Iñaki Esteban
Sábado, 27 de mayo 2017, 03:05
Lleva más de treinta años organizando conciertos y su última aventura es el BBK Music Legends, que este año trae al Centro de La Ola, en Sondika, a Van Morrison como cabeza de un extenso cartel que también acoge a Govt Mule, Alpha Blondy, Imelda ... May y Georgie Fame. El promotor José Pascual Otalora Spasky, al frente de su empresa Dekker, acumula estrellas de rock en su haber, y su intención es llevarlas delante de un público de edad variada que pueda escucharlas con tranquilidad.
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La cita es el 2 y el 3 de junio y se verá favorecida este año por la entrada en funcionamiento de la línea 3 del metro, que llega hasta ese paraje de aires bucólicos. Es el arranque de una temporada de festivales que ha cambiado la manera de vivir el verano en el País Vasco. A él le seguirán el Azkena en Vitoria y el Bilbao BBK Live en el Kobetamendi bilbaíno: todo apretado en poco más de un mes.
¿Cuál sería el hueco específico del BBK Music Legends? ¿Un festival para toda la familia?
Sí y no. Sí porque los chavales menores de 12 años tienen la entrada libre y eso favorece la presencia de familias. Pero no es sólo eso. Es un festival para un público al que le costaría más ir a eventos masivos y enfocados hacia la juventud. Es absurdo limitar la experiencia de los festivales a los más jóvenes. Por lo que hemos analizado en las redes sociales, nuestro público va de los 35 años hasta más de los 60.
En el aspecto musical, ¿cómo definiría el enfoque de esta cita?
Su fuerte son las leyendas. Está basado en el ciclo de Music Legends que hacemos en la sala BBK desde 2011. Hemos traído a John Mayall, Jackson Browne, Riki Lee Jones, Marianne Faithful, Jimmy Cliff... Lo hicimos porque no había conciertos, ni en Bilbao ni cerca de la ciudad, que trajesen a ese tipo de artistas. En el 95% de los casos hemos vendido todas las entradas, así que decidimos montar el festival.
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Es un modelo que se lleva mucho en Europa.
Hay uno que prácticamente es gemelo del nuestro, o al revés, que es el Holland International Blues Festival, con un aforo muy parecido, alrededor de las 4.500 personas. Es un festival de leyendas de la música popular que estén en forma, que puedan ofrecer un buen concierto. No todo el cartel puede estar lleno de figuras como Van Morrison porque es muy difícil que te coincidan en los dos días que tenemos de fechas. Nuestro rango de bandas es más limitado que el de otros festivales. Y eso nos lo pone más difícil.
¿Habrá descubrimientos este año?
Govt Mule, por ejemplo, para quien no lo conozca. Es una banda potentísima, a la antigua usanza. Rock sureño total. Un gran grupo nacido de Allman Brothers, con músicos muy fajados, que suelen hacer conciertos de dos y hasta tres horas. Nosotros no tenemos tanto tiempo porque es un festival, pero creo que llegaremos a la hora y tres cuartos, porque si no te quedas con las ganas. Tocan temas de ocho y nueve minutos. Y luego yo creo que también nos va a sorprender Rubia, que son de aquí. Llevan meses ensayando y van a salir con secciones de viento, cuerda, hammond, coros...
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¿Qué le han contado los artistas que estuvieron el año pasado?
Me dijeron que se lo pasaron muy bien. Graham Nash quería volver, pero al final no ha podido. Los músicos se mezclaron con el público para oír a otras bandas y se creó un ambiente muy bueno. Estar escuchado a Bob Geldof al lado de Graham Nash es para un aficionado una gran experiencia. A ellos les gusta porque el público que va a estos festivales es su público, el que conoce su trayectoria y sus canciones.
Lleva muchos años en este negocio.
Empezamos en la tienda Universal, en la calle Ledesma. Organizábamos viajes a conciertos, vendíamos entradas... Fuimos creciendo con los conciertos de Neil Young, Depeche Mode, Tina Turner, los del velódromo de Anoeta, en la plaza de toros...
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¿Ha cambiado el panorama?
El auge de las salas pequeñas y medianas ha sido una buena sorpresa. El Ayuntamiento debería apoyarlas. Yo pediría a los vecinos que sean comprensivos, que no se molesten porque un viernes haya un conciertito y un poquito de ruido. He leído en el periódico que ha venido el alcalde de noche de Amsterdam, el que que se encarga de mediar entre salas y la gente que se siente perjudicada, y de conciliar sus intereses. Iniciativas de ese tipo me dan mucha envidia. Hay mucha oferta musical y la gente acude. En su medida, cada una funciona. Y eso debería tomarse en cuenta.
¿Y los festivales?
Una maravilla. No sé hasta qué punto la gente que acude a los festivales masivos escucha o no a los artistas. Plataformas como Spotify promueven un consumo muy fragmentario de la música. Reconozco que es muy atractivo ir de un grupo a otro. Yo suelo picar en ese tipo de cosas. Pero estas nuevas formas de escuchar música han hecho que poner un disco entero sea como de otra época. Y a veces me pregunto si hay tantos jóvenes como los que van a los grandes festivales capaces de ver el concierto de una banda de principio a fin.
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