Ángel Resa
Miércoles, 25 de febrero 2015, 12:57
Todos los equipos de la NBA llevan nombre compuesto. Por delante, la ciudad o el estado al que representan; a continuación, el apodo que define alguna característica de su ámbito geográfico de influencia. Al club de Oklahoma City se le conoce como Thunder (trueno). ... El estruendo sonoro que anuncia la tormenta, apropiado para referirse a la evolución que lleva el equipo en esta temporada de la NBA. Uno de los candidatos al título desde la maduración carbónica de Kevin Durant, el mejor jugador de la última campaña. Sobre los hombros del finísimo alero, prototipo de la elegancia sobre una pista de baloncesto, querían construir los dueños de la franquicia un proyecto ganador. Anotaron el entusiasmo con el que la afición acogió al conjunto de New Orleans, emigrante forzoso por las feroces consecuencias del huracán Katrina, y compraron el bloque que durante tanto tiempo vivió en Seattle. Y a partir del reclutamiento de Durántula se pusieron cestas a la obra. Thunder perdió las finales de la Conferencia Oeste en 2011 y 2014 y peleó el título del campeonato, sin éxito, frente a Miami (2012). Esta vez volvía a partir en el ramillete de candidatos al anillo, pero las lesiones de sus dos figuras principales (Russell Westbrook y el propio Kevin) le han obligado a remontar puestos en la maratón de 82 encuentros que termina en un suspiro.
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Hubo temores fundados de que Oklahoma City se quedara al margen de los play off dentro del salvaje Oeste. En esa parte del gigantesco país habitan muchos equipos verdaderamente buenos. No cabría el miedo si Thunder estuviese encuadrado en el sector oriental de Estados Unidos, donde necesitan recurrir a teloneros para componer un cartel digno de ocho participantes en las eliminatorias a partir de abril. Los problemas físicos de su alocado pero contundente base y del hombre-orquesta identificaron el arranque del equipo con el de un coche lastrado por las averías. Serge Ibaka, autor de una temporada anterior excelente como fruto de su constante evolución, se encontraba como Gary Cooper en la calle polvorienta. Y Reggie Jackson, que ya no figura en la plantilla, se consumía en su propio sudor para conducir un vehículo incompleto. Se mascaba el peligro de contemplar al finalista fuera del tiempo en el que se cuece la comida. Pero enderezar el rumbo dependía de un factor primordial, la rehabilitación de Westbrook y Durant. Ya con ellos en la cancha. Oklahoma City comenzó a escalar hasta intuir la popa del barco bueno. Y con las operaciones de la gerencia deportiva en el mercado invernal ya no quedan dudas acerca de su incorporación definitiva al camarote de los play off.
Control del atolondramiento
Solo una inquietud sobrevuela el ambiente. La dolencia en un pie del fabuloso alero, la piedra angular sobre la que todo se mueve. Si el problema no va a más, Thunder se encuentra en la pista adecuada de despegue. El base ha decidido controlar su atolondramiento por la vertiente de la generosidad. Mantiene la efervescencia y la supremacía física que desnivela desde su posición. Asiduo al triple-doble (puntos, rebotes y asistencias). Westbrook ahora no solo se postula como fuente básica de anotación. También alimenta a los compañeros con la quinta marcha que no sabe aminorar y viene de firmar partidos memorables. Tal es el grado de excitación colectiva que Ibaka, en trayectoria descendente hasta enero, ha vuelto a recuperar la energía, la presencia y los números que le corresponden. Y el excelente trabajo de los despachos rinde frutos en forma de valiosas adquisiciones. El club cuenta ahora con un timonel suplente de absoluta confianza (DJ Augustin), un tirador que además se esfuerza (Kyle Singler) y un muy notable pívot, el turco Enes Kanter. Dispone de una plantilla profunda (por fuera y adentro) y experta en partidos de alto voltaje a la que le falla el entrenador. Scott Brooks ya ha demostrado que las grandes citas le quedan más grandes que una talla XXL.
Oklahoma City ha recobrado la energía de su propio trueno con la recuperación física de sus estrellas y las inteligentes operaciones encaminadas a reforzar el equipo. Un grupo que ataca la cumbre, pero que también deja la sensación de haberle faltado algo en temporadas anteriores para clavar su bandera en la cumbre. Quizá hoy es el día en que tiene el mejor plantel de los últimos años, pero se enfrenta al enorme obstáculo futuro de afrontar las eliminatorias con el factor cancha en contra y ante, nada menos y previsiblemente, Golden State (maravilla lúdica que al fin reconoce la importancia del rigor) o Memphis, un bloque de hormigón armado y abundante materia gris. Por mucho que reme de aquí a mediados de abril, Thunder ocupará la plaza séptima u octava de su conferencia, posiciones que anticipan un primer cruce fabuloso para los seguidores de la NBA, no tanto para sus incondicionales. Ojo, eso sí, que el veneno es de ida y de vuelta. Porque nadie quiere enfrentarse a Oklahoma City en el primer cruce del Oeste. Una broma macabra.
De momento, el grupo de Brooks cierra la clasificación para los play off con 32 victorias y 25 derrotas, décimo cuarta marca de la Liga. Suma siete triunfos consecutivos y solo ha cedido un duelo de los diez más recientes. Los adversarios los ven como un regalo indeseable, el muelle que asusta cuando abren la caja. Si miran el mapa de Estados Unidos entenderán la determinación del trueno. El estado de Oklahoma republicano, blanco y conservador- parece una mano que se vale del índice firme para apuntar a una meta, la de representar al Oeste en la inal de junio. La misma que anhelan los dos rivales mencionados, los tres texanos, Portland y Clippers. Thunder atiende a le geografía para hacerlo con el dedo estirado de Dios.
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