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J. Gómez Peña
Domingo, 27 de septiembre 2015, 16:49
Cada vez que como hoy se disputa el Mundial de ciclismo emerge un miedo, una superstición, el recuerdo triste de los campeones que murieron tras haber logrado ese maillot arcoíris. Negro para ellos. De luto para la familia de Jean Pierre Monseré, el ciclista que ... nació para ser el gran rival de Eddy Merckx y que falleció con 22 años el 15 de marzo de 1971. Sólo le dio tiempo para ser campeón del mundo.
Salió una mañana belga de final de invierno: fría, gris. Monseré, que con 21 años había ganado siete meses atrás el Mundial de ciclismo, se cambiaba de ropa en la iglesia de Retie. A los corredores que iban a participar un rato después en el criterium de ese pueblo les extrañó estar en un vestuario así. ¿Un presagio? En fin. Mejor a cubierto. Monseré hablaba con Roger de Vlaeminck, uno de sus maestros. El joven ciclista le contaba sus planes. Ya había comprado el terreno para levantar una casa, "un castillo" digno del arcoíris, el símbolo que luce el campeón del mundo. "Mis vecinos serán ricos. Muchos serán médicos. Rodeado de gente así, nada malo me puede pasar", comentó. Jean Pierre, 'Jempy', acababa de cumplir 22 años. Bélgica ya le adoraba. Con Merckx, los De Vlaeminck, Godefroot, Maertens y Van Springel, formaba parte de la mejor camada nunca vista. Y ya latía el arcoíris en su pecho. Ese maillot sacó de su bolsa en la iglesia de Retie aquella cenicienta mañana belga. A cinco kilómetros de allí, la señora Lammens se preparaba para salir de casa y subirse a su 'Mercedes'.
Por lo que fuera, por aquella inesperada estancia en la iglesia o por un presentimiento, Monseré no quería competir ese día. Su objetivo era la ya inminente Milán-San Remo. Hubiera preferido entrenarse esa mañana. De Vlaeminck le convenció. Le dijo que bastaba con rodar un rato en el pelotón y que luego se irían a casa. Y allí estaban, en carrera, en la N 140, metidos en un grupo de 17 corredores que, para protegerse del viento, rodaban en forma de abanico. Entonces, la seguridad vial de los criteriums era casi una lotería. Era frecuente que vehículos procedentes de granjas cercanas irrumpieran en la carretera. Eso sucedió con el 'Mercedes' de la señora Lammens. Se sorprendió al ver venir de frente a los ciclistas y se arrimó a baja velocidad a la derecha. Pero Monseré, que venía a rueda de un compañero y pendiente de que no le diera el aire, se abrió a un lado para ver cuánta ventaja les sacaba el grupo precedente. Un chasquido. Sonó el golpe. El parabrisas del coche explotó. Manos a la cabeza. Monseré, con un hilo de sangre en la nariz y el rostro intacto, tan joven, tan nuevo, quedó tirado sobre el asfalto. En el pecho, el arcoíris no latía. Muerto.
Luto nacional
El 'James Dean' del ciclismo belga. El elegido que con 21 años había vencido en el Giro de Lombardía, el que pudo con Gimondi en el Mundial de Leicester. Otra leyenda que empezaba a escribirse demasiado pronto. El ciclismo es una religión en Bélgica. El funeral de Monseré fue luto nacional. Lágrimas de De Vlaeminck, de Maertens... Entre todos sostuvieron a la viuda y al pequeño Giovanni, huérfano de padre a los dos años. Hay palabras que no conviene citar. 'Maldición', por ejemplo. Y el maillot 'arcoíris' la lleva pegada. Las muertes de Monseré, de Ockers, de Simpson y de Dhaenens, todos campeones del mundo, abonan la superstición. ¿Destino? ¿Casualidad?
Cinco años después, Maertens ganó el Mundial. Se acordó de Jean Pierre y le regaló al pequeño Giovanni el maillot arcoíris. El crío quería ser como el padre al que no recordaba. No se bajaba de su bicicleta, también regalo de Maertens. Así vestido, con el maillot arcoíris, salió a la calle a jugar con su bici. "Una vuelta más, mamá". Era otra tarde belga y gris. Le atropelló un coche. Muerto con apenas siete años. La fotografía de aquel niño tirado en la carretera y vestido con el maillot de campeón del mundo hizo llorar a Bélgica. Otra vez. La desgracia de los Monseré. La maldición del arcoíris fue real para ellos. Padre e hijo con el mismo uniforme para morir. En 1981, Maertens volvió a ganar el Mundial. En el podio se emocionó. Un oro para 'Jempy' y Giovanni. Bélgica tampoco les olvida. En la tumba de Monseré siempre hay flores, de todos los colores, como el arcoíris.
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