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Imagen de un partido entre Warriors y Cavaliers.
NBA

Si esto es junio, Warriors-Cavaliers

Golden State y Cleveland confirman los pronósticos de octubre tras dictar la ley marcial en sus respectivas conferencias

Ángel Resa

Miércoles, 31 de mayo 2017, 11:54

La gente que viaja mucho por motivos profesionales asume la parodia de su agitado ritmo vital. «Si hoy es miércoles, debo de estar en Bruselas». Pues los baloncestistas de la NBA no paran de volar de seis a ocho meses. Y los seguidores de ... la Liga norteamericana también se han habituado a comprobar que la realidad a estas alturas de la campaña valida las predicciones de octubre. Entonces ya se vaticinaba la tercera entrega de la serie por el anillo entre Golden State Warriors y Cleveland Cavaliers. Así que, de acuerdo con la anécdota de quienes se mueven más que el baúl de la Piquer, asomarnos a junio significa que disputan otra vez la final los bloques de Stephen Curry y LeBron James. Una cita renovada y apasionante a la que los agoreros encuentran una tara: que la reiteración de los protagonistas en la lucha por el título arruine las emociones de un campeonato proclive a abrir el abanico de candidatos por los efectos democratizadores del draft y el límite salarial.

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Pero es lo que hay, la superioridad irrebatible de ambas franquicias al mando de sus respectivas conferencias desde 2015. Una hegemonía al alza por los desfiles militares de los dos bloques hasta la quedada definitiva. 12-0 de los Warriors, que sólo sufrieron en el primer duelo frente a San Antonio hasta que el tobillo de Kawhi Leonard clamó basta. 12-1 en el caso de los Cavaliers, que padecieron una noche la rebeldía propia del acreditado orgullo irlandés de los Celtics. Repuesto de ese exceso de confianza, el ejército de James decidió resolver de manera contundente: mejor cadáveres deportivos que prisioneros a los que alimentar. Nunca antes en la historia de un torneo sexagenario los mismos contendientes se citaban a duelo por tercera oportunidad seguida. Ni siquiera la legendaria rivalidad entre Boston y los Lakers de los ochenta los había juntado de un modo tan contumaz.

Quizá por el factor cancha haya más pronósticos favorables a Golden State, pero parece una temeridad mojarse demasiado cuando se trata de augurar el vencedor en un choque de semejante voltaje, tanto equilibrio y enorme nivel. El cuadro californiano triunfó hace dos temporadas con un baloncesto superlativo y aprovechándose, en su derecho estaba, de las ausencias de Kyrie Irving y Kevin Love. El representante de Ohio revirtió hace once meses y medio la fatalidad. Perdía 1-3 y se adueñó del título mediante un triple postrero de su formidable base la perfección técnica hecha hombre en terreno adversario. Sí cabe prever varias circunstancias: ritmo abrasador, fases sublimes y un cruce largo entre dos equipazos que sobrevuelan las figuras mayestáticas del rey LeBron y el prestidigitador Curry. Años después de que los aficionados se retaran a pulsos para quedarse entre El Elegido y el elegantísimo Kevin Durant ha llegado el momento de verlos pelear por la gloria.

Séptima final consecutiva, que se escribe pronto, del hombre que retornó a Cleveland para otorgar el primer anillo a una ciudad maldita. El líder de los Cavs perdió la de 2007 y no falta a una cita definitiva desde 2011. Dos títulos con Miami y otro en casa. A quienes siguen considerando que James vive únicamente del físico conviene indicarles que su reloj de la NBA se paró hace más de dos años. A su fuerza descomunal suma una sobresaliente visión táctica y el empeño de involucrar a sus compañeros a través de pases fortísimos y en el aire que más parecen misiles. Aunque es cierto que, aún, su tropa compuesta de tiradores y un reboteador ofensivo de rango mayor (Tristan Thompson) le preparan aclarados en el cuadrante izquierdo del ataque para reventar a cancerberos cualificados en el uno contra uno.

Enfrente, los lúdicos y divertidísimos Warriors, mucho más rigurosos y serios de cuanto la mayoría piensa. Un bloque que hace del extrapase y el tiro exterior una filosofía irrenunciable, pero basada en una estrategia de bloqueos indirectos y excelso movimiento sin balón. Sí, el cuadro de Curry, un Klay Thompson por debajo de su listón habitual y el estético Durant. Pero, sobre todo, un bloque de verdad que capitanea atrás Draymond Green, ideólogo defensivo, alma del grupo y protestón oficial. Al fin, dos rivales que entienden el baloncesto moderno como un juego de asistencias, termostato alto y francotiradores a sueldo. Si estamos en junio, Warriors-Cavaliers.

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