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Hay que asumir que existe un notable grado de incertidumbre, que nadie puede saber a ciencia cierta cómo se va a comportar la ciudad ante la nueva limitación de la velocidad. No vale con mirar a experiencias en otros sitios. Cada lugar es ... diferente. ¿Qué peligros hay? Desde que la ralentización del tráfico envalentone a algunos peatones y crucen más a menudo de manera indebida, hasta que haya incumplidores que sigan rodando a 50 o 60 km/h. Esto es un peligro. Porque si unos van a 30, y otros al doble, las posibilidades de accidentes se multiplican.
Será fundamental que la ciudadanía cumpla con el límite. Y para eso ayuda mucho la amenaza de multa. Entre 100 y 600 euros, y hasta la retirada de seis puntos del carné. Tendrán un papel muy importante los radares del área municipal de Seguridad Ciudadana. Sobre todo, los dos móviles, que rotarán por los lugares más conflictivos. Además, el Ayuntamiento tiene cinco dispositivos fijos, pero sólo dos serán útiles para preservar los 30 km/h: los del Puente de la Salve y Alameda Rekalde.
Los otros tres se encuentran en vías de titularidad foral: la bajada de Santo Domingo hacia la carretera a Galdakao (se mantendrá a 70); y otros dos en ambas direcciones de Zumalakarregi, a la salida de Bilbao. Hay que tener en cuenta que esta avenida sólo es de titularidad municipal hasta la rotonda de Zabalbide. De ahí hacia abajo, es foral. Y es en ese tramo en el que están los dos dispositivos, que se mantendrán a 50.
«La intención no es ir a cazar a la gente», asegura Alfonso Gil, muy consciente de que este asunto es peliagudo y se mira con lupa por parte de la ciudadanía. «Lo que queremos es que la gente cambie de filosofía». Pero la realidad es la que es, y la posibilidad de sanción ayuda mucho a aplacar ímpetus al volante. «Vamos a tener más radares en el futuro», avisa. Pero, sobre todo, habrá «cajas. La gente tiene que acostumbrarse a ver cajas por la ciudad». Se refiere a los receptáculos habilitados para acoger radares, donde puede haber o no. Como en las autopistas. Pero su sola presencia suele animar a levantar el pie del acelerador.
También tienen sus inconvenientes. Algunos expertos avisan de que estos dispositivos tan localizados afectan negativamente a la circulación porque los coches frenan de manera repentina cuando pasan junto a ellos y luego aceleran. Mal asunto. Así que ven como más efectivos los radares ocultos y móviles. Son esos, asume Gil, los que más ayudarán a controlar la situación.
¿No tiene la gente derecho a saber dónde están ubicados? Quienes defienden que no, lo hacen con un argumento por comparación: ¿sería lógico que una empresa supiese de antemano cuándo va a recibir una inspección para comprobar que cumple con la legislación ambiental?
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