Amores junto al mar

La culpa es de la tele, que nos ha vendido que este tipo de idilios que quitan el sentido se encuentran a la vuelta de la esquina, o de la playa, mejor dicho. No hay serie de verano que no incluya uno. O varios. Es un ingrediente que no puede faltar en el cóctel de estas producciones de consumo rápido y calenturiento para que termine de enganchar al espectador. Ya que no existen en la vida real, siempre queda la alternativa de vivirlos a través de la pantalla.

En Gossip Girl, la serie de los niños ricos, guapos y caprichosos de Nueva York, se tomaron al pie de la letra esta regla y en sus capítulos siempre coleaban idilios estivales. «Dicen que el amor de verano es fugaz, pero, a veces, puede conducir a algo serio. Un simple viaje a la playa es todo lo que se necesita para despejar nuestras mentes y abrirnos los ojos», recomendaba la Reina Cotilla en plan filósofa. Así que dicho y hecho. A la arena mandaban a sus protagonistas en busca de flechazos. No a una arena cualquiera, sino a la de los Hamptons, donde cualquier amor luce más. Allí se enamoraron, se entregaron, se distanciaron, y se reconciliaron a lo largo de seis temporadas.

Curiosamente algunos de los romances veraniegos más pomposos de esta producción acontecieron lejos de la costa, al cobijo del Sena y de la Torre Eiffel. En París, durante unas vacaciones, Blair conocía a Louis Grimaldi, que era nada menos que príncipe de Mónaco. Eso sí que es un amor de verano y lo demás, tonterías. Y la cosa no quedó en un simple escarceo. Los espectadores de la serie recordarán que aquella relación terminó en boda.

Nadie escapa de la ciudad del amor sin una aventura a sus espaldas. Es un souvenir, como las postales de la Mona Lisa del Louvre o los recuerdos de Montmartre. En Sensación de vivir, cuando Brenda viajó en compañía de Donna hasta allí también tuvo su rollo.

Aunque el auténtico romance lo estaban viviendo su mejor amiga y su novio, Kelly y Dylan, en playas californianas.

Líos en la arena

A estas tierras paradisiacas llegó años más tarde, en The OC, Ryan, adoptado por el matrimonio Sandy-Kirsten Cohen para que viva en su casa, situada en la también elegante comunidad de Newport Beach. Siempre con el mar de fondo, conoció a Marissa Cooper, con la que vivió todo tipo de tiras y aflojas sentimentales, hasta el malogrado final de ella. La chica, por cierto, experimentó en la playa otras relaciones. Allí una noche se besó con Alex, la dj que antes había tenido una relación con Seth y que causó en la protagonista de la serie sensaciones que no conocía.

Suele pasar. La arena confunde. Y si no que se lo pregunten a los estudiantes de Los rompecorazones, que acudían a una escuela secundaria en Sidney. O a los jóvenes de One Tree Hill. Sin olvidarnos de Dawson Leery, al que le vimos crecer y protagonizar también algún que otro escarceo de verano.

En España estas historias solían ocurrir Al salir de clase, donde los primeros rayos afectaban al corazón y a otras zonas de la anatomía humana. En esta época dejaban de lado el instituto Siete Robles y se iban a las piscinas del Club Aventura o del Lago Azul.