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La Ertzaintza investiga el robo con intimidación de un teléfono móvil denunciado por cuatro amigos por parte de un grupo de menores acogidos en el centro foral de Sopuerta en la madrugada del pasado sábado, según confirmó ayer un portavoz del Departamento de Seguridad, que ... no pudo precisar más detalles.
Según ha podido saber este periódico en otras fuentes, las víctimas venían de fiestas de Ortuella, sobre las cuatro de la madrugada, y tal como han revelado a su entorno fueron rodeados e increpados por una veintena de chavales. A dos de ellos les cogieron del cuello y les empujaron sin motivo aparente. A otra de las víctimas le sustrajeron el teléfono que llevaba en un bolsillo durante el forcejo.
Los amigos eran dos chicas y dos chicos que regresaban a Sopuerta por la carretera de Muskiz. Les seguía un coche que les llamó la atención porque ponía las luces de emergencia. Cuando llegaron al parking situado junto al centro, un antiguo palacete, se sorprendieron de que también el otro vehículo estacionase allí. Pensando que podía tratarse de algún amigo que les estaba gastando una broma, se acercaron al turismo y comprobaron que se trataba de cuatro jóvenes acogidos en el centro de menores , recién inaugurado por la Diputación vizcaína, y un monitor, que conducía y les acompañaba, por lo que volvieron sobre sus pasos sin llegar a hablar con ellos.
Según pudieron ver no utilizaron llaves para entrar en el inmueble, el Palacio de Quintana, en el barrio de Mercadillo, un palacete que había acogido anteriormente una residencia de ancianos, de unos 900 metros cuadrados, sino que se colocaron por un agujero abierto en una verja.
Los cuatro amigos se quedaron un rato charlando en el aparcamiento. Al de unos minutos empezaron a salir menores del inmueble, dirigiéndose hacia ellos. Sospechan que los recién llegados les habían dicho que estaban allí. Llegaron a contabilizar una veintena de chavales. Asustados, se metieron al coche y llamaron a la Policía.
La comisaría más cercana se ubica a unos 15 minutos de distancia. Entonces, empezaron a rodearles, a increparles y a agredirles, según su versión. «Era como una película de miedo. No entendíamos nada. No sabíamos por qué nos querían pegar. Hablaban de un cuchillo, pero nosotros no teníamos ningún arma. Y encima no podíamos hacer nada porque eran menores», han contado.
Salieron también tres monitores que intentaban mediar, aunque confesaban que «no podían hacer nada». Incluso entre los propios chavales había algunos que intentaban frenar a los más agresivos y se produjeron discusiones entre ellos. Finalmente, cuando llegó la Ertzaintza, los menores se replegaron y volvieron a entrar por el boquete de la verja.
Según el testimonio de las víctimas, los agentes no pudieron entrar en el centro porque según los monitores estaba cerrado y no tenían llaves, pese a sospechar que el móvil sustraído podía estar dentro. Los afectados acudieron ayer por la mañana a interponer una denuncia por los hechos y la Policía autonómica ha abierto una investigación.
La apertura del centro el pasado 28 de marzo desató las críticas vecinales, que temen que se repitan los graves episodios vividos en Carranza o Amorebieta, donde llegaron a provocar un incendio.
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