Ángel Resa
Miércoles, 11 de marzo 2015, 13:10
En fútbol hay equipos que se arman defensivamente a partir de claros conceptos tácticos, en los que priman la ocupación correcta de los espacios y la solidaridad entre sus miembros. Viven de la estrategia y el rigor. Otros, menos estructurados y más caóticos, tratan de ... proteger su puerta por la vía de la acumulación de jugadores cerca del minifundio que custodia su guardameta. Este ejemplo bien puede extrapolarse a la NBA, donde un aspirante al anillo (Cavaliers) alimenta sus opciones a base de añadir profundidad a la plantilla y sin reparar demasiado en los sistemas que sirven para organizar a sus componentes. Ocurrió con Miami dos títulos consecutivos- y se repite ahora en Cleveland. No es una casualidad, en el epicentro del tornado se alza la figura omnipotente de LeBron James, origen y término de cuanto sucede en la cancha.
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El Rey levantó los trofeos de 2012 y 2013 como integrante capitular de la fórmula que se conoce como Big Three. Ya saben, una figura legendaria junto a dos compañeros de altísimo nivel (Dwayne Wade y Chris Bosh en Florida) y actores de reparto con papeles muy específicos. En el retorno a casa del hijo pródigo, la franquicia de Ohio ha apostado por reeditar el plan. A James le secundan el base Kyrie Irving un prodigio de fundamentos técnicos- y Kevin Love, el embajador más puro del cuatro tirador que abre la cancha y descongestiona la zona que le genera sarpullidos. Se trata de la estrategia del reclutamiento, que los Cavaliers han retocado sobre la marcha en el mercado invernal. Ningún equipo como el de Cleveland, con la excepción de Oklahoma City, se ha movido mejor en el período pre-All Star para apuntalar un grupo que se intuía insuficiente para competir con Atlanta, Chicago y, sobre todo, las grandes potencias del salvaje Oeste.
No carburaba
Cleveland no carburaba, lastrado por una defensa frágil, la ausencia de hombres fiables desde el banquillo y un núcleo duro corto, aunque sobrado de talento. La monarquía absoluta de LeBron configuraba un plantel descompensado entre algunos aristócratas y jugadores con pasado noble -Mike Miller y James Jones suponen la encarnación perfecta de esta realidad- que hace tiempo se mezclaron con el vulgo. El boletín de calificaciones del grupo se resumía en la temida conjunción verbal: necesita mejorar. Primero, a través de un cierto orden que convirtiese una banda dispersa de grandes solistas en un relativo boceto coral. Y, en efecto, una parte del progreso de los Cavaliers, uno de los mejores conjuntos de la NBA en lo que llevamos de 2015, descansa sobre la mejoría a la hora de contener las avalanchas rivales. Pero, por encima de todo, el crecimiento guarda relación estrecha con los últimos fichajes.
El cuadro de Ohio inició la temporada con carencias interiores evidentes. Nada demasiado temible para James, que ganó dos campeonatos seguidos sin apenas pívots relevantes. Pero la lesión de Anderson Varejao para el resto de la campaña descargaba la ya de por sí débil batería de pívots. Tristan Thompson, un cuatro bastante completo que aporta puntos y rebotes, se quedaba solo a merced de los tiburones grandotes que surcan las aguas de otros equipos. Así que firmó al ruso Timofey Mozgoz, un 2,16 muy decente que ocupa espacio debajo del aro y se defiende en ataque, valga el contrasentido. Sin duda, una adquisición notable. De paso ha fichado a Kendrick Perkins, grotesco cuando el equipo encara la canasta rival pero duro a la hora de repartir leña en partidos que la requieran. Y de entre los cascotes que quedan tras la demolición de Nueva York se ha traído un escolta titular de buena puntería y mala cabeza (JR Smith) y un suplente también para el perímetro de buen nivel (Iman Shumpert).
Cleveland trotaba por los puestos bajos que franquean el paso a las eliminatorias por el título hasta su actual rehabilitación. La que le aúpa al segundo puesto del flojo Este, aprovechando su propio progreso y la pérdida de pulso de sus principales adversarios en la conferencia. Las lesiones se ceban con los Bulls (Derrick Rose, Jimmy Butler y Taj Gibson, dos titulares y un muy buen reserva), mientras Toronto y Washington (plantilla de alto nivel) empiezan a mostrar las costuras de sus trajes inconsistentes. Al margen de que Chicago pueda revertir su actual descenso, los retos de los Cavaliers apuntan a la introspección es decir, su fórmula propia de entender un deporte colectivo a través de la visión unipersonal de LeBron-, a Atlanta (un equipazo en letras de molde) y a la cantidad de excelentes escuadras que juegan en la otra parte del país.
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Quizá el primera apartado deba centrar más su atención. A James le sobran los bases porque él ejerce de ese músico que toca la batería con el pie, rasga la guitarra con la mano y silba la armónica con la boca. Así que desaprovecha el ingente talento de Irving para dirigir una orquesta y requiere tiradores abiertos que reciban sus pases vetados por el catón del baloncesto que solo a él se le consienten. Entregas en el aire después de penetrar y topar con un muro de brazos al viento. La jugada le salió bien en Miami, pero entonces no vislumbraba la armonía colectiva de los Hawks, frente a la que viene de perder en un cruce de estilos. Tampoco los Warriors sobrevolaban la Liga on su aleteo angelical o Memphis seguía forjando su yunque de platero. Tas, que aparece en los crucigramas.
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