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César Campoy
Miércoles, 26 de abril 2017, 19:09
Pocas bandas hispanas consiguieron brindar, en un espacio de tiempo tan breve, tal cantidad de buenos temas, muchos de ellos, además, convertidos en éxitos indiscutibles. También es cierto que Los Rodríguez no fueron un combo al uso, sino una súperbanda de rock en la cual ... confluyeron, tanto vistosos egos, como músicos de una capacidad compositiva e interpretativa indiscutible.
Ariel Rot y Julián Infante venían de demostrar su solvencia en aquella fresca formación surgida como referente del fenómeno de fans, aunque, posterior y justamente, reconvertida por la historia en elemental en el devenir de nuestra música moderna, llamada Tequila. Ambos decidieron, abrumados por el desenfreno incontrolado del que salían, seguir mostrando su pasión por los clásicos del rock. Rot había intentado justificar su solvencia contrastada, de hecho, con dos dignísimos discos en solitario ('Debajo del puente', en 1984, y 'Vértigo', en 1985), además de producir a y componer para otros artistas.
Para completar la formación, ambos deciden viajar a Buenos Aires para fichar a un Andrés Calamaro que, a esas alturas (finales de los 1980, principios de los 1990), en tierras argentinas ya había demostrado su potencial, entre otras aventuras, con los míticos Los Abuelos de la Nada. Aquello no había hecho más que comenzar a rodar y pintaba muy, pero que muy bien. Era hora de encontrar un bajista y un batería rodados para conformar una sección rítmica que fuera capaz de sustentar el empuje de aquellos dos guitarristas y aquel organista, todos ellos, de muchos quilates. Los elegidos son los más que solventes Guille Martín y Germán Vilella.
Pocos meses después veía la luz la primera referencia de Los Rodríguez, un 'Buena suerte' (editado, en 1991, por Pasión, un sello que, al poco tiempo, quebró) que mostró claramente las cartas que la banda hispano-argentina era capaz de ofrecer al respetable. Temas como 'Engánchate conmigo' y la deliciosa 'Mi enfermedad' calaron pronto en público y crítica. La marca de la casa se asentaba nada más comenzar a rodar a partir de la gran habilidad compositiva de, sobre todo, Calamaro y Rot, capaces de idear unas melodías brillantes mecidas en unas guitarras de ensueño. Pocos meses después ve la luz el directo 'Disco pirata' (RTVE), y hasta las oficinas de Gasa-DRO, en plena absorción por parte de Warner, llega una maqueta del grupo que incluía un puñado de temas que debían formar parte de la tercera criatura de Los Rodríguez. Los responsables del sello apenas dudan. En marzo de 1993, Calamaro, Rot, Infante y Vilella entran en los Estudios Eurosonic de Madrid, en compañía de Daniel Zamora, al bajo (Guille Martín se había bajado del barco en el peor momento). Cobijados en el manto del reputado productor británico Nigel Walker, que había asentado su residencia en Madrid tras haber trabajado como ingeniero con monstruos del calibre de George Martin, Pink Floyd, Paul McCartney, Aerosmith, Bryan Ferry, Mick Jagger, Jeff Beck, Elton John, Dire Straits, The Cars, Bob Dylan o Pete Townshend. En España ya había dirigido trabajos de grupos de éxito como Nacha Pop u Hombres G, así que se antojaba como el profesional ideal para dotar del empaque necesario a aquella colección de grandes perlas sonoras que se mecían, sin ningún tipo de artificialidad, entre ese rock clásico y los ritmos de esencia latina.
'Mi rock perdido'
De esta manera, 'Sin documentos' se abre con una muestra de manual del primero de esos dos referentes. 'Pequeño salto mortal' (ideada por Calamaro y Rot) recuerda a los Tequila más descarados y evidencia la maestría de Ariel a la guitarra. Una apertura sorprendente, que, al finalizar, apenas deja con respiración a un oyente que, de inmediato, descubre otro de los caminos frecuentados por la banda: el medio tiempo con toques agridulces. 'Hasta que el sueño venga' (Calamaro) presenta desarrollos y transiciones emotivos que entroncan con elementos reggae, y enlaza con otra pieza sentida, una 'Dulce condena' convertida en una de las creaciones más grandiosas que fue capaz de ofrecer el dúo Calamaro-Rot. La celestial línea propuesta por el bajo se apoya sin problemas en unos teclados inolvidables. La inspirada letra se encarga del resto. Había nacido un verdadero himno generacional que, no obstante, acabaría convirtiéndose en telonero previo del mayor de los éxitos logrados por Los Rodríguez. El inicio de la celebérrima 'Sin documentos', ese ritmo de batería que parece acercarse poco a poco y que da paso a una de las introducciones instrumentales más famosas de la historia de la música moderna hispana, auguraba buenos momentos, justo los que han supuesto para millones de aficionados a la música. La composición de Calamaro figurará en el subconsciente colectivo sonoro de nuestra historia como lo que es: un tema redondo.
Acto seguido, Rot vuelve mostrar su cuota de rock directo con un fresco 'Na, na, na' que contrasta, sin duda, con una emocionante '7 segundos' que evidencia la obsesión por lo elaborado y melancólico de la otra rama creadora del proyecto, la de un Calamaro que, además también se encarga de idear dos de los siguientes temas que, a fin de cuentas, se convertirán en otras de las criaturas más recordadas de este disco. Hablamos de una pegadiza y embriagadora 'Salud (dinero y amor)' repleta de ritmos sudamericanos (candombé), y de la más que certera 'Mi rock perdido', en la que, de nuevo, la sección rítmica borda una base de terciopelo mágico en la cual teclados y guitarras se deslizan magistralmente y acompañan, de la mano, un texto dignísimo. Su epatante transición, antes de la recta final, por otra parte, es una muestra indiscutible de la facilidad de Andrés para tocar la fibra del respetable.
A partir de aquí, cualquier oyente medio ya es consciente de que se ha enfrentado a un trabajo memorable. La banda ha tocado techo y, ahora, es momento de dejarse llevar por el resto de composiciones. La primera de ellas, 'Me estás atrapando otra vez', obra de Rot e Infante, es otro medio tiempo, en este caso, sumido en la elegancia propia de un Ariel único; 'Mala suerte' (Calamaro) redunda en la vena más clásica; 'Algo se está rompiendo' (Calamaro) hace lo propio, aunque juega con sofisticados arreglos de viento, y la última de las piezas, 'Especies que desaparecen' (también de Calamaro), se convierte, tal vez, en uno de los temas más ambiciosos, globalmente, a partir de trabajadas transiciones y vistosos solos de guitarra.
'Sin documentos'
Como adivinará el lector, 'Sin documentos' convierte a Los Rodríguez en auténticas estrellas. Incontables giras, promociones y apariciones en medios de comunicación se convierten en vehículo ideal a través del cual la leyenda de Andrés Calamaro y su particular personalidad son capaces de cautivar a miles de fans.
Evidentemente, Warner apremia al combo para que publique un nuevo disco. En 1995 verá la luz 'Palabras más, palabras menos', grabado, por todo lo alto, bajo la batuta de otro celebérrimo productor, Joe Blaney (The Clash, Ramones), y con colaboraciones como las de Coque Malla, Joaquín Sabina o un viejo conocido del grupo, Sergio Makaroff.
El tema que da título a este larga duración, y otras creaciones como 'Milonga del marinero y el capitán', aupan, definitivamente, a unos Los Rodriguez que, no obstante, ya estaban heridos de muerte, debido a diversas discrepancias internas relacionadas, sobre todo, con la peculiar personalidad de un Calamaro que acabó prefiriendo seguir su camino artístico en solitario. Una de las formaciones hispanas con más posibilidades de las últimas décadas dejaba de existir en su mejor momento. No obstante, dos de sus pilares fundamentales, el propio Andrés y Ariel Rot, emprendían sendas carreras que, afortunadamente, darían muchas alegrías a los amantes de los sonidos de calidad.
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