Isabel Urrutia
Viernes, 19 de mayo 2017, 02:55
En julio de 1794 murieron en la guillotina poco más de 935 personas. Eran los estertores del periodo del Terror y su artífice, Robespierre ('El Incorruptible') no paraba de lanzar discursos y firmar sentencias de muerte. Entre ellas, la del poeta André Marie Chénier que subió al cadalso el 25 de julio. Tres días más tarde, con la boca destrozada por un balazo, le tocó perder la cabeza al propio Robespierre. Tiempos muy confusos, con el soniquete de 'La Marsellesa' y 'Le chant du départ' a todo volumen.
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Pero evidentemente hay más partituras de calidad que recrean con pasión los tiempos de la Revolución Francesa. Como la ópera 'Andrea Chénier', de Umberto Giordano (1867-1948), que se inspira con gran libertad y licencias en la vida del malogrado bardo. Con motivo del 150 aniversario del nacimiento del compositor italiano, se está programando en los mejores teatros de Europa una obra que siempre ha contado con el favor de los cantantes y el público. Después de Múnich, París, Roma..., ahora le toca el turno a Bilbao. Este sábado, a las 20.00 horas, el Palacio Euskalduna acogerá la primera función de un montaje de gran envergadura -fiel al contexto histórico, con el sello de Alfonso Romero- que pondrá un colofón de campanillas a la temporada de la ABAO. Se trata de una coproducción con el Festival de Peralada, en la que no faltarán los vestidos de tafetán y muselina, los pelucones y las escarapelas tricolores. Todo de punta en blanco.
Exjugadora de rugby
El tenor Gregory Kunde (Andrea Chénier), la soprano Anna Pirozzi (Maddalena de Coigny) y el barítono Ambrogio Maestri (Carlo Gérard) darán cuerpo y voz a los protagonistas de la historia. Un plantel de mucho fuste. Sin pasar por alto el privilegio que supone contar con la veterana mezzo Elena Zilio, que asume sin problemas dos papeles, el de madre de Maddalena y el de anciana ciega que entrega a su nieto a las hordas revolucionarias. «No puedo evitar llorar cada vez que la veo entregar al chico... Acabo de ser madre y me conmueve profundamente, muy profundamente», confiesa Anna Pirozzi, sin perder de vista al pequeño Daniel, que tiene dos meses y muy buenos pulmones. No en vano es hijo de una exjugadora de rugby con capacidad torácica y aguante de campeona.
Lo cierto es que la partitura de 'Andrea Chénier' tiene peso y decibelios. Hay pasajes de hondo lirismo pero también momentos de bravura y dramatismo desatado. No basta con la mera belleza de la voz. Se necesita visceralidad y la dosis justa de bilis para hacer creíbles a los personajes. Lo cual no significa que sea necesario caer en la vulgaridad y el mal gusto. «Umberto Giordano hace uso de una orquestación muy cuidada. Sabe crear ambientes con rigor y sofisticación. Conviene estar muy atento a los detalles», explica el maestro Stefano Ranzani, que no ha escatimado elogios a la hora de valorar el nivel de la BOS y el Coro de Ópera de Bilbao.
Más allá de la truculencia -la pareja de enamorados termina en el cadalso justo antes de que caiga el telón-, hay mucha miga en 'Andrea Chénier'. Un drama que admite muchas lecturas, igual que la Historia con mayúsculas. «En Roma he cantado hace poco -por primera vez- el papel protagonista. ¡Un sueño hecho realidad! Lo veo como un idealista, más poeta que guerrero. Me parece perfecto llegar a este tipo de roles con cierta edad. Tienes experiencia y los entiendes mejor», reflexiona el tenor Gregory Kunde, que a sus 63 años se siente más revolucionario que nunca.
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