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Ángel Resa
Miércoles, 15 de febrero 2017, 12:21
Con el permiso o no de Donald Trump y su política arancelaria de levantar puertas al campo, el baloncesto español ha exportado a Estados Unidos un póker de dobles figuras. Nunca en la NBA se habían alineado dos parejas de hermanos procedentes del mismo país ... extranjero. Primero fue Pau Gasol (2001), propietario de anillos consecutivos en la última época gloriosa de los Lakers. Después llegó Marc, a quien por su propia categoría hace tiempo que dejó de conocérsele como el mediano de la saga para disputar con DeMarcus Cousins, Anthony Davis y el emergente Nikola Jokic (Denver) el título oficioso de mejor cinco del mundo. Los de Sant Boi, en especial el segundo por su jerarquía absoluta en los Grizzlies, se han ganado el respeto del torneo. Y a eso mismo, en el futuro, aspiran los Hernangómez, apellido con ecos a linaje antiguo. Al menos sí desde el punto de vista baloncestístico. El padre jugó en Estudiantes y Real Madrid y la madre (Geuer) conquistó el Europeo de 1993 con la selección española. De casta le viene a los galgos Willy (Knicks) y Juancho (Nuggets).
El domingo pasado ocurrió un hecho insólito por cuanto tiene de raro el triunfo de New York en la visita de los potentes Spurs. A lo que vamos. El primogénito de los HG, veintidós añitos, contribuyó a la victoria desde la titularidad con 12 puntos y 9 rebotes. Pero, sobre todo, entusiasmó al sufridor más impenitente del equipo de la Gran Manzana. El pívot madrileño amagó a su defensor con el tiro en suspensión desde la parte izquierda del ataque local, botó dos veces y salvó la presencia intimidadora de las ayudas con un escorzo a aro pasado. Y entonces Spike Lee, cineasta y activista de los derechos de la población negra, se levantó de su silla de pista y repitió el gesto de acunar la pelota como acababa de hacer el chico que ha caído de pie en el Madison Square Garden. Sólo un día después, los celebérrimos Warriors se postraron de hinojos ante unos Nuggets devastadores (132-110, 79-54 en el descanso) y liderados por Juancho. El peque, veintiún añitos, aprovechó a lo grande las lesiones de los hombres que le dificultan el paso: Danilo Gallinari, máximo anotador de Denver en el puesto natural del alero español, y Kenneth Faried, cuatro hiperactivo.
Entusiasmo
Es de Perogrullo que ambos hermanos comparten genes. Ambos se muestran activos, valientes y sobrados de desparpajo pese a su condición de rookies en una Liga que cobra las novatadas. Los dos juegan con entusiasmo y no ocultan cuánto se divierten en la pista. Se supone que más el menor porque el equipo de Colorado, tan frágil atrás, sabe a lo que juega por alegría y vocación ofensiva. Pues Juancho, que acreditaba estadísticas de 4 puntos y 3 rebotes con buenos porcentajes en doce minutos, quemó la traca entera cuando más iluminan los focos, o sea, la noche en la que Golden State visita cada ciudad. Partió en el quinteto y firmó una de esas estadísticas que adornan las paredes del salón cuando los deportistas se retiran: 27+10, seis triples de nueve intentos y las sensaciones de que los Nuggets tienen tres para lo que demanden.
El espléndido encuentro de Hernangómez II no responde a la casualidad, más bien a la causalidad en un leve movimiento de letras. El chico tiene talento y quiere labrarse un hueco en la NBA. Cierto que faltaban dos titulares, pero los compañeros le buscaron bastante más que los desencuadernados Knicks a su hermano mayor. El recital comenzó con una canasta bajo el tablero después de ganar la posición en el centro de la zona, incluyó un rebote ofensivo con mate furioso, otra canasta a capón tras correr de manera fulgurante el contraataque y un arsenal de triples desde el lado derecho, entre el córner y los 45 grados, formando un triángulo con los brazos y sacando el tiro desde la frente. Denver anotó 24 lanzamientos de tres puntos frente a los Warriors para reeditar aquella letra musical de Rubén Blades. Quien a hierro mata, a hierro termina. Y en ello tuvo que ver el protagonismo estelar de Juancho, otro ejemplo de que Europa y no Houston tiene un problema. Con los incrementos salariales en Estados Unidos y la fuga cada vez más temprana de talentos, al baloncesto del Viejo Continente se le va poniendo cara de sucursal.
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