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Ángel Resa
Miércoles, 25 de enero 2017, 10:17
Junio de 2011 en Nueva York. Noche del draft, cuando las franquicias de la NBA eligen por orden a los cachorros de la nueva camada, vengan de universidades estadounidenses o canteras europeas. Es de suponer que Isaiah Thomas sufriría en silencio -como cuenta el ... anuncio del fármaco para aliviar los dolores en la retaguardia- la maldición de los pequeños en la selectiva criba natural que representa el baloncesto. El entonces comisionado David Stern ya había pronunciado la identidad, procedencia y destino de 59 chicos que ingresaban en el circo profesional de treinta pistas, tantas como clubes. Sólo faltaba desvelar el nombre y apellido del último, la delgada frontera que separa el campeonato norteamericano de hacer las maletas con rumbo al Viejo Continente. Y entonces anunció que Sacramento seleccionaba en el sexagésimo lugar a un base de bolsillo. Un joven de 1,75 metros, bíceps fornidos donde bien podría tatuarse el ancla de Popeye y piernas poderosas. Una miniatura entre gigantes, sospechoso de padecer el mal de altura. O de bajura.
Hoy, aquel aspirante tiene a la NBA rendida. Antes de él ya habían cobrado cierto protagonismo enanitos como Muggsy Bogues (1,59) célebre por su marcaje acosador a Drazen Petrovic en el Mundial de España (1986) y Spud Webb, ganador del concurso de mates ese mismo año al propulsarse hacia el aro desde su 1,68. Pero aun reconociendo sus méritos ciertos y las excentricidades que les ayudaban a cincelarse sendos huecos en la historia, nadie antes que Thomas fue capaz de mostrar tanta jerarquía desde una estatura adversa para los códigos físicos del baloncesto. Isaiah no es una rareza simpática dentro de un campo plagado de molinos de viento, encarna más bien al líder de un equipo notable. El de los Celtics, fieles otra vez al orgullo que siempre les ha procurado su competitivo gen irlandés.
Bautizado por una apuesta
El nombre de este personaje admirable obedece a la pérdida de una apuesta familiar. El padre, seguidor de los Bulls, aceptó bautizarlo como otro Thomas -el base de los Bad Boys- si Detroit derrotaba a Chicago. Suponemos que mascullando no le quedó más remedio que llamar al chaval Isiah pero, tal vez en un brote súbito de rebeldía, metió por medio una a para distinguir a aquel director bicampeón del fruto del vientre de su pareja. Y veintiocho años después, aquel bebé marcha segundo en la tabla de anotadores (29 puntos por partido), también intercalado entre los dos máximos aspirantes al MVP: Russell Westbrook y James Harden. De exteriores va la cosa desde que el baloncesto ha evolucionado hacia cuatro o cinco tipos abiertos, la preponderancia del triple, las posesiones cortas y el aprovechamiento de las zonas despejadas para percutir hacia adentro. Tiro de tres puntos y entradas a canasta, dos especialidades modernas que el guía de Boston domina como pocos.
Las asombrosas marcas de Isaiah no deberían ya sorprender a nadie. Escribo de un verdadero cuerpo celeste en un firmamento de estrellas, de un tipo al que los entrenadores de su conferencia deben incluir en el All Star sin disyuntivas que valgan, del pequeño que esta misma campaña ha metido 52 puntos en un partido, de quien en los cinco encuentros previos a la derrota en Washington esta madrugada encadenaba anotaciones de 38-36-31-37-44. Parece la combinación ganadora del euromillones, pero son las estadísticas concluyentes de un tipo que maneja los números, el mando en plaza y las sensaciones, del monarca absoluto en los últimos cuartos porque nadie destroza las ilusiones adversarias más que él cuando se deciden los partidos.
Thomas obtiene réditos enormes a su bajo centro de gravedad y dominio hipnótico de la pelota (cambios de dirección y de ritmo) para extraer canasta y tiro adicional en esas penetraciones por las que siempre encuentra recovecos. Su poderío muscular en ambos trenes superior e inferior le permiten percutir con valentía, absorber el impacto del defensor y pasar la pelota por el aro con medios ganchos sacados desde la cintura. Y demuestra puntería desde lontananza con su lanzamiento zurdo. Isaiah encabeza desde su 1,75 al tercer conjunto del Este y octavo de la NBA, un auténtico y solidario equipo (tercero en asistencias) de ritmo vivo donde se detecta la excelente labor del técnico (Brad Stevens), un grupo solidario con excelentes defensores (Marcus Smart, Avery Bradley, Jae Crowder, Amir Johnson) y un base de bolsillo que tiene prendada a la NBA.
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