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José manuel cortizas
Jueves, 9 de junio 2016, 07:25
Desde la interpretación del himno, en el que los 20.562 espectadores que llenaron 'The Q' fueron los intérpretes, hasta que casi cuatro horas después el crono llegó al punto cero, el ambiente, la excitación, la energía que se vivió en la pista de Cleveland ... llevaron en volandas a un equipo herido en su orgullo, unos Cavs que buscaban reivindicarse ante el mundo tras la soporífera imagen que mostraron en su doble función previa en Oakland. Para tener opciones de éxito necesitaban, más que nunca, dejar de corromper su sello y recuperar a su gran líder, un LeBron James que no llegó a esbozar mueca alguna canjeable por una sonrisa. Ni cuando el júbilo estalló con el 120-90 final con el que su equipo coloca el 2-1 en la serie. Todo en el equipo de Tyronn Lue era concentración y respeto. Se han marcado los de Ohio hacer bueno el lema del 'All in' con el que se ha envuelto la llegada de las finales al Quicker Loans Arena. Apuesta sin límite, todo al centro del tapete. Este era el primer paso de su plan que es volver junto a la bahía de San Francisco con un 2-2 que, después de lo visto, no hay por qué descartarlo.
Sin Love, desautorizado por la NBA a jugar al no superar el protocolo médico tras los mareos provocados por un codazo en la nuca en el segundo partido, Cleveland tenía que hacer algo, mover ficha, cambiar su modus operandi si quería cazar a los Warriors. Lo tuvo todo más sencillo a raíz de un arranque en el que los de Steve Kerr ni se enteraron de por dónde les llegaba el castigo. Indolentes pensando que su capacidad artillera supone en sí su mejor escudo se vieron envueltos en un fuego cruzado mientras sus armas se encasquillaban. 9-0 en dos minutos y medio, tiempos en el que el público se mantuvo en pie siguiendo el juego hasta que los visitantes pararon la sangría con un tiempo muerto. Fue un primer cuarto en el que cada equipo habitó en las Antípodas.
Los Warriors no le daban ni a un balde. Horroroso Thompson, poco participativo Curry, que para más castigo se cargó con dos personales en dos acciones consecutivas. Kyle Irving era la reencarnación en la pista de un muñeco diabólico y LeBron su alter ego. Las distancias crecían al compás de una pareja que facturó 24 de los 33 puntos de su equipo. Golden State se quedó en 16. Ya que volvió a homenajearse a Mohhamad Ali, el símil es evidente. Los Cavs se medían a un oponente con la guardia baja, desarmada, que era cazado cada vez que fallaba un golpe. 14 de los 19 primeros puntos facturados en la pintura. 1 de 10 en triples en el otro bando. Una ruina.
A diferencia de las dos citas en Oakland en las que Cleveland llegó a dominar antes de descalabrarse en las segundas partes, en Ohio, donde hay vida y puede que sea mucha, los de la bahía nunca vieron sus dígitos por encima de los de la competencia. Había indicios para aguardar una rebelión porque peor no lo podían hacer sus estrellas y llegaron al descanso con un esperanzador 51-43. Thompson había espabilado ligeramente, aunque sumaba con Curry un descorazonador 1 de 11 en triples, y LeBron se perdió temporalmente en un mar de dudas, pasando de un 4 de 4 en el primer tramo a 1 de 8 en el segundo en tiros de campo. El Thompson local, Tristan, era el dueño del rebote. El equipo B de los Warriors, salvo Barnes, no era sinónimo de eficacia.
Pero el mal había penetrado ya en el sistema nervioso de Golden State. Al regreso del vestuario fue asolado, barrido, sepultado por un juego vibrante, duro atrás, decidido en ataque con muchas transiciones cruzando el campo. La ley del rebote. 52 versus 32. Los Cavs olieron la sangre y buscaron la yugular. LeBron (32) e Irving (30) dinamitaron el encuentro, con JR Smith como capataz (cinco triples para 20 puntos) y Tristan Thompson firmando dobles figuras (14-13) sin atisbo de contestación entre los pívots rivales. Metió la directa Cleveland con un parcial de 19-5 y en adelante siempre estuvo más cerca de cerrar el partido en la treintena de ventaja, como confirmó tras anotar 69 puntos en la segunda parte.
En el otro bando, deserciones. Curry maquilló sus números sin pasar de ser un jugador más, del montón en la paleta de grises con que esta vez embadurnó el lienzo Golden State. Thompson y Green, caricaturas. La segunda unidad no se sintió inspirada por líder alguno. Y no es nuevo. Ya les ocurrió en la final de Conferencia ante Oklahoma y parecen no haber aprendido. Aunque no son los únicos. También Cleveland se hace fuerte al amparo de su 'The Q' donde no ha perdido en ningún partido de los play-off por el título. Su público se fue a casa con una pizca más de optimismo, bien escaso por aquellos pagos, donde ningún equipo de las grandes ligas ha vuelto a levantar un trofeo desde 1964.
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