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De fiesta en fiesta. El futbolista George Best, balón de Oro en 1968, eligió una vida disoluta llevada al extremo. De copa en copa, de mujer en mujer, falleció víctima de los excesos a los 59 años.:
Con una copa de más

Con una copa de más

Tiger Woods no es el único que se ha dado a la vida desordenada. La historia del deporte está repleta de ídolos entregados a la bebida. A algunos ese hábito les llevó a la tumba

joseba vázquez

Miércoles, 31 de mayo 2017, 01:31

Gasté mucho dinero en licor, mujeres y coches de lujo. El resto lo despilfarré». ¡Quien no conozca la celebérrima frase de George Best que levante el dedo! No es la única sentencia con la que el genial futbolista norirlandés, Balón de Oro en 1968, exhibió con orgullo su alma de impenitente vividor.

«En 1969 dejé las mujeres y el alcohol; fueron los peores veinte minutos de mi vida», bromeó en otra ocasión. Best, The Best (El Mejor) o El quinto Beatle, como fue apodado en Inglaterra, pasó a la historia tanto por su calidad en el campo, sus dos Premier y la Copa de Europa con el Manchester, como por sus desordenados hábitos de bon vivant. Siempre alardeó de ello, salvo cuando vislumbró el final. Murió en noviembre de 2005, a los 59 años, sin que pudiera evitarlo el trasplante de hígado a que fue sometido tres años antes. En sus últimos días, el mito, plenamente consciente de lo irreversible, pidió al ya desaparecido tabloide News of the World que publicara una foto mostrando su estado terminal acompañada de la frase «No muera como yo». Se acabó la fiesta. Adiós a las proclamas jocosas.

La relación entre los deportistas de élite y el alcohol es histórica. Fama, dinero y juerga. Esa ecuación, a menudo acompañada de altercados, es una constante. Parece que no ha sido el motivo de la reciente detención del golfista Tiger Woods, que, según las últimas noticias, dio negativo en el control de alcoholemia. Pero se conoce su vida desordenada, igual que se sabe que Ferenc Puskas era un incondicional de la cerveza, como bien delataba su oronda barriguita, y que el extremo argentino René Houseman solía decir que jugaba mejor cuando llevaba unos cuantos tragos encima. «No puedo tomar una o dos copas, tengo que beber hasta caerme», ha confesado el exmadridista Cicinho. Problemas similares padecieron el peruano Hugo Sotil, que jugó en el Barcelona de 1973 al 76, y el argentino Ariel Burrito Ortega, valencianista en 1997-98.

La confianza y la depresión

El éxito, la idolatría, la inmadurez y el estrés generado por la exigencia de ganar son los factores por los que solemos pensar que estos ídolos se entregan a la bebida. Zoraida Rodríguez, psicóloga deportiva que ahora trabaja para el Real Club Deportivo Mallorca, no cree, sin embargo, que todo esto sea tan determinante. En su opinión, «el primer aspecto que influye es la normalización que existe del alcohol en la sociedad. A diferencia de otro tipo de drogas, se tolera incluso en el caso del deporte de élite, donde puede influir muy negativamente». Rodríguez piensa también que «en ocasiones, cuando estás a un alto nivel, puedes llegar a confiar tanto en tu talento que te permites ciertas licencias. El exceso de confianza te puede llevar a hacer cosas que no te convienen». La psicóloga apunta que «en el momento de la retirada o de malos resultados, algunos entran también en un estado algo depresivo que puede desembocar en la bebida».

Y esto, lógicamente, no ocurre sólo en el fútbol, aunque, por su propia dimensión, los casos en el deporte rey trascienden más. El nadador australiano Ian Thorpe, pentacampeón olímpico, fue internado hace tres años en una clínica de Sídney por depresión y abuso del alcohol. Uno de los deportistas más célebres de Australia llevaba tiempo en un mal momento anímico, exactamente desde que fracasó en su intento de clasificarse para los Juegos Olímpicos de Londres2012. «Durante años tuve problemas con el alcohol y la droga», admite el exboxeador mexicano Julio César Chávez, ganador de cuatro títulos mundiales en tres pesos diferentes en los años ochenta. Y de tal palo... Hace tres semanas, Julio César Chávez junior celebró con alcohol y prostitutas la contundente derrota que le infligió su compatriota Saúl Canelo Álvarez en Las Vegas. El hijo del mito azteca del cuadrilátero aparece en un vídeo de esa misma noche con un ojo hinchado y visiblemente ebrio en un local de alterne.

En el primero de sus dos libros de memorias, El jugador, el extenista alemán Boris Becker admitía sus problemas con la botella. «Contra la falta de sueño había Planum, contra el dolor había otras pastillas y contra la soledad, me ayudaban las mujeres y el whisky», escribía. En su mayoría, los episodios de altercados de deportistas causados por el alcohol que llegamos a conocer son «casos puntuales, no de síndorme de alcoholismo», según Zoraida Rodríguez. Pero está documentada la existencia de lo segundo. Idéntico final que el de George Best sufrió Giuseppe Meazza, campeón del mundo con Italia en 1934 y 1938. Murió de cirrosis a los 68 años. El estadio San Siro de su ciudad natal, Milán, lleva su nombre desde 1980. Y ya se sabe que hace años que se teme por la vida del británico Paul Gascoigne.

Hay salida

Pero la tela de araña de la bebida es destructible; el agujero tiene salida si se busca. Puede atestiguarlo el inglés Tony Adams, que ha entrenado al descendido Granada desde el pasado mes de abril, pero, sobre todo, es conocido por haber sido el capitán del Arsenal durante catorce años. Considerado el mejor defensa de Inglaterra en los años noventa, Adams reconoció haber jugado borracho en alguna ocasión. «Una vez fue contra el Sheffield United. Si no hubiera bebido no habría podido jugar ese partido», llegó a decir. El baloncestista Keith Closs, 2,20 metros de altura para tan solo 95 kilos de peso, jugó en la BA, en las filas de Los Angeles Clippers, de 1997 a 2000. Su carrera la cortaron el alcohol y las drogas. «Llegué a beber en el banquillo durante los partidos». Ahora, rehabilitado, se dedica en California a ayudar a quienes pasan por lo que él pasó.

Excepcional es el caso del ciclista británico Bradley Wiggins. Fue alcohólico en su juventud, incluso mientras competía, pero supo dejarlo a tiempo para convertirse en uno de los atletas más laureados de su país: 5 oros olímpicos (4 en pista y uno en crono), 8 títulos mundiales (7 en pista y uno en ruta), otro Europeo en pista y el Tour de Francia de 2012. La vida es bella.

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