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Por desgracia y por fortuna, se está hablando mucho de la transexualidad infantil estos días, la misma semana en la que ha entrado en vigor la controvertida Ley Trans. En el lado dramático, el último suicidio de uno de estos pequeños, de 12 años, en Sallent; se arrojó al vacío junto a su gemela por la incomprensión y el acoso que vivía al sentirse Iván y no Alana.
En la parte más luminosa, la alegría por el premio que Sofía Otero recibió en la Berlinale por su papel en '20.000 especies de abejas', la película de Estíbaliz Urresola que aborda la experiencia de una niña trans. La cría de Basauri, de 8 años, protagonizó un momento entrañable al dedicar el galardón a su padre, «Fernando Otero, el mejor de mundo entero», a su madre, «a la que quiero con locura», al resto de su familia, y a «Naizen, la asociación de donde vengo».
Se refería a la Asociación de Menores Transexuales, donde 250 familias de Euskadi y otras 50 de Navarra encuentran la ayuda y comprensión que necesitan. Aquí están nueve de ellas compartiendo desinteresadamente hermosas historias con final feliz que arrancan lágrimas. Están escritas en primera persona y se encuentran al alcance de cualquiera dentro de la completa web de Naizen.
Desde siempre he sabido que soy una niña. Mi familia siempre lo ha respetado. En la escuela me siento muy a gusto. Al salir de clase hago ballet, street dance, piano e inglés. Cuando tengo tiempo libre suelo estar con mis amigas, tengo muchas y me lo paso muy bien con ellas.
Ekhi nació el 8 de marzo hace ya casi 11 años. Cuando estaba en mi tripita el ginecólogo nos dijo que tenía pene... venía el segundo chico. Entonces, el color azul volvió a adueñarse de nuestra casa, todo preparado para cuando Ekhi naciese. Gilen tendría su hermanito. Pasaron los días, las semanas, los meses, los años, y los gustos de Ekhi no coincidían con los que se esperaba de un chico. Y qué decir de sus dibujos… sirenitas, chicas y princesas, todas ellas con el pelo muy largo, con flores, corazones… ¡Una y otra vez los mismos dibujos! ¡Todos iguales!
Ekhi empezó muy pronto a hablar, y bien bonito además, en euskara: «Ama, si tengo pito, ¿siempre seré un chico? ¿Y eso no se puede cambiar? ¿Siempre seré chico?». Recuerdo perfectamente aquel día, como si fuese hoy. Estábamos cerca de casa, cruzando el paso de cebra y su manita agarrada a la mía. Ekhi tenía dos años, pero sus preguntas no eran las de un peque de esa edad. Recuerdo muy bien su mirada, sus ojos oscuros, su preciosa carita: «Ekhi, tú tienes pito y eso no se puede cambiar. Tienes pito, cariño, y por lo tanto siempre serás un chico». Sus ojos no querían ni creer ni aceptar lo que le estaba diciendo su amatxo. «Pero amatxo…!» Las preguntas se repitieron una y otra vez, hasta que Ekhi se cansó de escuchar siempre la misma respuesta. Ekhi tendría cuatro años. Eran las vacaciones de Semana Santa y estábamos en Catalunya.
Allí, en un pequeño pueblo, en un pozo donde se echan monedas, pedimos cada uno un deseo. «Yo quiero tener muchas novias», dijo Gilen. «Ama, yo quiero ser chica», me susurró Ekhi al oído. En aquel momento empecé a llorar. Estaba rota, emocionada, triste, asustada… sabía, sentía, que había llegado el momento de 'hacer algo'. ¡Esto no es un capricho de Ekhi! ¡Ya vale! ¡Estoy cansada y asqueada de que mi peque salga llorando de las tiendas porque quiere comprarse vestidos y faldas! ¡No puedo más! ¡Mi peque no puede más! ¡Nuestra ignorancia no puede hundir su futuro! EKHI ES UNA CHICA. Tan simple y tan complejo a la vez.
¿Qué puedo contar de Ekhi? Recuerdo cuando la llevé por primera vez a la peluquería, para dar forma a esa melena incipiente que por fin estaba consiguiendo. Qué pelea la tuya, maitia, cuántas lágrimas derramabas en cada corte de pelo… Todavía recuerdo la ropa que vestías, aquella sudadera de lunares con la flor pinchada en la pechera. Estabas preciosa… eres preciosa. Te acompañé aquella primera vez y lo seguiré haciendo hasta mi último aliento. Acaso hasta Madrid, si hiciera falta, para conseguir ese tu sueño de ser bailarina de ballet. Seguro que Igor Yedra también nos acompañaría. ¡¡Para mí, printzesa, ya lo has conseguido!!!
Me gusta estar con mis amigos y jugar y pasármelo bien. Me gustan los deportes. También el cole, y de mayor me gustaría ser arquitecto o peluquero. Me siento bien y no tengo problemas ni nada. Soy divertido. Me gusta conocer a más gente y abrazar a mi familia.
Zuhar nació en China, en Liangjian, provincia de Guangdong, y tenía 13 meses cuando lo abrazamos por primera vez. Estaba muy pequeñito, sólo pesaba 6 kilos, y estaba muy débil, pero a los días empezó a recuperar y enseguida se apegó a nosotros. Entonces pensábamos que era una niña, pero desde los 3 años nos empezó a decir de muchas maneras que era niño. Zuhar es alegre, cariñoso, listo y tiene un carácter que enamora a quien lo conoce. Lo que más le gusta es estar en movimiento, ya sea haciendo skate, surf, pádel SUP, esquí, bicicleta, fútbol o cualquier actividad que suponga movimiento.
Le gustan los coches y las motos y coleccionar cromos de fútbol o lucha. Desde que tiene 4 años hemos pasado muchísimas horas en los skate parks y llamaba la atención al resto, porque siendo tan pequeño era un crack. Le gusta llevar el pelo corto y la ropa cómoda; si pudiese iría de futbolista siempre. Pero lo que más le gusta es sentirse querido por todos nosotros y jugar con sus amigos.
Tengo siete años y me encanta bailar. Desde pequeñita se me da muy bien dibujar y de mayor me gustaría ser diseñadora. Me gusta mucho jugar con las barbies y disfrazarme. Cuando me baño, imagino que soy una sirena.
Cuando Sofía tenía apenas 4 años, empezamos a darnos cuenta de que sus tendencias en todos los ámbitos eran muy femeninas. Siempre hemos dejado que se expresara como ella quería y, con 6 años, empezó a decirnos cosas como «Me gustaría ser una chica, como tú, mamá», y a hacernos preguntas de manera continuada. Pasó el tiempo y empezó a ponerse agresiva en el colegio. No tenía más que dos amigas. Casi nunca quería ir al parque y en el colegio no tenía motivación. Solo en casa sentía que podía expresar quién era. Una noche, en el baño, le pregunté si sería más feliz siendo una niña. En ese momento sus ojos brillaron de tal manera que parecía como si hubiese descubierto un mundo.
Ella no sabía que 'podía ser' niña y que sus padres estábamos dispuestos a apoyarle y ayudarle a conseguirlo. Por suerte para nosotros, cuando la presentamos a nuestros familiares y a sus amiguitos como Sofía, fue muy fácil porque todo el mundo la aceptó muy bien. Incluso los abuelos, que a veces pensamos en negativo de las personas más mayores, pero te llegan a sorprender… En el colegio no ha sido un camino de rosas, porque vivimos en Francia y aquí las cosas están muy mal con este tema, porque no hay información ni saben qué hacer. Después de un curso escolar luchando, al fin hemos conseguido que en el colegio se la reconozca como Sofía. Y desde ese momento es una niña totalmente distinta, tiene un montón de amiguitas y en clase va genial. Por fin se siente en su lugar. Por fin es feliz.
Soy un niño con un carácter fuerte. Me enfado fácilmente si me hacen algo malo, pero también soy muy cariñoso y buen amigo. Me gusta mucho hacer el gamberro y hacer bromas y no me gusta nada hacer los deberes. Con mis amigos y amigas me relaciono mucho, sobre todo con mis amigas. Me gusta mucho jugar con ellas en el patio e ir a su casa a dormir o que ellas vengan a la mía. Las quiero mucho. Me gusta jugar con muñecas, pero me molesta que en la calle me miren cuando lo hago. A veces me dicen que no soy un chico porque llevo patines rosas. Me gusta ir al baño de las chicas porque está mucho más limpio.
Erik es un chaval muy alegre y muy cariñoso. Con un gran corazón aunque muy cabezota, y perezoso. Siempre ha sido así. Juega a todo: a fútbol, a muñecas con su carrito, anda en bici, en patín… Con niños y niñas, aunque se inclina más a estar con sus amiguitas ya que tiene más 'feeling' con ellas. También le gusta mucho andar con el móvil y la tablet, pintarse las uñas y también la cara. Es un apasionado de Harry Potter y de los playmovil. Le encanta ir de camping con la familia en tienda de campaña. Le chincha mucho a su hermana, pero la quiere muchísimo.
En este proceso que estamos viviendo, Erik apenas ha cambiado. Lo que ha cambiado es la visión que teníamos todos de Erik. Él solo ha cambiado el corte de pelo, el nombre, llevar calzoncillos y poder ser él mismo. Para nosotros está siendo un gran aprendizaje. Casi todo nos ha venido rodado y ha sido bastante fácil, aunque a la sociedad aún le falta mucha información para poder aceptar que cada persona es diferente.
Tengo 5 años. Me gusta jugar con los playmobil y con mis amigos. De mayor voy a ser diseñador de gayumbos y mecánico de coches con mi hermano Ibai.
Ander es el superpequeño de sus tres hermanos. Con el mediano se lleva 11 años, así que cuando nos decía que de mayor iba a ser un chico como sus hermanos y que iba a tener 'pitilina' no le dábamos importancia. Desde que le tratamos en masculino ya no ha vuelto a mencionarlo. Ander tiene novia desde antes de que los demás supiesen que es un chico. Tuvo una novia que le dijo que las chicas no se pueden casar con chicas. Entonces él le preguntó a otra compañera si quería ser su novia y ella le dijo: «Si no hay más remedio…»
Él la quiere mucho y dice que, cuando sean mayores, tendrán hijos juntos. Le encanta ir al cole. Se lleva bien con todos, niños y niñas, aunque suele hacer grupo con los que juegan a cosas tranquilas y se aleja de quienes juegan a peleas. Lo pasó mal cuando no le dejaban poner su nombre en las fichas, pero una vez superada esa fase no hemos vuelto a tener ningún problema con el centro. Tanto en la escuela como las familias de sus compis lo han aceptado con naturalidad. Y para cuando los adultos fuimos capaces de ver que es un chico, los peques hacía tiempo que lo sabían. Un día alguien dijo que Ander decidió ser chico y Ander le corrigió: «Yo no decidí ser chico. ¡Yo nací chico!».
Soy una niña como cualquier otra. Soy alegre, amable, divertida y amigable. Me gusta patinar, bailar, correr, estar con mis amigas y dibujar.
Nahiane es una niña como cualquier otra. Tiene un carácter bastante bueno, y aunque al principio le cuesta un poco, una vez que se suelta, se relaciona muy bien, es abierta y le gusta mucho hacer amistades nuevas. Tiene muchas amigas y le encanta estar con ellas. Juegan a todo tipo de juegos y se divierten muchísimo. Algunas veces hacen fiesta de pijamas y lo pasan genial viendo pelis, comiendo palomitas y jugando. Le encanta patinar, con patines en línea, con los de 4 ruedas… da igual. Y le gusta mucho que llegue el verano para jugar en la piscina.
Oír música le encanta, Es seguidora de las Sweet California y le encantan sus pelos de colores. Sus preferidos han ido cambiando con los años, con 3 o 4 le gustaban mucho el rosa y el morado; luego pasó al azul y ahora le vuelve a chiflar el rosa. Antes de hacer el tránsito, Nahiane en carnavales se disfrazó de Rapuntzel y aquel día, cuando llegamos a casa dijo: «¡Hoy ha sido el día más feliz de mi vidaaaaa!» Tiene muchas inquietudes y preguntas sobre su situación, y dialogamos y hablamos sobre ello, siempre en positivo. Hoy por hoy es una niña muy feliz y lleva muy bien su realidad.
Tengo 10 años y me encanta hacer 'parkour'. Este año está siendo el más importante para mí por el tránsito que estoy haciendo. Hace muy poco me llamaba Yara pero no me sentía a gusto con este nombre.
Hace 10 años, al nacer, pensamos que Yerik era niña y la llamamos Yara. Pero en casa, muy pronto caímos en la cuenta de nuestra equivocación. Supimos y comprendimos que era un niño, un niño con vulva. Con tan solo dos años y medio ya verbalizó «Yo soy un nene». Decía «Yo soy como Eneko», su profesor por aquel entonces, al que admiraba, y nos repetía que de mayor quería ser como él. No le gustaba la ropa femenina, jugaba a juegos tipificados como 'de niños', y en los simbólicos asumía siempre papeles masculinos.
En todos estos años y tras superar las dudas iniciales, hemos respetado siempre sus ritmos, sin tratar de imponer nada, dejando que se mostrara y comportara como sentía, como niño. Empezó a vestirse como lo que es, un niño. En los juegos se ponía nombres de chico y a los 7 años nos preguntó si podía cambiarse de nombre, pero no solo para jugar, sino para siempre. Él ha marcado sus tiempos y nosotros nos hemos limitado a acompañarle, arroparle, comprenderle y quererle. Dándole total libertad en sus formas y pensamiento, como cualquiera de nosotros.
Hace poco nos expresó que lo que quiere es poder ser un niño más y llamarse Yerik. Y es que, en realidad… ¡Yara siempre fue Yerik! Esta aventura está siendo algo mágico y para nada traumático. Estamos viendo cómo nuestro hijo está pudiendo ser quien es y cómo se cumplen sus deseos.
Desde pequeña siempre me ha gustado jugar con muñecas y disfrazarme de princesa. Antes pensaba que era un niño pero me gustaban las cosas de niñas. Cuando supe que había más personas como yo, hablé con mi ama y mi aita, vimos unos vídeos y entonces pude entender que yo era una niña. Entonces compramos vestidos, faldas… luego me puse pendientes y desde entonces soy más feliz, porque todos me aceptan tal como soy.
Nuestra hija es una niña muy alegre, al principio tímida, pero cuando coge confianza es muy abierta, habladora y danzarina. Le encanta bailar. Desde muy pequeña lo pintaba todo de rosa. En casa se disfrazaba con vestidos, faldas y zapatos de tacón, y siempre jugaba con muñecas. Con 4 o 5 años, cuando conocía a alguien no quería decir si era chica o chico. En el cole, en general, se ha arreglado bien y la han aceptado tal como es. Pero si alguien le preguntaba si era chica o chico se agobiaba: ¿por qué se lo tenían que preguntar a ella si a los demás no les preguntaban?, ¿por qué tenían que poner en duda su forma de ser?
Con 3 años o así nos dijo por primera vez que le teníamos que cortar el pito, y le respondimos que eso lo tendría que hacer un médico cuando fuese mayor. Nuestra hija desde muy pequeña ha sabido quién es, y le queremos tal como es, con todas sus peculiaridades, porque si no, no sería ella. Todos y todas somos diferentes, y si queremos ser aceptados como somos, habremos de aceptar las diversas maneras de ser de los demás.
Soy Kimetz y cuando nací mis padres se confundieron y pensaron que por tener vulva era una niña, pero estaban muy equivocados. Desde que tenía 6 yo sabía que en realidad era niño y cuando tenía 15 por fin se lo dije a mi familia. Todos me aceptaron. En realidad, todo el mundo sabía que yo no era una 'niña normal', porque nunca me habían gustado mucho las cosas de niñas. La verdad es que a mí lo que me gusta es la música. Sería feliz solo con poder estar tocando la guitarra y cantando todo el día.
Este año Kimetz ha decidido hacer el tránsito, y han sido los momentos más enriquecedores a nivel personal que yo he vivido nunca. No pensé que esta aventura pudiera abrirme los ojos de la forma que lo ha hecho. Siempre me he considerado una persona muy tolerante, pero compartir con tantas familias, tantas emociones, ha hecho que mi mente se abra de una forma maravillosa.
Cuando nació Kimetz, todos nos confundimos y pensamos que era una chica porque solo nos fijamos en si tenía vulva o pene. Nunca se me había pasado por la cabeza que fuese un chico… Hasta este mes de febrero que me dijo que quería hablar conmigo y, como no se atrevía a decírmelo, se quitó un gorro y vi que había cortado su melena. Fui yo quien le preguntó a ver si era trans y él se puso a llorar. Le dije que no pasaba nada y, desde ahí todo se convirtió en una grandiosa aventura. A partir de ahí entendí muchas cosas que antes no entendía.
Kimetz no salía a la calle, decía que no tenía amigos. Cuando le bajó la regla a los 10 añitos, yo pensaba que lo llevaba mal porque era muy joven para tenerla, no porque realmente era un chico. Yo le solía preguntar a su hermana a ver si creía que Kimetz era feliz y, me decía que no (yo también lo veía). Desde febrero todo ha cambiado. Kimetz es un chico feliz, con los problemas que tienen los chicos de su edad en la adolescencia. Sale a la calle, tiene un montón de amigos y lo mejor: por fin puede ser él mismo, sin esconderse. Me he dado cuenta que estamos rodeados de valientes y Kimetz es uno de ellos.
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