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Ángel Resa
Miércoles, 19 de octubre 2016, 12:01
De los inventores del deporte en formato espectáculo volverá pronto a sus pantallas la NBA. Estados Unidos es un país de tamaño continental que se rige por fechas acotadas. Celebra las elecciones presidenciales, esta vez con una bomba encarnada en el flequillo imposible de un ... candidato, cada cuatro años el martes siguiente al primer lunes de noviembre y el torneo del baloncesto profesional tira su primer balón al aire también un martes, concretamente el último de octubre. Hay cosas que apenas cambian de un tiempo a esta parte, por ejemplo los equipos que aspiran realmente a engarzarse el anillo en la segunda quincena de junio. Golden State Warriors y un peldaño por debajo San Antonio Spurs en el Oeste; la dictadura de rostro humano que ejerce Cleveland Cavaliers bajo la tiranía de LeBron James por la parte oriental del mapa.
Sin embargo, y pese a las reiteraciones en los pronósticos, sabemos lo que la NBA ha hecho el último verano: agrandar aún más su gigantismo. Tocaba renovar el contrato televisivo y el acuerdo para retransmitir partidos de un confín al otro del mundo ingresa cantidades obscenas de dinero en las arcas de la patronal. De ahí, y valga la concreción para explicar los números mareantes que se manejan, que un base notable pero no estelar como Mike Conley haya renovado su acuerdo con Memphis a cambio de treinta millones de dólares por temporada durante los próximos cinco ejercicios. O que el campeonato norteamericano continúe su labor incansable de importar todo asomo de talento, incluso la falta de él, desde la vieja Europa. Ya que vamos de muestras empíricas conviene subrayar el retorno de Chacho Rodríguez, el mago de las asistencias paranormales, desde el Real Madrid a Estados Unidos. Vale, su regreso lo conduce a Filadelfia, el peor equipo y con avaricia de las dos campañas recientes. Pero a ver quién se resiste a ocho millones de dólares por una sola temporada.
Resultaba ineludible hablar de dinero, ese síntoma de mal gusto. Pero tampoco hay manera de ocultar que un solo tipo ha monopolizado el interés del verano y altera la correlación de fuerzas. Harto de amagar tiros sin disparar más que balas de fogueo, Kevin Durant deja Oklahoma City para realzar el poderío de la deslumbrante plantilla de los Warriors. Se trata, tal vez, del jugador más bonito de ver, el más estético de cuantos practican el baloncesto en todo el mundo. No obstante queda por despejar el misterio sobre cómo encajará la ingente calidad hecha alero en un grupo que abraza el juego colectivo pese a disponer de figurones como Stephen Curry, Klay Thompson o Draymond Green. Durántula ha crecido exponencialmente en un equipo, los Thunder, vertical hasta el extremo y rápido como la trayectoria de los cuerpos celestes al que le sobraban elaboraciones y pases. Aunque de acuerdo con el manual del sentido común, los buenos de verdad siempre enriquecen a un grupo. Veremos.
¿Los Thunder ya no cuentan?
De momento, el traslado de Kevin elimina a Oklahoma de las apuestas, eterno aspirante que nunca ha logrado abandonar la penumbra. Y más aún con la marcha de Serge Ibaka a Orlando, club que configura un poderoso juego interior. Así pues los Thunder dejan de contar desde un segundo plano para el título y ceden el combate del siglo en el Oeste al duelo de púgiles que representan Golden State y San Antonio. Ahora cuadra hablar de otro apellido ilustre, el de un tipo que ha santificado el baloncesto. Tim Duncan, el mejor ala-pívot de la historia, se ha retirado con la discreción que marcó toda su monumental carrera y no es casual que Gregg Popovich haya optado por reclutar a Pau Gasol para cubrir semejante cráter en la zona. El catalán busca en Texas un tercer anillo que abroche el círculo de una trayectoria individual sobresaliente. Su manera de concebir este deporte, con la inteligencia en los cimientos, casa perfectamente con la armonía colectiva que ya ha convertido a los Spurs en una dinastía espléndida. Pero soplan vientos inquietantes a la sombra de El Álamo. Cuentan allá que quizá LaMarcus Aldridge, interior elegante de mano letal, no termine la temporada. Veremos si está en la cancha cuando, previsiblemente, su equipo dispute a los Warriors el título de la conferencia.
Por supuesto que cabe mencionar a más conjuntos que se han reforzado y, sin embargo, la necesaria tarea de concretar aconseja centrar el relato en los Cavaliers. Los detractores de LeBron James, quienes sólo ven en él un prodigio físico, habrán de reconocer que el líder de Cleveland es mucho más que una amalgama de músculos a punto de reventar. El Elegido ha confirmado su condición de líder y enseña una lectura del juego cada vez más completa. Su idilio con las finales, tres títulos en siete presencias, nos remonta a los años en los que Lakers y Celtics dominaban la Liga. Pese a algunas composiciones de planteles interesantes cuesta creer, salvo lesión del todopoderoso, que algún adversario arrebate la hegemonía del Este a las huestes de James.
Dos parejas de hermanos
El baloncesto español no es ajeno, más bien lo contrario, a las curiosidades en esta nueva edición de la NBA que aparece a la vuelta de la esquina. La Liga norteamericana reunirá a dos parejas de hermanos nacionales, los Gasol y los Hernangómez. Cuatro pívots, dos que en inglés se conjugarían en presente continuo, y otro dúo que recita verbos en futuro inmediato. Pau muda su domicilio tras un paso frustrante por Chicago hasta San Antonio, Marc permanece como la piedra angular de los Grizzlies, Willy (Real Madrid) sentará sus reales en la zona de Nueva York y Juancho (Estudiantes) ya acuula elogios de pretemporada por sus actuaciones con Denver. Además de la asombrosa coincidencia de dos parejas fraternas de la misma nacionalidad, la campaña a punto de arrancar acoge el ya mencionado retorno de Chacho con la camiseta de los hasta ahora deprimentes Sixers, el debut de Álex Abrines con la elástica de los Thunder, la permanencia de Ricky Rubio en Mineápolis -¿acabará ahí la campaña?-, el traslado de José Manuel Calderón a Los Ángeles (Lakers), la reedición de Nikola Mirotic con los Bulls y el ya comentado éxodo de Serge Ibaka a Orlando.
Hagan juego, que los GM (directores deportivos) de las treinta franquicias ya lo han hecho. Me tienta reclamarles derechos de autor por sus predicciones ya que ellos no van a reparar en los de este humilde cronista. Ellos también apuestan por una final Warrios-Cavaliers con triunfo californiano, el trofeo de mejor jugador para LeBron y el de entrenador más reputado a Gregg Popovich. Si es que somos unos clásicos.
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