Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Ángel Resa
Miércoles, 15 de marzo 2017, 12:13
Las hemerotecas son esos desvanes que nos dejan a los que escribimos con las vergüenzas al aire. O no, siempre que cada texto se contextualice en el tiempo correspondiente a su elaboración y esté redactado desde el respeto irrenunciable a la honestidad. Me explico con ... el ejemplo de carne y huesos que paso a analizar. Hace tres meses, y en esta misma columna, me referí a Ricky Rubio como «vendedor de flotadores». Sus pobres porcentajes y la casi absoluta certeza que manejaban los rivales acerca de su incapacidad para meter lanzamientos exteriores condicionaban para peor el juego del base catalán, al margen del circuito donde imperan los unos anotadores. Sus defensores pasaban los bloqueos por detrás, le concedían el tiro y le negaban las penetraciones por lo que prestaban mayor atención a las ayudas. Ricky era un hombre con la confianza mordida y el ánimo a la altura del sótano que reflejaba la típica cara grave del que no se divierte en el trabajo.
Lejos de considerarme un chaquetero que se viste según los vientos aleatorios he de reconocer la resurrección bíblica de quien nació en El Masnou hace veintiséis años. Este Lázaro con camiseta de tirantes lleva seis semanas moviendo la piedra que lo tenía sepultado, curiosamente -más bien como consecuencia- de la lesión de Zach LaVine. Algunos se empeñaban en tratar como uno a este autor de mates apabullantes por el efecto muelle de sus piernas, aunque la mayoría entendiera que sus anotaciones compulsivas y escasa generosidad le situaban en el puesto natural de escolta. Lo cierto es que amasaba demasiadas posesiones y tal circunstancia contravenía la labor de Ricky como armador de baloncesto colectivo. Entre el efecto beneficioso que supone para el barcelonés la baja de su compañero, por mal que suene la realidad, y su propio crecimiento lo cierto es que Rubio vuelve a parecer el timonel asombroso, el filósofo por anticipación y el escultor de pases que siempre ha sido.
Gloria prolongada
Todo el mundo aspira a su momento de gloria y algunos privilegiados como el base de la selección española tienen la capacidad de prolongarlo hasta ingresar en la historia de un club. Lo que acaba de conseguir frente a los Wizards, en cuyo partido repartió diecinueve asistencias, récord de la franquicia de Mineápolis. Diagonales altas para triples o canastas de compañeros bajo el aro, entrega larga desde el pecho para iniciar el contraataque, una filigrana artística representada por un pase picado tras rebozarse la cintura de pelota, alley-oops y un regalo de cuchara Diez de los diecinueve presentes sirvieron para entronizar a Karl-Anthony Towns, cuatro de enorme talento con el que conecta estupendamente y sobre el que los Timberwolves han de levantar un edificio construido con piedras jóvenes.
A mediados de diciembre, cuando escribí la metáfora sobre el Ricky-flotador, Minnesota ocupaba el vigésimo séptimo puesto de la NBA con un balance de 7-18. Desde entonces presenta una estadística de 21-20 que le aúpa a la décima plaza del Oeste, a tres partidos y medio de asaltar el último, y barato, billete para las eliminatorias de su conferencia. Un lugar que ocupa Denver y al que aspiran los propios Timberwolves con Dallas y Portland. En ese progreso bastante ha tenido que ver la recuperación baloncestística y sobre todo moral de Rubio, batuta made in NBA por sexta temporada de un equipo con muchos puntos potenciales que rendía por debajo de sus cálculos a las órdenes de un técnico defensivo como Tom Thibodeau. El catalán acredita ahora promedios de 10 puntos y 9 asistencias, cuarto en la tabla de pasadores, sólo por detrás de James Harden, John Wall y Russell Westbrook. O sea, de palabras muy mayores. Desde el All Star nadie ofrece más canastas a sus compañeros que él en toda la NBA.
Sus porcentajes, aquellos que lo tenían mártir y disminuían su influencia en la pista, han subido hasta el 40% en tiros de campo y aprovecha la pleamar para no bajarse de la ola. Tal vez la lesión mencionada de LaVine vetó su posible traspaso en el mercado de invierno. Ahora Ricky vuelve a sonreír, sigue inventado el juego en cada ataque, disfruta a campo abierto y mantiene la visión paranormal que le permite escudriñar huecos donde otros ven rendijas. Una muestra de la trascendencia del factor mental en el deporte de alto nivel porque el baloncesto lo traía Rubio de serie.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.