Ángel Resa
Miércoles, 13 de enero 2016, 12:03
Tengo ganas de escribir sobre Kristaps Porzingis, el letón que nos ha inyectado optimismo por vía intravenosa a los seguidores de los Knicks. Hablo del ala-pívot altísimo que llegó a Sevilla hace cinco años, dueño de unos fundamentos técnicos envidiables, conocedor del ... idioma inglés y usuario de un castellano con deje andaluz. El mismo chico al que abuchearon los aficionados del Madison Square Garden cuando la franquicia de Manhattan lo eligió allá por el mes de junio en el cuarto puesto del draft. Claro, los hinchas de New York desconocían las virtudes del chaval y andan muy mosqueados con la errática línea deportiva del club. Pero han bastado unos pocos meses para que los mismos que pitaron el gasto de una bala tan alta en la selección tengan al protagonista en el altar deportivo. Porzingis promedia 14 puntos, 8 rebotes y 2 tapones por partido en 28 minutos de juego, muestra un espíritu sobre la cancha que parece desmentir su físico de chico bueno y ya es un ciclón mediático en la ciudad que nunca duerme.
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A la gente le encanta establecer comparaciones y enredar en el pasatiempo de las diferencias. Se le han buscado similitudes con Dirk Nowitzki y Pau Gasol apellidos mayores y hasta con Andrea Bargnani. Eliminemos este último parecido por muy poco razonable. El baloncesto de Kristaps es un poliedro rico en aristas frente al plano unidimensional del italiano, esa reducción al tiro lejano que ni sufre ni padece. El baloncesto del letón enseña aspectos más completos que el del alemán, toda una leyenda de la NBA, y muestra mayor puntería en los lanzamientos de media y larga distancia que el del español. Vale, a la nueva revelación de los Knicks le queda mucho camino por andar para equiparse a las gloriosas carreras de sus referentes europeos. Pero el propio José Manuel Calderón hombre sensato, refractario a los líos y amigo de Pau declara que su compañero en el vestuario del Madison apunta mayores cualidades que el faraón Gasol I a su edad. Hoy, con media campaña regular cumplida, el cuatro de New York opta al título de mejor novato de la temporada junto a Karl-Anthony Towns (Minnesota) y Jahill Okafor (Philadelphia).
Me bullían las vísceras por escribir de Porzingis. Qué quieren, uno ya se siente harto de cargar con el peso de la cruz camino del Calvario que representa adherirse a la causa siempre aplazada de los Knicks. Y, sin embargo, entre tanta literatura buena de novedad giro la vista a la estantería donde reposan los clásicos y tomo el volumen de Pau. ¿El motivo? La capacidad sobrenatural para resistir los vientos cruzados que a lo largo de su carrera han amenazado con abatirle. Ya soportó embates inmisericordes durante sus dos últimos ejercicios y medio en los Lakers por la falta de coherencia de una dirección deportiva a la deriva que lo mismo contrataba de entrenador a Mike Brown (nulidad ofensiva) como a Mike DAntoni (amnesia en defensa). Y esta campaña vuelve a demostrar que ni siquiera el cambio de estilo de los Bulls con Fred Hoiberg como ideólogo tuerce su brazo en el enésimo pulso. Seguro que Pau añora el rigor del defenestrado Tom Thibodeau, pero sin apenas ruido vuelve a colocar sus estadísticas en el armario de costumbre.
La apuesta del nuevo técnico por un ritmo vivo, ataques menos estructurados y mayor número de posesiones convienen a Nikola Mirotic, pero no teóricamente a Gasol. El pívot catalán empezó la campaña con números de 13 puntos y 8 rebotes y ya marcha por los 16+11 con tres tapones cada noche. Muy cerca del 19+9 que firma durante su ya extensa trayectoria (quince temporadas) en la NBA. No hay manera de derribarlo. Recuerda a esos muñecos de base redondeada que se balancean y jamás acaban con el cuerpo tumbado. Es, metafóricamente, un asesino que dispara con silenciador. Cuando los césares le miran con el pulgar puesto hacia abajo él cumple su tarea y deja el campo de batalla sembrado de cadáveres deportivos. Siempre un trabajo limpio. Pau va camino de los 36 años y, aunque conserva sus movimientos en el poste y los ganchos con ambas manos que enamoran, ha evolucionado su juego. Encuentra en Jimmy Butler el socio que requieren los tipos inteligentes, lo alimenta desde la cabecera en su labor de falso base e incrementa el radio de acción de su tiro. Se trata de un cinco con querencia al puesto de cuatro y alma de uno. Tal vez se encamine al ocaso, pero mantiene desplegadas sus alas de águila imperial para volar de distintos modos. Por ejemplo, reboteando más que nunca y ejerciendo una intimidación taponadora que ha deparado triunfos a los Bulls en finales muy prietos.
Es, de hecho y junto a Mirotic porque comparten equipo, el representante del baloncesto español de miras más largas esta temporada. Y con permiso de Serge Ibaka, cuyos Thunder optan a alterar el sistema nervioso de los archifavoritos Warriors y Spurs. Resulta difícil imaginar a Chicago arrebatando el liderato predestinado a Cleveland, pero en cualquier caso Pau vuelve a alzarse y van como el embajador más solvente de la delegación nacional. Su hermano Marc se aleja del enorme nivel que mostró la campaña anterior, Mirotic progresa adecuadamente, a Calderón le falta trascendencia en el resurgir de New York y el caso de Ricky Rubio merece un capítulo aparte. Asiste mucho y tira mal, alterna fogonazos fabulosos y una mueca de aburrimiento en la cara y conduce un equipo de jóvenes prometedores Wiggins, Towns) con destino a ninguna parte.
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