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Ángel Resa
Miércoles, 23 de diciembre 2015, 12:46
Oklahoma es un estado del extenso y conservador Medio Oeste estadounidense y su capital, como tantas otras allí, carece de los atractivos culturales que reclamaba Pau Gasol para firmar con los Thunder. Intentó reclutarlo Kevin Durant, pero el mayor de la saga catalana ... prefirió la vitalidad de una gran urbe como Chicago, cuya oferta dista muchísimo de la atonía de OKC. Tal vez necesitados de estímulos con los que llenar el tiempo de ocio, sus habitantes vieron en el baloncesto profesional una oportunidad para divertirse y reivindicar el orgullo autóctono en un sector tan alejado de los focos que iluminan a Nueva York y Los Ángeles. La franquicia de New Orleans tuvo que emigrar a la fuerza por los efectos demoledores del huracán Katrina y Oklahoma City la recibió durante dos temporadas (2005 a 2007) con los brazos abiertos del entusiasmo y la fe del converso. El público apoyó al club de Luisiana como si fuera suyo y en el hervor ambiental caldeó la idea de fabricar un equipo propio. Así que en 2008 el dueño compró la marca de Seattle Supersonics para, desde la figura imperial de Durant, intentar el asalto a la cumbre de la NBA.
El pabellón de los Thunder es uno de los calenturientos de la Liga, dentro de la mentalidad norteamericana que encuentra más sentido lúdico que pasión en sus competiciones. A su temperatura elevada ha contribuido el conjunto, que con la elegancia suprema de Kevin y el trueno físico de un base como Russell Westbrook llegó a alcanzar la final hace tres años y medio, cuando cayó frente a los Heat de LeBron James. La franquicia de Oklahoma disputó, además, la eliminatoria definitiva de la Conferencia Oeste en 2011 y 2014. Siempre apunta a lo más alto, pero también encuentra obstáculos insalvables en su asalto a la cima. Las expectativas de la campaña anterior se deshicieron en mil pedazos con las lesiones alternativas de sus dos estrellas, los cimientos de un grupo que contribuye a apuntalar Serge Ibaka. Aun con semejantes inconvenientes, OKC firmó un balance de 45-37 que no le sirvió para asomarse al territorio de los play off. Eran tiempos de una conferencia carnívora que ejercía una severa selección natural.
Único rival de Warriors y Spurs
Pero ahora, con todo el plantel sano, los Thunder están para tomarlos en cuenta. Probablemente repitan la historia frustrante de sus mejores temporadas, la del alumno que obtiene el sobresaliente y cae en el anhelo de sacar matrícula. Sobre todo por la trayectoria deslumbrante de los dos últimos campeones, Golden State Warriors y San Antonio Spurs, autores de sendas marcas (26-1 y 24-5) acordes al baloncesto formidable que facturan. Pero Oklahoma City (19-9) aparece como el único rival que aún puede contemplarlos con prismáticos desde el observatorio que parecía reservado a los Clippers.
Los Thunder apenas han modificado la plantilla de la campaña pasada, confiando en que sus mejores adquisiciones guardasen relación directa con la salud de Westbrook, ese huracán incontenible que recuerda al Katrina por el que la NBA aterrizó en el estado del Medio Oeste, y del gentleman Durant, un espectáculo de estética visual. El club se extirpó un quiste al desalojar del banquillo a Scott Brooks, entrenador al que le venía muy grande el equipo e incapaz de reaccionar ante los giros inesperados e inherentes a todo juego. Ha confiado un quinteto de suma garantía y unos reservas cuestionables a Billy Donovan, exitoso técnico universitario que alcanzó la gloria con los Gators de Florida. No es que hasta la fecha se intuya su sello en el bloque de OKC, pero también cabe reconocer que resulta difícil embridar a un potro salvaje como Westbrook, un tipo que vive de su energía inacabable. Y que la aportación del coach o lo contrario habrán de evaluarse cuando la primavera tienda el brazo al verano.
Tampoco Donovan puede traicionar las señas de identidad de un equipo que entiende el baloncesto como una prueba de velocidad, un descenso alpino a tumba abierta, una exhibición de alto voltaje. A partir de un base que que lleva inoculado el baile de San Vito, los Thunder disfrutan a la carrera, son verticales, elaboran lo justo y disparan balas a mansalva en contraataques y transiciones. Así firman la segunda mejor anotación de la Liga, solo por detrás de los reyes de la discoteca (Warriors), y solventan los combates por superioridad física y agotamiento del rival. Para los hedonistas y amantes de los placeres de la vida ya está Kevin Durant, el hombre que podría perfectamente pisar la cancha vestido de esmoquin. Uno confiesa sus debilidades y, aparte de admitir la supremacía de Stephen Curry y LeBron James, tiene a Kawhi Leonard como el jugador más completo de la NBA y considera que nadie supera la elegancia de Durántula. La plasticidad, según la humilde opinión de quien esto escribe, soltada al cielo.
A los Thunder se les aparecen por el camino problemas muy peliagudos. Desde luego, tres candidatos firmes al anillo allá por el mes de junio: Golden State, San Antonio y Cleveland. Pero, además, su propia escasez de banquillo frnte a adversarios mejor armados desde la segunda línea. Si Donovan alinea de salida al escolta triplista Anthony Morrow le quedan como artillería desde la suplencia Dion Waiters, anotador a quien le vendrían bien la lectura del juego y la calma, y la facilidad ofensiva del pívot turco Enes Kanter. ¿Suficiente? Sí para plantear batallas a los poderosos, no si el objetivo consiste en clavar la bandera del estado en la cima de la NBA. Eso sí, de los seis españoles que militan en el campeonato, incluidos los nacionalizados Nikola Mirotic y Serge Ibaka, el pívot de origen congoleño parece más cerca del éxito que el resto. Chicago no termina de convencer y le han brotado contrincantes muy serios en la revalorizada Conferencia Este, Memphis decae con respecto a ejercicios anteriores y los bases (Ricky Rubio y José Manuel Calderón) conducen equipos que depositan la fe en un futuro a medio plazo.
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