencociliable de Merckx, se llevó ocho etapas.
Final inesperado
Poulidor puso orden en la cuarta etapa, 41 kilómetros contrarreloj con meta en la cima de Pajares. Al segundo, a Gabika le sacó casi tres minutos; a Bahamontes, cuatro, y a Van Looy, siete. Poulidor se frotaba las manos. Pero sucedió lo que nadie esperaba. Fue en la octava etapa, 174 kilómetros entre Benidorm y Sagunto. Parecía un día inofensivo. Como la fuga a la que se subieron De Smet, Van Aerde, Wuillemin, Poulot, Ginés García y Wolfshohl, que iba de vigilante. Llegaron a Sagunto con más de 14 minutos. Wolfshohl le quitó así, sin querer, el liderato a Poulidor. Todos creían que era un líder temporal. Lo mantuvo hasta el final.
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Allí, en las últimas etapas, le esperaban los puertos vascos y la contrarreloj de 61 kilómetros entre Baiona y Pamplona. Poulidor quisó voltear la carrera contra el 'crono', pero apenas le sacó 33 segundos a Wolfshohl. Ese día, el alemán zanjó la cuestión. Por una vez, el líder era él. La película iba a tener un final inesperado. Las subidas a Lizarrusti, Herrera y Sollube no le doblegaron. Wolfshohl era de piedra. Fue profesional desde 1960 a 1976. Alemán hecho en el barro. El 16 de mayo entró en el campo de Garellano, donde ganó Martín Piñera, con el maillot de líder. Suyo. La victoria del gregario. Nunca más voló tan alto. Al podio bilbaíno subieron Julio Jiménez, rey de la montaña; Rik van Looy, vencedor por puntos; José Segú, metas volantes; el Mercier, que pudo con el KAS en la general por escuadras... Y Wolfshohl, el gregario que justificó una vez más la fama de segundón de Poulidor. "Es la mejor victoria de mi vida", declaró.
En otro diálogo de 'El hombre tranquilo', el público del Teatro Campos pudo oír: "Lo lamentará hasta el día de su muerte, si es que vive hasta entonces". Wolfshohl lo ha celebrado hasta hoy. Tiene 76 años y hace 50 aprovechó la ocasión que tan pocas veces se le cruza a un gregario.
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