Ángel Resa
Miércoles, 27 de abril 2016, 13:28
Sí. Bienvenidos al infierno de los play off en la NBA, a las eliminatorias donde los jugadores ruedan por el suelo en busca de esa pelota esquiva, al territorio de las defensas acrecentadas, al reino de los partidos más eternos todavía, a la táctica arbitral ... de nadar y guardar la ropa. Me refiero a la permisividad que no se consiente en la campaña regular, pero que dado el alto voltaje de los partidos también requiere pitar más técnicas y faltas personales flagrantes. De momento, aunque justo es reconocer que por desgraciadas acciones fortuitas, han caído al hule de los toreros hombres tan relevantes como Stephen Curry (líder mundial del baloncesto al mando de los Warriors), Avery Bradley (soberbio defensor de un compromiso colectivo llamado Boston) y dos figuras de los Clippers. El base Chris Paul, uno de los mejores directores del campeonato, y su compañero Blake Griffin toda una amenaza desde el puesto de cuatro engrosan el parte de bajas que más parece la claudicación de una guerra. Sus ausencias tienen equilibrada la serie ante el admirable Portland en la que el conjunto angelino se presentaba como favorito indiscutible. Y allanan, de paso, el previsible avance triunfal de Golden State, presunto rival de los Clippers en la semifinal del Oeste.
Publicidad
A estas alturas del rodaje ya hay tres clubes clasificados: San Antonio, segundo bloque de la temporada con su baloncesto de toda la vida, los Thunder del vertiginoso dúo Westbrook-Durant y los Cavaliers del mariscal LeBron James, que asisten descansados a la encarnizada lucha que libran Atlanta y Boston. Los tres equipos que esperan rival han resuelto sus eliminatorias por la vía del cloroformo, según el argot contundente del boxeo. Cleveland y Spurs, sin adversario en el mermadísimo Memphis, no se han dejado ni un triunfo por el camino. Oklahoma City concedió un pequeño homenaje, sólo uno, a Dallas. Aún falta por timbrar con sello oficial el pase de los Warriors (3-1) pese a la baja de Curry frente a Houston, deshacer el entuerto en el que se han involucrado los Clippers por la fatalidad de las lesiones y resolver el enigma del Este. Por fin, y tras demasiados años en los que esta conferencia emitía pasaportes low cost para las eliminatorias por el título, la zona oriental del país ha elevado su nivel. Charlotte discute a Miami su teórica supremacía en la serie, Atlanta y Boston se atrincheran en sus pabellones mientras decaen en el del otro y Toronto e Indiana escenifican una batalla hosca por un hueco en la semifinal que guardaba plaza al solitario grupo canadiense de la competición.
El único cruce garantizado hasta ahora enfrentará a los Spurs de Kawhi Leonard y LaMarcus Aldridge receptores del testigo sagrado que empuñaban Parker, Ginobili y el cuarentón Duncan con esos Thunder tan físicos que rinden culto a las modalidades propias del atletismo. Hace tiempo que el Este racaneaba los elogios, pero ha llegado el momento de ponderar los méritos incuestionables de Celtics, Pacers y Hornets, además del milagro Blazers en la otra conferencia. Tanto que Portland se ha metido en los play off después de perder cuatro titulares de la temporada anterior. A Damian Lillard, excelente base con menos predicamento del que se ha labrado en la cancha, lo dejaron teóricamente solo. No así en la práctica por la mejoría geométrica del escolta CJ McCollum (premiado con el título de jugador de mayor progresión) y la buena pizarra de Terry Stotts, a quien sus compañeros de gremio le acaban de conceder el reconocimiento como técnico más destacado de la temporada.
«Ese tío es como yo»
Pero expuesto todo lo anterior me van a permitir, eso espero, que venga a escribir de un hombre singular. No es la primera vez, intuyo que habrá más, que aconsejo las locuciones televisivas de Guillermo Giménez en la clandestinidad de la madrugada. Forma con Antoni Daimiel una pareja de narradores excelentes, divertido el primero y sólido por conocimientos y buceo en la NBA el segundo. Giménez suele clamar, con el gracejo que le caracteriza, «ese tío es como yo». Alude a Isaiah Thomas, el diminuto base de los Celtics, el bajito por antonomasia de la competición que reta a todo el universo de la canasta estadounidense desde su 1,75 generosa la manera de medir allá de estatura. Y efectivamente, salvo por esos bíceps capaces de llevar tatuados el ancla de Popeye se trata del tipo que uno podría encontrarse en la cola del pan.
Zurdo letal y valiente, triplista que encoge ánimos adversarios y penetrador audaz, el veloz Thomas lidera a un equipo en el amplio sentido del término. Boston es un grupo comprometido y muy trabajado por un preparador excelente (Brad Stevens) que, a falta de figurones consagrados, compite con el ardor de quienes se creen convocados a abanderar una causa. Su pequeño base tiene el dudoso honor de que Sacramento lo eligiera en el último puesto del draft de 2011 y tras jugar en la capital californiana y en Phoenix, revienta ahora todo su talento al servicio del trébol verde, emblema del orgullo irlandés. Y desde esa mezcla de humildad y arrojo, Isaiah logró plaza en febrero para el All Star. Su equipo apoya la espalda en las cuerdas del cuadrilátero y, probablemente, caerá en la primera ronda ante la solidez de Atlanta, pero en el recuerdo de esta temporada siempre habrá un hueco para ese tipo que cualquiera podría toparse en la cola del pan.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.