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Ángel Resa
Jueves, 21 de mayo 2015, 14:10
De acuerdo. Han llegado a la final de las respectivas conferencias los favoritos según sus clasificaciones durante la temporada regular. Vale, en la del Oeste se encuentran los dos mejores jugadores del campeonato (Stephen Curry y James Harden), mientras la otra enfrenta al rey ... LeBron con el equipo coral de esta campaña por antonomasia (Atlanta), solicitado el permiso a los mismísimos Warriors. Pero para afrontar esta ecuación ha hecho falta que los sorprendentes Rockets competitivos en la hora de la verdad- firmasen una de esas remontadas históricas que se producen al ritmo muy esporádico de los eclipses totales. El fenómeno que aquejó, precisamente a los postulantes Clippers. Un parcial de 18-49 a favor del conjunto texano en el Staples Center durante el sexto partido igualó la serie a tres. Solo en ocho de ¡228! ocasiones precedentes, un club de la NBA había levantado la losa adversa del 1-3. Y a la novena fue la vencida. Houston resolvió la eliminatoria en casa frente a un adversario con los plomos fundidos atrás y adelante y la moral derretida como una vela en las últimas.
Viene a cuento lo sucedido en las semifinales de conferencia y en los ya recién inaugurados cruces que suponen la antesala a la disputa del título para ensalzar las actuaciones determinantes de suboficiales muy cualificados. Tipos que viven a la sombra del calor tórrido que generan sus compañeros estelares, pero con la capacidad sobrada para voltear marcadores y despertar a la sorpresa de su letargo. Hay varios ejemplos que apetece comentar. Es evidente que los Rockets de Harden no necesitan un base puro porque el mariscal se encarga de todo, subir la pelota con parsimonia incluido. Pero claro, si se trata de Pablo Prigioni, pues adelante. A sus 38 palos, el argentino resultó providencial en el empate de la serie ante el cuadro angelino. Robó tres balones en cuatro minutos con el sello indeleble que solo dejan los ladrones legendarios. Se esconde tras la chepa de su par en los saques de fondo, propulsa el gadgetobrazo y una posesión nueva que administrar de manera sabia. Entre tanto músculo hipertrofiado, don Pablo comercia con el innegociable sentido común, ordena el caos sin aspavientos.
Houston se merece un capítulo aparte por la cantidad de secundarios vitales para meter en la final del Oeste al equipo de Harden y Dwight Howard. Durante el sexto duelo contra los Clippers, todo aparentemente perdido en el conjunto texano, refulgieron la valentía y el arrojo de Corey Brewer. El escolta se perfumó de coraje para meter tiros de media distancia y desbrozar la selva angelina a campo abierto. Su compañero Josh Smith, un caso peculiar de duda en los tiros libres y puntería exterior, acompañó la épica remontada con los triples propios de un tipo decidido. Sobre ambos cimentaron los Rockets ese paso a la serie definitiva del Oeste que parecía firmemente reservada a los Clippers antes de la insólita demostración de fe de los ganadores.
Los Warriors dan primero
Vayamos ahora hasta el puente de la bahía. El primer compromiso en la final para Golden State, previsiblemente un nacimiento cómodo a la vida, se le estaba degenerando en un parto de nalgas. El equipo de Harden, asistente primero y ejecutor después, se adelantó 33-49 en el minuto 18, para la incredulidad de tantos que miramos a Houston con recelo durante la campaña regular. Un equipo absolutamente dependiente de los misiles lejanos y dejadote en defensa. Pues resulta que la escuadra de Kevin McHale estaba jugando muy bien y en serio hasta que el base suplente Shawn Livingston suponen bien, igual que el doctor- metió en la vereda correcta a la orquesta sinfónica de Curry y Thompson a través de una catarata sucesiva de canastas. A partir de ahí los Warriors construyeron la primera victoria (110-106) que les acerca a su auténtico objetivo, el anillo de los campeones. Rebajado el vino del susto con el agua bendita de Stephen y sus triples inverosímiles, las aguas recuperaron el cauce en un encuentro más parejo de lo previsto. Del espectáculo en sesión continua se encargan Curry y Harden, dueños de una facilidad sobrenatural para la práctica del baloncesto. Ambos con su pericia en el bote y la visión perimetral de su gente. El primero, en el lanzamiento prodigioso que tampoco le falta al segundo. El barbudo, porque nadie como él obtiene tantos réditos desde la línea de personal.
Los Hawks pierden el factor cancha
Volvamos la vista hacia el Este, donde Atlanta y Cleveland se disputan el pasaporte a la final mediante dos estilos contrapuestos: el juego armónico de los Hawks frente al lebronsistema de un grupo que arropa de forma impecable a su jefe. Es cierto que James creció a lo largo del partido tras sacudirse la defensa pegajosa de Carroll y los continuos dos contra uno a los que se ve sometido. Pero el avance de los Cavaliers en la eliminatoria al recuperar la ventaja de campo (89-97) se debe, en una proporción enorme, al partidazo de un suboficial a quien solo su mala cabeza le ha privado de aspirar al generalato. JR Smith, mejor sexto hombre de la Liga hace solo dos años con los Knicks, venía desperdiciando desde entonces un talento ingente. Hasta que esta madrugada enhorario de aquí, el tirador ha abatido a Atlanta (8 de 12 triples, algunos de factura próxima a lo imposible) en compañía de LeBron. Entre ambos metieron 59 puntos para confirmar que todo equipo con James en sus filas puede ir a las guerras mayores frente a escuadrones mejor armados.
En fin, historias de subalternos que una noche reclaman galones para su uniforme. Que se lo digan a Dellavedova, ese base con escasas hechuras de NBA, que aportó lo suyo para acelerar el decepcionante desenlace de los Bulls. Unos toros afeitados que purgaron la ausencia de Pau Gasol en dos entregas de la serie contra los Cavaliers.
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